El actual gobierno brasileño se ha apresurado a “enterrar” en la isla de los hermanos Castro más de mil millones de dólares.
Hay en Brasil —y en una buena parte de Latinoamérica— una distorsión generalizada respecto a regímenes políticos, ideológicos y económicos. Después de salir airosos de dictaduras de corte político militar, buena parte de la América del Sur se embarca ahora en un apoyo incondicional a la única dictadura remanente en toda Latinoamérica: la dictadura castrista implantada en Cuba. El castrismo fue el causante de la guerra civil guerrillera de las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado en toda Nuestra América, consecuencia de la cual emergieron las dictaduras militares mencionadas antes, que al derrotar la izquierda beligerante de entonces, crearon democracias gobernadas (primera distorsión) nada menos que ¡por los derrotados!
La segunda distorsión —ésta de tipo político— consiste en que América Latina no reconoce en la Cuba castrista una dictadura. Por increíble que parezca, los ex-guerrilleros entrenados en la isla para hacer la guerra en Sudamérica (ahora en el poder en sus países) insisten en ver en la opresión de los hermanos Castro una “democracia social”. ¡Nada tan insensato! “Ellos” sí que pudieron luchar contra las dictaduras que los oprimieron, los cubanos “no pueden” hacerlo.
Como que la mayoría de los gobernantes de Latinoamérica fueron guerrilleros reciclados, que por increíble que pudiera parecer salieron con vida de “terribles” “dictaduras militares” mientras “luchaban” por implantar en sus países un sistema similar al cubano, ahora les cuesta trabajo reconocer que estaban “totalmente equivocados”, por eso apoyan al castrismo. Esta es una distorsión ideológica: quieren para Cuba lo que no quieren para sus países. ¿Simpático verdad?
Por otra parte, todas estas naciones luchan por atraer la inversión extranjera para impulsar el crecimiento económico, se adhieren a las prácticas del mercado como fuente de riquezas y toman medidas privatizadoras como vía de aumentar la eficiencia económica, mientras aplauden la discriminación que los hermanos Castro hacen con la sociedad civil cubana en general, impedida de capitalizarse, de actuar como entes económicamente activos, relegada a actividades menores y subalternas.
Brasil, sabiendo que el castrismo sólo se mantiene si consigue un soporte económico fuerte que lo sostenga en pie (primero fue la Unión Soviética, que subvencionó la isla por 30 largos años, después fue la Venezuela de Hugo Chávez, que todavía envía ríos de petróleo sin costo alguno para mantener aquel “parque temático” de carros viejos y edificios destruidos) se ha aventurado a ser el próximo en la lista de sostenedores de la más antigua dictadura de Continente.
En consonancia con la creencia de que los cubanos “no pueden ser libres”, el actual gobierno brasileño del Partido de los Trabajadores, PT, aliado fundamental de la dictadura castrista en Brasil, se ha apresurado a “enterrar” en la isla de los hermanos Castro más de mil millones de dólares por concepto de la modernización de un puerto cubano, para operarlo precisamente cuando Estados Unidos decida comerciar con Cuba, lo que —por ley norteamericana— sólo será posible cuando Cuba haga una apertura política, es decir, cuando ya no haya más castrismo.
En el momento que los hermanos Castro ensayen una apertura política, ninguno de los representantes de su nefasta dictadura será gobierno nunca más en la isla, por eso no la hacen. ¿Cómo es posible que la ceguera del PT brasileño permita que se dilapide el capital nacional entregando más de mil millones de dólares a una dictadura en sus finales, pensando que habrá alguna manera de continuar en Cuba después del cambio político? Todo aquel que ahora (o antes) ayudó a los hermanos Castro a oprimir al pueblo cubano, será simplemente expulsado de la isla, con el apoyo firme de EUA siempre que haya intereses —como los del PT brasileño— que también lesionen directamente los intereses norteamericanos.
Como si todo lo anterior fuera poco, el actual gobierno del PT brasileño usa nada menos que cuatro mil médicos cubanos dándoles el tratamiento de “ciudadanos de segunda” categoría al negociar con los hermanos Castro el pago de prácticamente todo el salario mensual comprometido con cada uno de ellos, entregándoselo a los dictadores, mientras paga a cada médico una fracción insignificante de ese salario. Una práctica esclavista que no sucede con ningún médico extranjero en Brasil y que sólo sirve para apoyar con más de 200 millones de dólares por año a la fallida tiranía castrista, quitándoselos del salario de los sacrificados médicos cubanos, canallada que el pueblo de la isla no olvidará cuando recupere su libertad.
La antigua Unión Soviética mantenía a la dictadura cubana por razones de estrategia de la alta política internacional durante la guerra fría. Algo similar sucedió mientras Chávez estuvo con vida, ya que se constituyó en punta de lanza del castrismo para penetrar en Sudamérica. Pero ¿qué persigue Brasil con este empeño de sustituir a Venezuela como mantenedor de la dictadura castrista en el poder?; ¿será para materializar un antinorteamericanismo pueril?; ¿será que Brasil quiere construir en Cuba una plataforma productiva para comerciar con ventajas con EUA cuando ya los hermanos Castro no existan?; ¿será un guiño de la dupla Lula-Dilma (mentores del apoyo económico a la isla ahora, para el mantenimiento de la dictadura en Cuba) a la extrema izquierda de su partido, el PT, con objetivos políticos partidarios internos?
Todas las preguntas formuladas tienen respuestas alternativas, algunas más explicables, otras menos. La pregunta que resulta difícil de responder es ¿cómo el gobierno brasileño se “embarca” con dinero del estado (no del partido PT) en una política planificada precisamente para el post castrismo, cuando sabe que ayudar a los hermanos Castro a oprimir al pueblo cubano ahora, es la mejor manera de ser expulsados de la isla precisamente en ese post castrismo, tanto por los gobernantes anticastristas cubanos que lleguen al poder, como por los norteamericanos, contra los cuales se ejecuta también la actual política injerencistas brasileña?
Una posible respuesta a la pregunta anterior es que el PT brasileño quiere “apoyar” una doble apertura, económica y política en la isla (sin apertura política no hay negocios con EUA, por ley norteamericana, repito) pero sin tener en cuenta a los opositores cubanos, sino solamente a aquellos cubanos “militantes” que apoyan los desmanes dictatoriales hoy y que si logran sobrevenir al fracaso socialista, pretenden continuar con las “deliciosas riendas del poder”.
Brasil con todo eso, ejecuta una peligrosa aventura partidaria, ideológica y “fraternal” del partido en el poder, PT, que admira a la dictadura cubana subvirtiendo los valores democráticos y jugando con el dinero del estado, no del partido PT. Algo así no puede tener éxito ni en el corto, ni en el mediano, ni en el largo plazo, porque, por más que el PT brasileño no quiera, el pueblo cubano tiene derecho a ser tan libre, democrático e independiente, como lo es el propio Brasil, así como lo son el resto de los países de Latinoamérica, después de liberadas de las dictaduras militares emergidas precisamente por la imposición guerrillera castrista a sangre y fuego.
Para una sociedad como la cubana, que ya ha pagado el alto precio de 10 mil jóvenes fusilados por causas políticas, de más de 400 mil luchadores por la democracia que han cumplido largos años de prisión en las ergástulas dictatoriales y que ha emigrado masivamente (más del 20% de la población cubana vive en el exilio) la derrota de la dictadura está próxima y sería muy triste que un pueblo hermano, noble y generoso como lo es el brasileño, empañe su historia y su futuro ético y moral intentado impedir que el pueblo cubano alcance finalmente su libertad.
Publicado originalmente en el portal Cuba Libre Digital
La segunda distorsión —ésta de tipo político— consiste en que América Latina no reconoce en la Cuba castrista una dictadura. Por increíble que parezca, los ex-guerrilleros entrenados en la isla para hacer la guerra en Sudamérica (ahora en el poder en sus países) insisten en ver en la opresión de los hermanos Castro una “democracia social”. ¡Nada tan insensato! “Ellos” sí que pudieron luchar contra las dictaduras que los oprimieron, los cubanos “no pueden” hacerlo.
Como que la mayoría de los gobernantes de Latinoamérica fueron guerrilleros reciclados, que por increíble que pudiera parecer salieron con vida de “terribles” “dictaduras militares” mientras “luchaban” por implantar en sus países un sistema similar al cubano, ahora les cuesta trabajo reconocer que estaban “totalmente equivocados”, por eso apoyan al castrismo. Esta es una distorsión ideológica: quieren para Cuba lo que no quieren para sus países. ¿Simpático verdad?
Por otra parte, todas estas naciones luchan por atraer la inversión extranjera para impulsar el crecimiento económico, se adhieren a las prácticas del mercado como fuente de riquezas y toman medidas privatizadoras como vía de aumentar la eficiencia económica, mientras aplauden la discriminación que los hermanos Castro hacen con la sociedad civil cubana en general, impedida de capitalizarse, de actuar como entes económicamente activos, relegada a actividades menores y subalternas.
Brasil, sabiendo que el castrismo sólo se mantiene si consigue un soporte económico fuerte que lo sostenga en pie (primero fue la Unión Soviética, que subvencionó la isla por 30 largos años, después fue la Venezuela de Hugo Chávez, que todavía envía ríos de petróleo sin costo alguno para mantener aquel “parque temático” de carros viejos y edificios destruidos) se ha aventurado a ser el próximo en la lista de sostenedores de la más antigua dictadura de Continente.
En consonancia con la creencia de que los cubanos “no pueden ser libres”, el actual gobierno brasileño del Partido de los Trabajadores, PT, aliado fundamental de la dictadura castrista en Brasil, se ha apresurado a “enterrar” en la isla de los hermanos Castro más de mil millones de dólares por concepto de la modernización de un puerto cubano, para operarlo precisamente cuando Estados Unidos decida comerciar con Cuba, lo que —por ley norteamericana— sólo será posible cuando Cuba haga una apertura política, es decir, cuando ya no haya más castrismo.
En el momento que los hermanos Castro ensayen una apertura política, ninguno de los representantes de su nefasta dictadura será gobierno nunca más en la isla, por eso no la hacen. ¿Cómo es posible que la ceguera del PT brasileño permita que se dilapide el capital nacional entregando más de mil millones de dólares a una dictadura en sus finales, pensando que habrá alguna manera de continuar en Cuba después del cambio político? Todo aquel que ahora (o antes) ayudó a los hermanos Castro a oprimir al pueblo cubano, será simplemente expulsado de la isla, con el apoyo firme de EUA siempre que haya intereses —como los del PT brasileño— que también lesionen directamente los intereses norteamericanos.
Como si todo lo anterior fuera poco, el actual gobierno del PT brasileño usa nada menos que cuatro mil médicos cubanos dándoles el tratamiento de “ciudadanos de segunda” categoría al negociar con los hermanos Castro el pago de prácticamente todo el salario mensual comprometido con cada uno de ellos, entregándoselo a los dictadores, mientras paga a cada médico una fracción insignificante de ese salario. Una práctica esclavista que no sucede con ningún médico extranjero en Brasil y que sólo sirve para apoyar con más de 200 millones de dólares por año a la fallida tiranía castrista, quitándoselos del salario de los sacrificados médicos cubanos, canallada que el pueblo de la isla no olvidará cuando recupere su libertad.
La antigua Unión Soviética mantenía a la dictadura cubana por razones de estrategia de la alta política internacional durante la guerra fría. Algo similar sucedió mientras Chávez estuvo con vida, ya que se constituyó en punta de lanza del castrismo para penetrar en Sudamérica. Pero ¿qué persigue Brasil con este empeño de sustituir a Venezuela como mantenedor de la dictadura castrista en el poder?; ¿será para materializar un antinorteamericanismo pueril?; ¿será que Brasil quiere construir en Cuba una plataforma productiva para comerciar con ventajas con EUA cuando ya los hermanos Castro no existan?; ¿será un guiño de la dupla Lula-Dilma (mentores del apoyo económico a la isla ahora, para el mantenimiento de la dictadura en Cuba) a la extrema izquierda de su partido, el PT, con objetivos políticos partidarios internos?
Todas las preguntas formuladas tienen respuestas alternativas, algunas más explicables, otras menos. La pregunta que resulta difícil de responder es ¿cómo el gobierno brasileño se “embarca” con dinero del estado (no del partido PT) en una política planificada precisamente para el post castrismo, cuando sabe que ayudar a los hermanos Castro a oprimir al pueblo cubano ahora, es la mejor manera de ser expulsados de la isla precisamente en ese post castrismo, tanto por los gobernantes anticastristas cubanos que lleguen al poder, como por los norteamericanos, contra los cuales se ejecuta también la actual política injerencistas brasileña?
Una posible respuesta a la pregunta anterior es que el PT brasileño quiere “apoyar” una doble apertura, económica y política en la isla (sin apertura política no hay negocios con EUA, por ley norteamericana, repito) pero sin tener en cuenta a los opositores cubanos, sino solamente a aquellos cubanos “militantes” que apoyan los desmanes dictatoriales hoy y que si logran sobrevenir al fracaso socialista, pretenden continuar con las “deliciosas riendas del poder”.
Brasil con todo eso, ejecuta una peligrosa aventura partidaria, ideológica y “fraternal” del partido en el poder, PT, que admira a la dictadura cubana subvirtiendo los valores democráticos y jugando con el dinero del estado, no del partido PT. Algo así no puede tener éxito ni en el corto, ni en el mediano, ni en el largo plazo, porque, por más que el PT brasileño no quiera, el pueblo cubano tiene derecho a ser tan libre, democrático e independiente, como lo es el propio Brasil, así como lo son el resto de los países de Latinoamérica, después de liberadas de las dictaduras militares emergidas precisamente por la imposición guerrillera castrista a sangre y fuego.
Para una sociedad como la cubana, que ya ha pagado el alto precio de 10 mil jóvenes fusilados por causas políticas, de más de 400 mil luchadores por la democracia que han cumplido largos años de prisión en las ergástulas dictatoriales y que ha emigrado masivamente (más del 20% de la población cubana vive en el exilio) la derrota de la dictadura está próxima y sería muy triste que un pueblo hermano, noble y generoso como lo es el brasileño, empañe su historia y su futuro ético y moral intentado impedir que el pueblo cubano alcance finalmente su libertad.
Publicado originalmente en el portal Cuba Libre Digital