Al conmemorarse el 55 aniversario del heroico desembarco en Bahía de Cochinos el 17 de abril de 1961, muchos recuerdos vienen a mi memoria. No sólo la batalla que comenzó ese día, el esfuerzo de los compañeros de la Brigada 2506 por desembarcar primero y pisar tierra cubana, el patriotismo de aquellos combatientes por enfrentar a las fuerzas del tirano en ese pedazo de Cuba, las convicciones de aquellos jóvenes armados de profundos ideales por devolverle a Cuba su libertad perdida.
En resumen, la decisión de 1,500 hombres que no pasaban de los 30 años, aunque sólo unos pocos alcanzaban los 50, armados con metralletas, fusiles y carabinas, por combatir a riesgo de su propias vidas las fuerzas superiores de la tiranía en aquellas playas, que se tiñeron de sangre cubana, de un bando y del otro, por la vesania, la maldad y la ambición de poder de un puñado de apátridas, que habían entregado la patria al marxismo-leninismo y al comunismo.
La batalla que se libró en Bahía de Cochinos, lo he repetido muchas veces, fue la única oportunidad que Cuba tuvo de ser otra vez libre. Primero, porque el régimen opresor estaba desarmado y aunque contaba con alguna simpatía la famosa revolución, los fusilamientos, los asesinatos, el robo de las propiedades a sus legítimos dueños, el saqueo a través del Ministerio de Recuperación de Bienes, el linchamiento público de todo aquel que no simpatizara con las decisiones de Fidel Castro, las condenas de los tribunales de sangre, las cárceles llenas y la entrega de la patria a una potencia como la Unión Soviética, hacían imperativo el levantamiento de la juventud cubana contra sus opresores. Y la Brigada de Asalto 2506 fue el mejor ejemplo el 17 de abril de 1961.
Cierto es que perdimos aquella batalla, después de librar un combate feroz contra 60 mil soldados castristas en aquel pedazo de Cuba durante tres días, donde la tiranía puso a su disposición sus mejores fuerzas, los más experimentados comandantes de la Sierra Maestra, los aviones de su Fuerza Aérea, los tanques Stalin enviados por la Unión Soviética y la artillería al mando del Gallego Fernández, profesor de la Escuela para Oficiales del Ejército de la República.
Todo esto contribuyó decisivamente a que la victoria estuviera del lado del enemigo. Pero lo que realmente decidió aquella batalla fue la traición de nuestros aliados, que se suponía cumplirían con el compromiso de brindarnos cobertura aérea durante el combate a nuestros aviones en el teatro de la guerra. Apoyarían diplomáticamente el desembarco de la Brigada de Asalto 2506, llevado a cabo a nombre del pueblo de Cuba en Bahía de Cochinos. Desembarcaría en Playa Girón el Gobierno en Armas, con el doctor José Miró Cardona al frente y un grupo de cubanos notables del Consejo. Reconocerían ese gobierno con los países de la OEA sesionando en Washington en ese momento y los Estados Unidos se habían comprometido que le darían armas y apoyo logístico y militar a las fuerzas cubanas, como antes lo habían hecho con Castillo de Armas, hasta el derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala.
John F. Kennedy, después de varias consultas con sus generales y diplomáticos, decidió lanzar a los hombres de la Brigada 2506 en Bahía de Cochinos y abandonarlos. Lo dijo bien claro: “Dumping there”, porque es allí donde quieren ir, para evitar que los Estados Unidos se vieran envueltos en el conflicto. Mientras a unas pocas millas de Bahía de Cochinos, dos portaviones, varios acorazados, dos docenas de aviones de combate y una fuerza de cinco mil hombres, esperaban la orden de la Casa Blanca para intervenir, para apoyar a los cubanos que combatían a sangre y fuego en Playa Girón, Playa Larga, San Blas, Palpite, Soplillar y en los cuatro puntos cardinales de la Ciénaga de Zapata. ¿Para qué entonces ese despliegue militar de Estados Unidos en el teatro de la guerra, cuando a unas pocas millas los cubanos combatían y morían por la libertad de Cuba?
Hoy 55 años después, en el Monumento a los Mártires, nos reunimos los veteranos de aquel episodio, que pudo haber evitado más de dos décadas de martirio, de sacrificio, de desolación, de sangre y de muerte, para conmemorar aquella batalla que pudo haber logrado la libertad de Cuba. Pero ya aquellos jóvenes combatientes de la Brigada 2506 no son los mismos, arrastran sus frustraciones, sus esperanzas perdidas, sus ideales traicionados. Muchos caminan con la ayuda de un bastón, con una muleta o apoyados en el hombro de algún familiar o de algún amigo. Los pocos que aún quedan están llenos de enfermedades, producto de los muchos años vividos. Se sostienen con un andador o se mueven en una silla de ruedas. Pero allí estuvieron en esta cita con la patria el 17 de abril, para rendirle homenaje a sus compañeros muertos en este 55 aniversario de aquella batalla, que pudo haber logrado la libertad de Cuba.
¡Gloria eterna a nuestros héroes y mártires!