Leí hace poco que en Suecia el arbolito de Navidad se pone en las casas un par de días antes de Nochebuena y no se retira hasta casi mediados de enero.
En ese día se celebra una fiesta para los niños y el arbolito, cumplido su objetivo, se arroja por una ventana mientras los asistentes cantan una canción sobre el final de las navidades.
En Cuba es improbable que uno de esos arbolitos salga expedido por una ventana. El cubano regresa su arbolito plástico a la caja para que le vuelva a alumbrar la próxima navidad.
Dado el costo de este adorno navideño, cuando una familia en Cuba se da el lujo de comprar un arbolito de Navidad lo que hace es "botar la casa por la ventana", frase que significa que hizo un gasto excesivo.
Uno de esos arbolitos, adornados como Dios manda, cuesta más de lo que gana un trabajador cubano en un mes.
El arbolito de mi casa ya tiene el record de haber alumbrado durante un lustro esa festividad cristiana. Ésta vez no lo hará, pues encienden muy pocas de las luces que lo visten y los adornos están ajados.
Además, la encargada de esos detalles-mi madre-está en la tierra de Santa Claus rodeada de una inimaginable cantidad de arbolitos. Sabe que no lo sacaremos de su caja, a menos que ella esté aquí. Mi esposa no osaría tocar el arbolito de mamá, a menos que la iniciativa provenga de nosotros.
En nuestra familia, el sentido religioso de la ocasión lo observa sólo mi madre, misa del Gallo a media noche incluida. A mí me convoca el ambiente de la cena y la bebida, los motivos de mi esposa no están claros todavía, y a mi papá le da lo mismo, pues jamás fue devoto de tradición alguna.
Recuerdo el plato fuerte de la primera cena de Nochebuena que nos ofrecieron en prisión después de que el Papa Juan Pablo II visitara nuestro país en 1998. Fue una ruedita de tenca asada. La tenca es un pescado de río odiado por los reclusos.
Quizás mi simpatía por la cena navideña se deba al hambre pasada en las 16 navidades que "festejé" en prisión, y mi indiferencia por la magia de los arbolitos a que sencillamente no vi alumbrar a ninguno en ese tiempo.
Es casi seguro que para las próximas navidades mi madre "tire la casa por la ventana" y compre un arbolito nuevo. Por eso, en este cumpleaños de Jesús, tengo seriamente pensado hacerme el sueco y botar el viejo arbolito de mamá por la ventana.
Publicado en Primavera Digital el 25 de dciembre del 2013
En Cuba es improbable que uno de esos arbolitos salga expedido por una ventana. El cubano regresa su arbolito plástico a la caja para que le vuelva a alumbrar la próxima navidad.
Dado el costo de este adorno navideño, cuando una familia en Cuba se da el lujo de comprar un arbolito de Navidad lo que hace es "botar la casa por la ventana", frase que significa que hizo un gasto excesivo.
Uno de esos arbolitos, adornados como Dios manda, cuesta más de lo que gana un trabajador cubano en un mes.
El arbolito de mi casa ya tiene el record de haber alumbrado durante un lustro esa festividad cristiana. Ésta vez no lo hará, pues encienden muy pocas de las luces que lo visten y los adornos están ajados.
Además, la encargada de esos detalles-mi madre-está en la tierra de Santa Claus rodeada de una inimaginable cantidad de arbolitos. Sabe que no lo sacaremos de su caja, a menos que ella esté aquí. Mi esposa no osaría tocar el arbolito de mamá, a menos que la iniciativa provenga de nosotros.
En nuestra familia, el sentido religioso de la ocasión lo observa sólo mi madre, misa del Gallo a media noche incluida. A mí me convoca el ambiente de la cena y la bebida, los motivos de mi esposa no están claros todavía, y a mi papá le da lo mismo, pues jamás fue devoto de tradición alguna.
Recuerdo el plato fuerte de la primera cena de Nochebuena que nos ofrecieron en prisión después de que el Papa Juan Pablo II visitara nuestro país en 1998. Fue una ruedita de tenca asada. La tenca es un pescado de río odiado por los reclusos.
Quizás mi simpatía por la cena navideña se deba al hambre pasada en las 16 navidades que "festejé" en prisión, y mi indiferencia por la magia de los arbolitos a que sencillamente no vi alumbrar a ninguno en ese tiempo.
Es casi seguro que para las próximas navidades mi madre "tire la casa por la ventana" y compre un arbolito nuevo. Por eso, en este cumpleaños de Jesús, tengo seriamente pensado hacerme el sueco y botar el viejo arbolito de mamá por la ventana.
Publicado en Primavera Digital el 25 de dciembre del 2013