En República Dominicana, y dispersos por el mundo, aguardan muchos amigos, que intentaron protegerme cuando aún no me cubrían todas esas burdas “historias” que luego derivaron en acusaciones.
En República Dominicana, y dispersos por el mundo, aguardan muchos amigos que intentaron protegerme cuando aún no me cubrían todas esas burdas “historias” que luego derivaron en acusaciones. Ellos infirieron lo que vendría sobre mí. Vaticinaron un futuro que yo no quería ver, o no me importaba sufrirlo.
En el año 2008, cuando viajé por última vez al extranjero, meses antes de abrir mi blog Los hijos que nadie quiso, Rafael Lantigua, entonces Secretario de Cultura, lo que en Cuba sería el Ministro, intentó que no volviera, y me presentó a su abogado personal para que me arreglara los papeles y me quedara en su país.
Por otro lado, el poeta y narrador Camilo Venegas, me asumió en su casa como el otro hijo de su madre que nunca tuvo. Me rogó porque no regresara, vislumbraba lo que a la postre sucedería conmigo. Al final pude irme, con la promesa que no le cumplí: regresar pronto.
Pequeño, luego de recibirme en su casa, de agasajarme junto a su esposa e hijos, se ocupó, a través de otro cubano, de conseguirme trabajo en la filial en ese país, de una importante editorial, con la intención de que no regresara a Cuba.
Mi hermana Mary, desde Miami, prometía enviarme dinero para que me sustentara, hasta que lograra encaminarme.
Freddy Ginebra, brindaba su Casa de Teatro, para contratar a mi pareja, en su labor como actriz, cumpliendo una vez más con esa misión de protector de los cubanos.
Lilo Vilaplana me llamaba por teléfono para depositarme el pasaje vía Colombia.
Amir Valle, desde el chat, me abría sus brazos para recibirme en Alemania.
Me fui de esa media isla, dejando, probablemente, mi tranquilidad inmediata; pero no concebía, y aún no concibo, abandonar mi país y dejarlo en las garras de la dictadura de los hermanos Castro.
El único dolor que me causa la cárcel es el sufrimiento de ellos por saberme preso; pues a la inversa, yo estaría dando los mismos gritos, clamando justicia, que hoy escucho; porque desgraciadamente, es característica del totalitarismo imponer la fuerza contra aquellos que disienten de su política.
De todas formas, por increíble que resulte, soy feliz de cumplir como buen cubano, donde creo que está la razón y los derechos.
Mi agradecimiento para todos ustedes en esa gran tierra Dominicana, y para los que están dispersos por el mundo, que intentaron protegerme, pero ya tenía dentro el sueño martiano que alumbra mi camino.
Abrazos, Ángel.
En el año 2008, cuando viajé por última vez al extranjero, meses antes de abrir mi blog Los hijos que nadie quiso, Rafael Lantigua, entonces Secretario de Cultura, lo que en Cuba sería el Ministro, intentó que no volviera, y me presentó a su abogado personal para que me arreglara los papeles y me quedara en su país.
Por otro lado, el poeta y narrador Camilo Venegas, me asumió en su casa como el otro hijo de su madre que nunca tuvo. Me rogó porque no regresara, vislumbraba lo que a la postre sucedería conmigo. Al final pude irme, con la promesa que no le cumplí: regresar pronto.
Pequeño, luego de recibirme en su casa, de agasajarme junto a su esposa e hijos, se ocupó, a través de otro cubano, de conseguirme trabajo en la filial en ese país, de una importante editorial, con la intención de que no regresara a Cuba.
Mi hermana Mary, desde Miami, prometía enviarme dinero para que me sustentara, hasta que lograra encaminarme.
Freddy Ginebra, brindaba su Casa de Teatro, para contratar a mi pareja, en su labor como actriz, cumpliendo una vez más con esa misión de protector de los cubanos.
Lilo Vilaplana me llamaba por teléfono para depositarme el pasaje vía Colombia.
Amir Valle, desde el chat, me abría sus brazos para recibirme en Alemania.
Me fui de esa media isla, dejando, probablemente, mi tranquilidad inmediata; pero no concebía, y aún no concibo, abandonar mi país y dejarlo en las garras de la dictadura de los hermanos Castro.
El único dolor que me causa la cárcel es el sufrimiento de ellos por saberme preso; pues a la inversa, yo estaría dando los mismos gritos, clamando justicia, que hoy escucho; porque desgraciadamente, es característica del totalitarismo imponer la fuerza contra aquellos que disienten de su política.
De todas formas, por increíble que resulte, soy feliz de cumplir como buen cubano, donde creo que está la razón y los derechos.
Mi agradecimiento para todos ustedes en esa gran tierra Dominicana, y para los que están dispersos por el mundo, que intentaron protegerme, pero ya tenía dentro el sueño martiano que alumbra mi camino.
Abrazos, Ángel.