Un continente sin dictadores

Evo Morales (d), y Raúl Castro, en la Academia Militar, en Caracas, donde se realiza el funeral de Estado del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quien falleció el martes.

Raúl Castro intenta hacer pequeños cambios pero mantiene un control férreo sobre el pueblo.
Recuerdo cuando muchos países en América Latina eran gobernados por caudillos.
Los nombres y países son fáciles de recordar. En Cuba estaba Fulgencio Batista. En República Dominicana gobernaba Leónidas Trujillo; en Nicaragua Somoza; en Colombia Gustavo Rojas Pinilla; en Paraguay Alfredo Stroessner; en Venezuela Marcos Pérez Jiménez; en Haití Francois Duvalier. En Argentina todavía tenía vigencia Juan Domingo Perón. Habían otros, pero la lista sería interminable.

Lo interesante es que decir caudillo era decir dictador, y las dictaduras en América Latina pasaron de moda. La mayoría eran de derecha. Llegaban al poder con golpes militares y se aferraban con los dientes al cargo. De ahí vivían como reyes ellos y sus compinches.

Muchos contaron por muchos años con el respaldo explícito o implícito de Estados Unidos. Durante gran parte de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, los norteamericanos apoyaban a los caudillos para que los países no pasaran a ser aliados de Moscú. En esa época Estados Unidos prefería tener a dictadores amigos y no gobiernos que pudieran acercarse a la Unión Soviética.
Pero los pueblos latinoamericanos se fueron cansando de sus corruptos dictadores y poco a poco empezaron a surgir nuevos gobiernos. Algunos países como Venezuela y Colombia tuvieron suerte – aunque en el caso de Venezuela la democracia no perduró.

Cuesta trabajo decirlo, pero fueron los propios norteamericanos los que abandonaron a los dictadores y dejaron a los países del continente que escogieran su futuro propio.

En Cuba fue el Departamento de Estado quien primero indicó que estaban hartos de Batista. El 1958 fue el gobierno de Dwight D. Eisenhower quien le quitara la ayuda militar a Batista. No querían seguir avalando a una dictadura cada día más enajenada del pueblo al que gobernaba.

A la vez, los americanos no entendieron lo peligroso que era Fidel Castro. Al principio, y con la ayuda del New York Times, a Castro le crearon la imagen de Robin Hood, quien le quitaba a los ricos para darle a los pobres. Castro visitó a Estados Unidos y capturó los corazones de la prensa de este país.

Ni siquiera los primeros fusilados tuvieron un impacto demoledor. El gobierno, la prensa y el pueblo de Estados Unidos apoyaba a Castro y ese apoyo duró algunos meses.

Otros países del hemisferio tuvieron mejor suerte que Cuba. En Colombia un democracia compartida entre los dos principales partidos políticos del país sentaron las bases para una democracia duradera.

Poco a poco los caudillos fueron perdiendo el poder y huyendo del país. En casi todos hubo un intento por sentar las bases para una democracia duradera. Ya para finales de la década de los años setenta, en muchos países de América Latina se respetaban los derechos humanos. En Venezuela había elecciones en la cual los principales partidos se disputaban la presidencia, gobernadores y legisladores.

Pero en muchos países el cambio no fue completo de caudillos a democracias representativas. Algunos se quedaron con las ganas. Hoy ya no hay esos caudillos de antaño. La cosa es peor, mucho peor.

Los caudillos de ayer han sido suplantados por dictadores de izquierda, que para nada dependen de Estados Unidos. En Venezuela hoy gobierna Nicolás Maduro, nombrado a dedo por Hugo Chávez. En Nicaragua está Daniel Ortega, quien tras bambalinas ya busca proclamarse presidente de por vida; y lo ha hecho sin mucho aspaviento.

En Ecuador está Rafael Correa; en Bolivia Evo Morales; en Argentina Cristina Fernández de Kirchner, quien a la muerte de su marido lo reemplazó. Y en Cuba todavía están los hermanos Castro que llevan más de medio siglo en el poder.

Los caudillos tuvieron su apogeo y pasaron de moda. Muchos de los gobernantes de hoy son más astutos. Celebran elecciones, pero ellos mismos controlan los resultados. En algunos momentos compran los votos de los electores con dádivas groseras. En otros tienen los resultados antes de los comicios.

Es hora que los gobernantes izquierdistas de hoy vayan a acompañar a los caudillos de antaño. América Latina no puede prosperar si los gobiernos roban con las dos manos y entregan cargos y hasta provincias a sus partidarios y familiares.

Si la Cuba castrista fue modelo para los izquierdistas en otros países, Cuba debe dar el ejemplo. Poco a poco crece la disidencia interna. Raúl Castro intenta hacer pequeños cambios pero mantiene un control férreo sobre el pueblo.

Esto no puede ser eterno. Algún día en un futuro no muy lejano Cuba volverá a ser libre, y ese día podrá nuevamente servir de ejemplo para que otros países en el continente se deshagan de sus dictadores de izquierda.

Guillermo I. Martínez reside en el sur de la Florida. Su dirección electrónica es: Guimar123@gmail.com