"Cualquier ciudadano de un país libre puede dirigirse al Presidente", en Cuba a este escritor le costó caro

Pedro Armando Junco. Foto Radio Camagüey

"Satanizarme por pensar y hablar con entera libertad y sin hipocresía es faltar al respeto no a mí sino al Apóstol. Y lejos de aplastarme con el castigo de la expulsión han conseguido que mi nombre circule en las redes sociales como un tornado..."

La Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) expulsó este lunes a uno de sus miembros, el escritor e investigador camagüeyano Pedro Armando Junco López, luego de que publicara una exhortación al gobernante cubano Miguel Díaz-Canel y llamara a Cuba un sistema autocrático.

El autor divulgó la noticia de que había sido apartado de la organización oficialista de la intelectualidad cubana “por actuar en franca contradicción con los principios, estatutos y reglamentos de la UNEAC” y denunció que con esta sanción se había violado un derecho constitucional.

La medida, escribió Junco, es una "violación del artículo 54 de la Ley de Leyes, recientemente promulgada: “El Estado reconoce, respeta y garantiza a las personas la libertad de pensamiento, conciencia y expresión”.

"Me extrañó que demoraran tanto en violar la Constitución, pues desde el requerimiento que me hicieron a final de julio con la esperanza de obligarme a pedir perdón al estilo de Heberto Padilla hace ya casi sesenta años, los estuve esperando", apuntó aludiendo al autor del poemario Fuera de Juego (Premio UNEAC 1968).

Junco, ganador en 2006 del premio de Ensayo que otorga la iglesia católica en Camagüey con la obra “La ética en la novela El Quijote” y del premio Escardó in Memoriam de la UNEAC en cuentos, con el cuaderno “Tertulia con los fantasmas”, considera que su carta al mandatario cubano fue redactada con respeto como "cualquier ciudadano de un país libre puede dirigirse a la máxima figura gubernamental".

"La misiva encierra el sentir de la mayoría del pueblo cubano: el NO a la segregación de nuestra moneda frente a las divisas extranjeras y la libertad económica de todos aquellos que producen alimentos", dijo el poeta a quien el tema le toca de cerca pues también se gana la vida como agricultor.

En declaraciones a Radio Televisión Martí Junco afirmó:

"Yo no quiero politizar este problema de mi expulsión de la UNEAC. Yo pienso que para que tal expulsión tenga efecto definitivo tiene que venir aprobada desde la dirección nacional, con sede en La Habana, pero tampoco guardo la esperanza de que la revoquen y me preocupa pero si los cerebros pensantes de la dirección nacional estudian mi a carta Díaz-Canel comprobarán que dirigirme al presidente del país y declararle mi inconformidad por la segregación de nuestra moneda frente a las divisas extranjeras, junto a solicitarle una apertura económica total para que los productores de alimentos se sientan estimulados a multiplicar su rendimiento, está no solo dentro de un marco jurídico legal y completamente respetuoso, sino que deviene en un aporte muy bien analizado y discutido entre muchas personas inteligentes con las que converso a menudo, fuera del ámbito del partido, siempre al margen de las tendencias políticas.

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"Yo no voy a politizar mi expulsión de la UNEAC"


Satanizarme por pensar y hablar con entera libertad y sin hipocresía es faltar al respeto no a mí sino al Apóstol. Y lejos de aplastarme con el castigo de la expulsión han conseguido que mi nombre circule en las redes sociales como un tornado cuando para nada ha sido ese mi interés. Mi interés es publicar mis libros y ponerme, mediante mis escritos, en contacto con muchas personas que en su mayoría no podré siquiera dar un abrazo o un apretón de mano. Y dentro de mi interés por esas personas, a las que les he servido de portavoz, está el interés de mejorar a mi país con ideas positivas, que es mejorar la vida futura de mis hijos y mis nietos para que mañana no determinen marcharse de esta tierra porque quienes la gobiernan no ofrecen margen ni siquiera a las opiniones ajenas".

Carta de Pedro Armando Junco López a Miguel Díaz-Canel

Señor presidente Díaz-Canel:

En su último discurso ante el Consejo de Ministros, televisado y expuesto en la Mesa Redonda, usted hace públicas las determinaciones tomadas al más alto nivel, considerando de antemano la aprobación del pueblo sin consultársele, poniendo en tela de juicio la popularidad de estas medidas.

Cierto es que los sistemas autocráticos son libres en el accionar de sus ordenanzas y que ya es costumbre atávica en los cubanos resignarse a acatar y obedecer los decretos estatales. Pero me sentí profundamente señalado cuando usted dijo –con otras palabras, desde luego, pues no tengo grabadora en mi casa– que los enemigos de la Revolución utilizan las redes sociales para mentir y confundir a la ciudadanía. Y es precisamente la palabra “enemigos” la que nos ha echado en el mismo saco a los que desean el derrocamiento del sistema que hoy nos dirige, junto a los ciudadanos cívicos que declaramos nuestra verdad y proponemos nuestras opiniones públicamente, por cualquier medio de expresión como reza en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, como instituye la nueva Carta Magna cubana y, sobre todo, como el Apóstol de nuestro país nos dejó por herencia: pensar y hablar sin hipocresía y trabajar para que nuestro gobierno sea bueno cuando consideramos que nuestro gobierno se equivoca.

Es lamentable que la situación económica de mi país, que es su país, haya colapsado y los haya obligado a tomar medidas que desde hace décadas todos sabemos constituyeron errores económicos garrafales, como la penalización del USD. Y más lamentable aún que se abran tiendas especializadas solo para quienes tengan divisas extranjeras, dando una bofetada humillante a la moneda salarial de todos los cubanos y ahora, hasta al injusto CUC, ayer equivalente del dólar y hoy tan segregado como el peso cubano tradicional.

Es lamentable, señor presidente, que lleguemos a tal extremo de abyección ciudadana y que usted nos tilde de enemigos cuando nosotros somos los verdaderos amigos de la Patria. Somos los que alertamos el cierre del turismo y de las escuelas y universidades al comienzo de la pandemia –reconocido, inclusive por el Primer Ministro–. Somos los que decimos hoy que abran la economía. Si existen enemigos de la Revolución, búsquelo entre los directivos de cuellos blancos, dirigentes militantes del Partido que se prestan a las menos pensadas ilegalidades, y castíguelos. Pero deje de perseguir a los productores: permita que el pescador, pesque; que el agricultor siembre, que el ganadero críe… Pero deje al pescador que venda libremente su producto del mar, que el cosechero se las ingenie y comercialice sus siembras sin que medie el Estado, que el campesino mate su res y la venda al precio que le venga en ganas y se la compre el que pueda; porque por muy injusto que parezca, mayor injusticia es venderle al proletariado en una moneda que no circula en Cuba y a la que solo quienes tienen apoyo desde el exterior, pueden adquirirla.

Lea con detenimiento este exergo del discurso de Ignacio Agramonte en la Universidad de la Habana hace 158 años:
“La administración que permite el franco desarrollo de la acción individual a la sombra de una bien entendida concentración del poder, es la más ocasionada a producir óptimos resultados, porque realiza una verdadera alianza del orden con la libertad.”

Únase a nosotros, señor Presidente. Escúchenos a todos por igual: a quienes le adulan, a quienes pretenden destruirlo y a los que nos rompemos la cabeza buscando una salida feliz a la crisis económica que nos envuelve. Y tome luego sabias decisiones.

Evite el presagio del poeta: …porque los pueblos que sufren / como la ortiga que llora / cuando de sufrir se aburren / echan veneno en las hojas.