En los últimos 10 días, las autoridades de Costa Rica abrieron nuevos refugios para atender a los más de 3.000 cubanos que intentan llegar a Estados Unidos y están varados en la frontera con Nicaragua, o aguardan expectantes en una añeja terminal de ómnibus del poblado Paso Canoas, a cientos de metros de la frontera con Panamá, una solución a su caso.
Desde el 15 de noviembre, miles de cubanos se encuentran durmiendo en albergues temporales por la decisión del Gobierno de Daniel Ortega de negar el paso a los cubanos, tras un estallido de violencia entre los balseros de tierra y fuerzas antimotines de Nicaragua.
Pero, a pesar de la medida, sigue aumentando el número de cubanos que arriban Costa Rica por la frontera con Panamá. Por lo general llegan
de noche, en grupos de 50 o 100 personas, a un poblado llamado Paso Canoas a más de 600 kilómetros al sur de San José.
Allí se hospedan en hostales que cobran entre $5 y $50 la noche. Los que no tienen dinero tras ser esquilmados por coyotes y traficantes de personas en Colombia duermen en un andén de buses interprovinciales.
De momento, el número de cubanos que han entrado por Paso Canoas superan los 3.000 y, según comentan los emigrados, al menos más de 300 esperan en Panamá para cruzar la frontera. Los refugios en los poblados de La Cruz, Peñas Blancas y San Ramón están rebosados de emigrados de la isla.
Días atrás, las autoridades costarricenses, con la cooperación de la Iglesia Católica en el cantón de San Ramón, a una hora de viaje de San José, decidieron habilitar otro albergue con capacidad para 280 personas.
Los cubanos que llegan en ómnibus desde Paso Canoas deben pagar $15 por el boleto. Martí Noticias pudo constatar que al menos tres docenas de migrantes se encuentran durmiendo sobre cartones en el piso del paradero.
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La incertidumbre es la mayor preocupación de los cubanos.
Mientras algunos esperan en hostales o a la intemperie una decisión que escapa de sus manos, otros, que ya cuentan el dinero por centavos, dispusieron albergarse en un refugio habilitado en la parroquia La Pastoral, en el condado de San Ramón.
Después de las 2:30 p.m., un funcionario de inmigración entregó sus pasaportes a los cubanos que deseaban marcharse a uno de los centros de acogida, donde las autoridades les garantizan tres comidas calientes al día.
A la hora de abordar el bus, alrededor de 50 migrantes cubanos se despedían de sus compatriotas que por falta de dinero, o simplemente por una decisión personal, optaban por quedarse en el poblado fronterizo de Paso Canoas.
Durante el trayecto de seis horas, entre cerros escalpados y un paisaje montañoso coronado por volcanes inactivos, muchos cubanos dormitaban, escuchaban música en sus celulares o conversaban con su familia en Cuba usando los datos de internet de las líneas de teléfonos que adquieren localmente.
A mitad de camino, el ómnibus fue detenido en un punto de control. Un policía costarricense revisó los pasaportes y, en tono respetuoso,
alertó al grupo que no intentaran entrar ilegalmente a Nicaragua. La otra parada del bus fue en un comercio a orillas de la carretera, donde los inmigrantes estiraron las piernas y muchos miraban las mercancías que pocos pudieron comprar por su alto costo y finanzas en números rojos.
El grupo de cubanos llegó al albergue rayando las 10:00 p.m., hora local, donde unos 30 voluntarios de la iglesia, la Cruz Roja y el sacerdote Gravin Hidalgo los esperaban para atenderlos.
Ayer, los náufragos en tierra de Costa Rica cenaron sopa, huevos revueltos, plátano y jugo de naranja. Luego fueron alojados en habitaciones con cuatro camas individuales.
Según el P. Hidalgo se "quiere que las familias o grupos de amigos permanezcan juntos". Pero el goteo imparable de cubanos que escapan del socialismo tropical de los hermanos Castro le preocupa al párroco costarricense.
"Acá ya tenemos más de 280 personas. Hemos tenido que habilitar literas en una sala para poder atenderlos". El trato exquisito y el detalle de situar una imagen de la Virgen de la Caridad, patrona de Cuba, provocó las felicitaciones por parte de los emigrados cubanos.
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"Algunos me han comentado emocionados que ellos hicieron la travesía con collares de la Virgen de la Caridad como amuletos. Incluso, uno de los cubanos que atendemos en el refugio me regaló una piedra recogida por él en el Santuario del Cobre, en Santiago de Cuba. Ese gesto para mí ha sido un regalo muy valioso. Esperamos atender a los cubanos todo el tiempo que permanezcan en San Ramón. La sociedad civil de la ciudad, la Iglesia y las autoridades se congratulan de prestar esa ayuda", apuntó el sacerdote Hidalgo.
Pero la buena voluntad puede desbordar la asistencia humanitaria en un país pequeño, que no cuenta con ejército y dispone de recursos financieros limitados.
Wilfredo Segura, migrante cubano, reconoce el buen trato recibido y dice: "En ningún otro país nos han tratado como en Costa Rica".
Mientras, allá, en Paso Canoas, los cubanos siguen llegando.
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