La nueva aristocracia cubana, como dijera en su momento el yugoslavo Milovan Djila, solo ha servido para sustituir a las clases dirigentes desplazadas.
Cuba en el presente es gobernada como una gigantesca corporación en la que el monopolio de su dirección radica en el poder político de sus directivos.
La dictadura carismática mutó a burocrática y los funcionarios que experimentan el poder, también son muy entusiasta de los privilegios que del mando puedan derivarse.
Este último aspecto es clave para tratar de entender que los eventuales cambios en la isla estarán limitados por los perjuicios que puedan causar en las prerrogativas de la clase dirigente.
La gerontocracia cubana, en particular la que asumió el control de la República en 1959, junto a los burócratas, antiguos y recientes, han dejado atrás los tiempos en que aparentaban vivir austeramente, mientras el pueblo era sepultado en la miseria. Los dirigentes consideran que los peligros que corrieron y los esfuerzos que realizaron para controlar el país por más de cinco décadas, sumado a los riesgos que significaba involucrarse activamente en las ambiciones imperiales del Comandante en Jefe, deben ser retribuidos, así que han decidido disfrutar de las ventajas materiales que se derivan del poder.
La nueva aristocracia cubana, como dijera en su momento el yugoslavo Milovan Djila, solo ha servido para sustituir a las clases dirigentes desplazadas, pero sin la capacidad de crear riquezas que aquellas tenían.
La nomenclatura que impuso o se incorporó al totalitarismo gusta en el presente de una vida confortable, casas, autos y en particular viajar al extranjero, pero como es lógico también están muy interesados en que sus hijos y nietos puedan cursar altos estudios, o al menos disfrutar de lo que ellos construyeron encarcelando, matando, y conculcando los derechos más elementales a los ciudadanos que no se plegaron al pensamiento y a la autoridad del nuevo orden que se impuso en la isla en enero de 1959.
Muchos de los hijos y nietos de estos generales y doctores residen en el extranjero disfrutando de los bienes que sus parientes adquirieron gracias a su obediencia y aportes a la dictadura. Otros estudian en universidades de países capitalistas o simplemente viajan sin restricciones de ninguna clase.
No faltan los que trabajan en corporaciones extranjeras radicadas en la isla. Buenos salarios, mejores relaciones y un futuro independiente de la política, pero sí consecuencia de esta.
También están los que con espíritu emprendedor han montado negocios propios, lo que obliga a preguntarse de dónde sacaron los bienes para poder tener independencia económica. Sin dudas que el progreso del negocio puede ser consecuencia del talento y los esfuerzos, pero es muy posible una mano amiga les haya hecho llegar los recursos necesarios para echar a andar el proyecto que promueven.
Muchas costosas reliquias de la cultura cubana están diseminadas por el mundo, por lo que es legítimo preguntarse quién y cómo la sacaron de un país donde todo está controlado por el gran hermano, o uno de sus primos.
Por supuesto que hay hijos y nietos de dirigentes cubanos que enfrentan dificultades como cualquier hijo del vecino, porque no cuentan con la generosidad de sus padres o parientes, ya que tuvieron el coraje de condenar el régimen de oprobio que sus familiares ayudaron a construir.
La corporación Gobierno de Cuba, Ltd. está presidida por Raúl Castro, y su junta de accionistas la integran generales, dirigentes del partido y doctores, todos muy celosos de sus prerrogativas por lo que están listos para impedir cualquier ajuste que le reste equilibrio al entramado que les garantiza poder, riquezas e impunidad. Es razonable suponer que si bien el sucesor en jefe exterioriza la mayor autoridad, nunca podrá gobernar al estilo de su hermano, y deberá conciliar sus intereses y criterios a los del resto de su directorio, quienes por lógica política no favorecerán un cambio radical que puede afectar las inmunidades de que disfrutan.
A pesar de la importancia e influencia de cada integrante del entramado principal, no se puede obviar que hasta el momento Raúl tiene la llave de los truenos. A falta de su hermano es el único con capacidad para mantener la casa en orden y por eso es de suponer que sus asociados, más que ningún otro sector en la sociedad, han trabajar a favor de un proceso de ajustes lentos, sin traumas, que permita la emergencia de nuevos líderes suficientemente comprometidos con el pasado, para que no inicien un proceso de cambio que se sabe cómo empieza pero no como termina.
En la memoria colectiva de la nomenclatura castrista está presente el proceso que condujo a la extinción de la Unión Soviética por lo que no están dispuestos a permitir que afloren contradicciones internas y conflictos entre poderes que pongan en riesgos sus respectivas sinecuras.
Todos están consciente que el modelo ideológico y político sobre el que decían gobernar ha fracasado, pero también tienen pleno conocimiento de que para que el régimen sobreviva sigue siendo necesario que un individuo, solo un individuo, como en la era de Fidel, ostente el verdadero poder.
La dictadura carismática mutó a burocrática y los funcionarios que experimentan el poder, también son muy entusiasta de los privilegios que del mando puedan derivarse.
Este último aspecto es clave para tratar de entender que los eventuales cambios en la isla estarán limitados por los perjuicios que puedan causar en las prerrogativas de la clase dirigente.
La gerontocracia cubana, en particular la que asumió el control de la República en 1959, junto a los burócratas, antiguos y recientes, han dejado atrás los tiempos en que aparentaban vivir austeramente, mientras el pueblo era sepultado en la miseria. Los dirigentes consideran que los peligros que corrieron y los esfuerzos que realizaron para controlar el país por más de cinco décadas, sumado a los riesgos que significaba involucrarse activamente en las ambiciones imperiales del Comandante en Jefe, deben ser retribuidos, así que han decidido disfrutar de las ventajas materiales que se derivan del poder.
La nueva aristocracia cubana, como dijera en su momento el yugoslavo Milovan Djila, solo ha servido para sustituir a las clases dirigentes desplazadas, pero sin la capacidad de crear riquezas que aquellas tenían.
La nomenclatura que impuso o se incorporó al totalitarismo gusta en el presente de una vida confortable, casas, autos y en particular viajar al extranjero, pero como es lógico también están muy interesados en que sus hijos y nietos puedan cursar altos estudios, o al menos disfrutar de lo que ellos construyeron encarcelando, matando, y conculcando los derechos más elementales a los ciudadanos que no se plegaron al pensamiento y a la autoridad del nuevo orden que se impuso en la isla en enero de 1959.
Muchos de los hijos y nietos de estos generales y doctores residen en el extranjero disfrutando de los bienes que sus parientes adquirieron gracias a su obediencia y aportes a la dictadura. Otros estudian en universidades de países capitalistas o simplemente viajan sin restricciones de ninguna clase.
No faltan los que trabajan en corporaciones extranjeras radicadas en la isla. Buenos salarios, mejores relaciones y un futuro independiente de la política, pero sí consecuencia de esta.
También están los que con espíritu emprendedor han montado negocios propios, lo que obliga a preguntarse de dónde sacaron los bienes para poder tener independencia económica. Sin dudas que el progreso del negocio puede ser consecuencia del talento y los esfuerzos, pero es muy posible una mano amiga les haya hecho llegar los recursos necesarios para echar a andar el proyecto que promueven.
Muchas costosas reliquias de la cultura cubana están diseminadas por el mundo, por lo que es legítimo preguntarse quién y cómo la sacaron de un país donde todo está controlado por el gran hermano, o uno de sus primos.
Por supuesto que hay hijos y nietos de dirigentes cubanos que enfrentan dificultades como cualquier hijo del vecino, porque no cuentan con la generosidad de sus padres o parientes, ya que tuvieron el coraje de condenar el régimen de oprobio que sus familiares ayudaron a construir.
La corporación Gobierno de Cuba, Ltd. está presidida por Raúl Castro, y su junta de accionistas la integran generales, dirigentes del partido y doctores, todos muy celosos de sus prerrogativas por lo que están listos para impedir cualquier ajuste que le reste equilibrio al entramado que les garantiza poder, riquezas e impunidad. Es razonable suponer que si bien el sucesor en jefe exterioriza la mayor autoridad, nunca podrá gobernar al estilo de su hermano, y deberá conciliar sus intereses y criterios a los del resto de su directorio, quienes por lógica política no favorecerán un cambio radical que puede afectar las inmunidades de que disfrutan.
A pesar de la importancia e influencia de cada integrante del entramado principal, no se puede obviar que hasta el momento Raúl tiene la llave de los truenos. A falta de su hermano es el único con capacidad para mantener la casa en orden y por eso es de suponer que sus asociados, más que ningún otro sector en la sociedad, han trabajar a favor de un proceso de ajustes lentos, sin traumas, que permita la emergencia de nuevos líderes suficientemente comprometidos con el pasado, para que no inicien un proceso de cambio que se sabe cómo empieza pero no como termina.
En la memoria colectiva de la nomenclatura castrista está presente el proceso que condujo a la extinción de la Unión Soviética por lo que no están dispuestos a permitir que afloren contradicciones internas y conflictos entre poderes que pongan en riesgos sus respectivas sinecuras.
Todos están consciente que el modelo ideológico y político sobre el que decían gobernar ha fracasado, pero también tienen pleno conocimiento de que para que el régimen sobreviva sigue siendo necesario que un individuo, solo un individuo, como en la era de Fidel, ostente el verdadero poder.