La Habana debe sumarse al clamor internacional por la desnuclearización de Pyongyang.
No sé si a finales del siglo pasado, Julio Acanda, entonces un joven y ambicioso corresponsal televisivo en la Isla de la Juventud, esperaba ubicarse como mascarón de proa en la ruta de las relaciones internacionales del gobierno comunista. Allá donde vaya este hombre de talento, vasta cultura y disciplina, cronista por excelencia de los informativos de la televisión cubana, se establecen los derroteros de la cancillería.
Por si no me sé explicar, recuerden.
Cuando el gobierno noruego se desentendió de las fuerzas prodemocráticas en Cuba, a favor de sus intereses petroleros en la estatal EstatoOil, o por su interés en mantener el diálogo con todas las partes como dicen sus diplomáticos, pero también de buscar mecanismos de cooperación con el gobierno en áreas de desastre, como por ejemplo Haití y todo el Caribe, Acanda recibió una invitación para ir a Oslo, la capital noruega. Y no solo eso. También recibió el permiso del Ministerio del Interior y el Departamento Ideológico del Partido Comunista para viajar, en una época -que ahora parece absurda- en que se exigía a los cubanos pedir permiso para salir al exterior.
Como buen profesional, Acanda García, este cronista de viajes autorizado, que no el único, se fue a narrar historias sobre la capital de los vikingos (conocida también como la Tiggerstaden por el escritor Knut Hamsum) y otros fjord adyacentes en el Kongeriket Noreg.
Los resultados fueron satisfactorios. Noruega elevó por ese tiempo su legación en La Habana al rango de embajada, se firmaron acuerdos de cooperación sobre el tema de prevención de desastres, desarrollo de proyectos de seguridad alimentaria y de la asistencia logística a los médicos cubanos que trabajan en otros países en esquemas de cooperación internacional, lo que incluyó la visita de ministros nórdicos al trópico.
Un tiempo después, el gobierno polaco también quiso mejorar las relaciones con su par cubano. Desde la salida de la agregada cultural Malgorzata Groman, a mediados de la pasada década, se hacían algunos esfuerzos culturales, sobre todo en el espacio teatral y cinematográfico. Una semana de cine por aquí, una lectura de obras de teatro por allá. Step by step. Hasta que la sección de prensa y cultura de su embajada tramitó una invitación a Varsovia al inefable Julio Acanda.
En poco tiempo y con las debidas autorizaciones, Acanda se fue a una Varsovia fría y gris, que tuvimos la oportunidad de ver a través de sus crónicas en el informativo del horario estelar del domingo. Paseó por Varsovia y Cracovia, hablaba de la cultura polaca, los campos de concentración alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, y la Virgen Negra de Czestochowa.
Pero pasó por alto la ciudad de Gdansk, los astilleros Lenin y el sindicato libertario Solidarnosc. Como dice el refrán castellano, "del lobo, un pelo". Pero, las relaciones entre los gobiernos de Cuba y Polonia, mejoraron.
En este verano, Julio Acanda acaba de regresar de la República de Corea. Cruzó medio mundo, vía Moscú, para cubrir una de las actividades internacionales de la Sociedad Cultural "José Martí", este nuevo engendro, mitad servicio de inteligencia, mitad grupo de presión internacional, que bajo el objetivo público de promover la obra martiana y la cultura cubana, expande sus áreas de incidencias.
Fuentes de la Sociedad Cultural informan que desde hace tres años grupos culturales visitan Corea bajo esa sombrilla, y en especial, sin precisar, una de las siete universidades de la ciudad de Daegu.
Para esta ocasión, además de Acanda, hicieron el largo viaje dos de los vicepresidentes de la Asociación, Amaury Echevarría y Carlos Almaguer, lo que implica la importancia que le da la Sociedad a su presencia allí, o las ganas de los burócratas de viajar y traer pacotilla.
Según fuentes anónimas, el patrocinador del largo viaje es MOFA, una de esas empresas fantasmas que controla el ejército cubano.
Opino que es importante restablecer las relaciones diplomáticas con la República de Corea y soy partidario de la pronta concreción de ese puente diplomático. Dejar atrás el mal romance con la sangrienta monarquía norcoreana, que demostró recientemente, con el incidente en Panamá del buque Chong Chon Gang, los problemas que acarrea. Y entiéndase, no libero de culpa al gobierno militar cubano por vender armas a Pyongyang.
La Habana debe sumarse al clamor internacional por la desnuclearización de Pyongyang, la búsqueda de un arreglo pacífico del diferendo y la reunificación bajo la bandera de la democracia de la península y la nación coreana.
La "actualización del modelo", como llama la propaganda oficial a los cambios que ocurren en el país, debe llegar, además de las relaciones con los Estados Unidos, a otros países que como Corea o Israel, están interesados en desarrollar relaciones de mutuo beneficio.
Mientras tanto y el gobierno se da cuenta de la importancia de esas nuevas relaciones, esperaré gustoso ante el televisor las imágenes de las próximas crónicas de Julio Acanda, desde Seúl y Daegu, trasmitidas en el noticiero de las ocho de la noche en los próximos domingos.
(Publicado originalmente en Primavera Digital el 5 de septiembre de 2013)
Por si no me sé explicar, recuerden.
Cuando el gobierno noruego se desentendió de las fuerzas prodemocráticas en Cuba, a favor de sus intereses petroleros en la estatal EstatoOil, o por su interés en mantener el diálogo con todas las partes como dicen sus diplomáticos, pero también de buscar mecanismos de cooperación con el gobierno en áreas de desastre, como por ejemplo Haití y todo el Caribe, Acanda recibió una invitación para ir a Oslo, la capital noruega. Y no solo eso. También recibió el permiso del Ministerio del Interior y el Departamento Ideológico del Partido Comunista para viajar, en una época -que ahora parece absurda- en que se exigía a los cubanos pedir permiso para salir al exterior.
Como buen profesional, Acanda García, este cronista de viajes autorizado, que no el único, se fue a narrar historias sobre la capital de los vikingos (conocida también como la Tiggerstaden por el escritor Knut Hamsum) y otros fjord adyacentes en el Kongeriket Noreg.
Los resultados fueron satisfactorios. Noruega elevó por ese tiempo su legación en La Habana al rango de embajada, se firmaron acuerdos de cooperación sobre el tema de prevención de desastres, desarrollo de proyectos de seguridad alimentaria y de la asistencia logística a los médicos cubanos que trabajan en otros países en esquemas de cooperación internacional, lo que incluyó la visita de ministros nórdicos al trópico.
Un tiempo después, el gobierno polaco también quiso mejorar las relaciones con su par cubano. Desde la salida de la agregada cultural Malgorzata Groman, a mediados de la pasada década, se hacían algunos esfuerzos culturales, sobre todo en el espacio teatral y cinematográfico. Una semana de cine por aquí, una lectura de obras de teatro por allá. Step by step. Hasta que la sección de prensa y cultura de su embajada tramitó una invitación a Varsovia al inefable Julio Acanda.
En poco tiempo y con las debidas autorizaciones, Acanda se fue a una Varsovia fría y gris, que tuvimos la oportunidad de ver a través de sus crónicas en el informativo del horario estelar del domingo. Paseó por Varsovia y Cracovia, hablaba de la cultura polaca, los campos de concentración alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, y la Virgen Negra de Czestochowa.
Pero pasó por alto la ciudad de Gdansk, los astilleros Lenin y el sindicato libertario Solidarnosc. Como dice el refrán castellano, "del lobo, un pelo". Pero, las relaciones entre los gobiernos de Cuba y Polonia, mejoraron.
En este verano, Julio Acanda acaba de regresar de la República de Corea. Cruzó medio mundo, vía Moscú, para cubrir una de las actividades internacionales de la Sociedad Cultural "José Martí", este nuevo engendro, mitad servicio de inteligencia, mitad grupo de presión internacional, que bajo el objetivo público de promover la obra martiana y la cultura cubana, expande sus áreas de incidencias.
Fuentes de la Sociedad Cultural informan que desde hace tres años grupos culturales visitan Corea bajo esa sombrilla, y en especial, sin precisar, una de las siete universidades de la ciudad de Daegu.
Para esta ocasión, además de Acanda, hicieron el largo viaje dos de los vicepresidentes de la Asociación, Amaury Echevarría y Carlos Almaguer, lo que implica la importancia que le da la Sociedad a su presencia allí, o las ganas de los burócratas de viajar y traer pacotilla.
Según fuentes anónimas, el patrocinador del largo viaje es MOFA, una de esas empresas fantasmas que controla el ejército cubano.
Opino que es importante restablecer las relaciones diplomáticas con la República de Corea y soy partidario de la pronta concreción de ese puente diplomático. Dejar atrás el mal romance con la sangrienta monarquía norcoreana, que demostró recientemente, con el incidente en Panamá del buque Chong Chon Gang, los problemas que acarrea. Y entiéndase, no libero de culpa al gobierno militar cubano por vender armas a Pyongyang.
La Habana debe sumarse al clamor internacional por la desnuclearización de Pyongyang, la búsqueda de un arreglo pacífico del diferendo y la reunificación bajo la bandera de la democracia de la península y la nación coreana.
La "actualización del modelo", como llama la propaganda oficial a los cambios que ocurren en el país, debe llegar, además de las relaciones con los Estados Unidos, a otros países que como Corea o Israel, están interesados en desarrollar relaciones de mutuo beneficio.
Mientras tanto y el gobierno se da cuenta de la importancia de esas nuevas relaciones, esperaré gustoso ante el televisor las imágenes de las próximas crónicas de Julio Acanda, desde Seúl y Daegu, trasmitidas en el noticiero de las ocho de la noche en los próximos domingos.
(Publicado originalmente en Primavera Digital el 5 de septiembre de 2013)