Cien años después que la revolución bolchevique estrenó en Rusia el marxismo como experimento socio político para crear un hombre nuevo despojado de su esencia espiritual, el saldo de víctimas de la persecución religiosa llega hasta nuestros días en países bajo el control del comunismo.
Dicho de una manera más simple, las causas radican en que para la filosofía marxista la religión es “el opio del pueblo”, aliada del régimen que propone suprimir.
“Se necesita la abolición de la religión entendida como felicidad ilusoria del pueblo para que pueda darse su felicidad real”, escribió Carlos Marx en el ensayo titulado. Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, publicado en 1844.
La aplicación de esta concepción filosófica, impuesta por Vladimir I. Lenin, y sus sucesores en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), terminó encontrando culpables a los creyentes, a quienes persiguió, encarceló y dio muerte.
Para Lenin “todas las formas de religión son órganos de reacción burguesa llamados a defender la explotación de la clase obrera… la opresión religiosa es una de las formas de consolidar la explotación económica”, (Acerca de la Religión, que reúne 10 seleccionados por el Instituto de Marxismo-Leninismo, del Partido Socialista de la Unión Soviética, publicados en 1965).
El conflicto del comunismo con los creyentes tiene una raíz ideológica, de la cual esa ideología no se ha despojado, ni siquiera en sus versiones más tolerantes.
Cuando el 19 de marzo de 1937 Pio XI publicaba su carta encíclica “Divini Redemptoris” sobre el comunismo ateo.
Solo cuatro Partidos Comunistas gobiernan hoy en el mundo, cada uno con características propias, aunque tres de ellos, China, Corea del Norte y Vietnam mantienen la intolerancia religiosa, heredadas del marxismo leninismo que durante 75 años imperó en la Unión Soviética y se instaló en Europa Oriental tras la Segunda Guerra Mundial.
En Cuba el enfrentamiento violento del régimen comunista contra los creyentes se produjo en los dos primeros años de la revolución y aunque no hubo mártires, en el sentido estricto del término, el castrismo desmanteló las instituciones religiosas, expulsó del país a cientos de religiosos y religiosas y a más de un centenar de sacerdotes.
El obispo húngaro Vilmos Apor, beatificado por Juan Pablo II en 1997, fue el primer mártir del comunismo en ser reconocido por la Iglesia Católica. Desde entonces, cerca de 80 mártires del comunismo han sido beatificados.
El número es relativamente pequeño si se le compara con los cientos de mártires reconocidos por la Iglesia, durante las persecuciones ocurridas en la Revolución Mexicana o la Guerra Civil de España.
Los especialistas lo explican por la falta de documentación que requieren los casos de beatificación. Quedaron pocos testigos de la persecución sufrida por los cristianos en la URSS.
En Rusia hay en la actualidad cerca de 16 procesos de beatificación de mártires católicos en marcha, mientras que los ortodoxos han beatificado ya a 2.000 mártires.
RUSIA
Nadie sabe cuántos cristianos murieron por su fe entre 1917 y 1989, nadie tiene el número exacto, pero sí hay algunas aproximaciones, asegura el historiador Jonathan Luxmoore, autor de un estudio de más de 1.000 páginas que se ha convertido ya en un referente sobre los cristianos perseguidos en la antigua URSS: The God of the Gulag (El Dios del Gulag).
“Sabemos que murieron cerca de 110.000 sacerdotes ortodoxos en las dos primeras décadas. Y con respecto a los católicos, tenemos datos solo de Rusia: 421 sacerdotes y 962 laicos ejecutados. Si incluyes toda la URSS y los países del este, salen muchos miles más”, afirmó Luxmoore en una entrevista publicada por la revista Alfa y Omega, el pasado mes de junio.
Según cifras oficiales publicada por el gobierno ruso en 1995, a través de la Comisión Estatal de Rusia, 45,000 templos ortodoxos fueron destruidos y aproximadamente 200,000 sacerdotes, monjes y monjas cristianos fueron asesinados en la Unión Soviética entre 1917 y 1985. En su mayor parte eran ortodoxos, seguidos de católicos y miembros de la Iglesia Greco-Romana y ya, a mucha distancia, las víctimas pertenecían a la religión judía e incluso al islam.
“Las vicisitudes por las que pasaron los cristianos –las persecuciones, sus historias de martirio– cambiaron mucho a lo largo de los años. En el período bolchevique de los primeros años del comunismo, los perseguidores simplemente iban a las iglesias y mataban a los que se encontraban allí. Durante las décadas siguientes, la persecución fue siendo cada vez más sofisticada.
“A mí me ha impactado el martirio de uno de los primeros mártires de la persecución, el padre Konstantin Budkievich, que organizó la resistencia pacífica ante la campaña antirreligiosa de los bolcheviques, quienes al final lo dispararon mientras bajaba las escaleras de la cárcel de la Lubianka, la noche de la vigilia pascual de 1923. O el de Yanina Yandowska, una mujer ucraniana en silla de ruedas que fue fusilada después de un breve juicio simplemente por organizar un pequeño grupo para rezar el rosario en su casa. O el más conocido de Jerzy Popieluszko, asesinado en 1984”, afirmó a la publicación mencionada.
Estudios realizados sobre la suerte de unos 2,000 católicos rusos rusos, revelados a fines de la década del 90, aseguran que 422 sacerdotes fueron asesinados, y hasta un tercio de esos cristianos ultimados durante la Gran Purga ordenada por Stalin en 1937-38. En ese período 1,240 templos católicos fueron convertidos en mercados, almacenes, y urinarios públicos, según el diario Catholic Herald.
La Iglesia ortodoxa es la principal en Rusia y con ella se identifica alrededor del 75% de la población, según varias encuestas, la última de 2012 llevada a cabo por la organización Levada y publicada por el Departamento Sinodal para la Caridad y el Ministerio Social de la Iglesia Ortodoxa Ruso (Pravmir).
Con la llegada del comunismo a la Unión Soviética, la Iglesia Católica perdió su estatus jurídico, el cual recobró en 1991 tras la caída del régimen soviético.
En Rusia hay unos 790.000 católicos atentidos por 270 sacerdotes distribuidos en unas 300 parroquias en todo el país. Existe un solo seminario, el Seminario Mayor María Reina de los Apóstoles en San Petersburgo, y cuatro diócesis, que por el tamaño de Rusia son las de mayor territorio en el mundo.
La Iglesia Católica en Rusia aún enfrenta desafíos como la recuperación de propiedades todavía en poder de las autoridades y la prohibición de entrada al país de sacerdotes católicos extranjeros.