Un especialista en asuntos continentales se refiere a la jovial reunión de líderes democráticos de la región en la Cuba no democrática.
El especialista en asuntos interamericanos José Cárdenas titula “En Paz Descanse la Carta Democrática Interamericana” un artículo en la revista Foreign Policy sobre la celebración en La Habana de la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC
Cárdenas señala que la jovial reunión de líderes de la región en la Cuba no democrática supone el sepelio del histórico documento suscrito por todos los países del Hemisferio Occidental en septiembre del 2011, y que estableció como norma que “los pueblos de las Américas tienen derecho a la democracia, y sus gobiernos, la obligación de promoverla y defenderla”
Casi 13 años después la carta se ha vuelto iinsignificante, y lo peor –señala el autor— es que a nadie parece importarle.
Cárdenas recuerda que las dligencias para crear la CELAC con la expresa intención de excluir a EE.UU. y Canadá, fueron encabezadas por el finado presidente de Venezuela Hugo Chávez. Hoy Raúl Castro está a punto de concluir un año al frente del organismo, a pesar de que para ser miembro de la CELAC un gobierno tiene que “respetar los derechos humanos y las libertades fundamentales”
Buscando ilustrar cómo se prepara el régimen castrista para el cónclave, el articulista cita a la bloguera cubana Yoani Sánchez en su bitácora Generación Y:
“Se le ha advertido a esa Habana clandestina y oficialmente 'impresentable' que debe estarse quieta, muy quieta. Los pordioseros están siendo recluidos hasta que pase la Cumbre; los proxenetas, avisados de que mantengan controlados a sus chicas y chicos, mientras miembros de la policía política visitan las casas de los opositores. El mercado ilegal está también en jaque. ‘Tranquilos, tranquilitos’, repiten los policías en tono amenazante, sin dejar nunca por escrito su notificación”.
El colaborador de Foreign Policy anticipa que, aunque la valiente comunidad disidente de Cuba ha anunciado la celebración en La Habana de un foro paralelo sobre la democracia, los participantes en la cumbre "se saltarán durante su viaje a Cuba la práctica diplomática internacional de reunirse con líderes de la oposición y grupos de la sociedad civil independiente".
Concluye diciendo José Cárdenas que la mascarada de La Habana demuestra que que el culto a Chávez todavía se cierne sobre la región como una plaga, y que ya no basta que los líderes serios continúen mostrando una atildada aquiescencia ante las barrabasadas de los altisonantes e irresponsables populistas del continente y sus agendas retrógradas.
Cárdenas señala que la jovial reunión de líderes de la región en la Cuba no democrática supone el sepelio del histórico documento suscrito por todos los países del Hemisferio Occidental en septiembre del 2011, y que estableció como norma que “los pueblos de las Américas tienen derecho a la democracia, y sus gobiernos, la obligación de promoverla y defenderla”
Casi 13 años después la carta se ha vuelto iinsignificante, y lo peor –señala el autor— es que a nadie parece importarle.
Cárdenas recuerda que las dligencias para crear la CELAC con la expresa intención de excluir a EE.UU. y Canadá, fueron encabezadas por el finado presidente de Venezuela Hugo Chávez. Hoy Raúl Castro está a punto de concluir un año al frente del organismo, a pesar de que para ser miembro de la CELAC un gobierno tiene que “respetar los derechos humanos y las libertades fundamentales”
Buscando ilustrar cómo se prepara el régimen castrista para el cónclave, el articulista cita a la bloguera cubana Yoani Sánchez en su bitácora Generación Y:
“Se le ha advertido a esa Habana clandestina y oficialmente 'impresentable' que debe estarse quieta, muy quieta. Los pordioseros están siendo recluidos hasta que pase la Cumbre; los proxenetas, avisados de que mantengan controlados a sus chicas y chicos, mientras miembros de la policía política visitan las casas de los opositores. El mercado ilegal está también en jaque. ‘Tranquilos, tranquilitos’, repiten los policías en tono amenazante, sin dejar nunca por escrito su notificación”.
El colaborador de Foreign Policy anticipa que, aunque la valiente comunidad disidente de Cuba ha anunciado la celebración en La Habana de un foro paralelo sobre la democracia, los participantes en la cumbre "se saltarán durante su viaje a Cuba la práctica diplomática internacional de reunirse con líderes de la oposición y grupos de la sociedad civil independiente".
Concluye diciendo José Cárdenas que la mascarada de La Habana demuestra que que el culto a Chávez todavía se cierne sobre la región como una plaga, y que ya no basta que los líderes serios continúen mostrando una atildada aquiescencia ante las barrabasadas de los altisonantes e irresponsables populistas del continente y sus agendas retrógradas.