Pienso que a Corzo, un periodista de actualidades y de mucha honradez propia, le faltó en su trabajo la propia naturaleza del personaje en cuestión –el cardenal Ortega– que nuestro amigo conoce sólo por intervenciones y referencias negativas de terceros, no directamente.
Claro, parece que se ha puesto de moda hablar del Cardenal cubano en términos críticos negativos, pues aquí van algunos de mis puntos de vista que debo compartir con todos.
Debo aclarar que el cardenal Jaime Ortega es un representante digno de la Iglesia Católica cubana, no es todo el cuerpo de la Iglesia. Por lo tanto, tiene derecho a aciertos y errores propios, como todos nosotros. No creo realmente que un cardenal, con la lógica responsabilidad eclesial que eso implica, pueda ser un hombre de silencios, como insinúa Corzo.
Añadir, como hace el amigo periodista, que Ortega escogió la vida eclesial más por conveniencia que por fe, me parece una intromisión irrespetuosa en la intimidad de un ser humano, que sólo Dios puede juzgar…
Si Corzo conociera a Ortega, no diría esto.
El amigo articulista lo menciona, pero no valora cuando Jaime Ortega estuvo preso en Cuba en los campos de concentración de la UMAC por las décadas primerizas del desastre comunista en nuestra isla.
Lo acusa de "genuflexo" cuando fue el cardenal Jaime Ortega la única voz que sirvió de intermediario para la liberación de los 75 presos de la Primavera del 2003 en Cuba, aunque Corzo no lo reconozca.
También fue Ortega la única voz que, en varias ocasiones muy puntuales, exigió al Gobierno de Raúl Castro que cesaran los maltratos a las Damas de Blanco. O se nos ha olvidado la excelente relación de agradecimiento de Laura Pollán y de Oscar Espinosa Chepe, entre otros disidentes cubanos, hacia el cardenal Jaime Ortega.
No tengo dudas de que ahora con estos 13 domingos seguidos de abusos y maltratos contra las Damas de Blanco, el cardenal Ortega ya haya intercedido a favor de ellas ante el gobernante Raúl Castro. Lo que pasa es que estas gestiones de la Iglesia no se publicitan a la ligera, mientras no se logre el objetivo. Además, la Iglesia no busca protagonismos políticos, esa no es su misión.
Añade Corzo que la crisis estructural de la dictadura cubana ha beneficiado el protagonismo de Ortega. Podría asegurarle al amigo que es todo lo contrario, el cardenal Ortega ha sufrido y sufre como nosotros la crisis cubana.
Sobre las declaraciones del Cardenal sobre que en Cuba no había presos políticos, el mismo Ortega aclaró que habían sido sacadas de contexto, porque él se refería al grupo de los 75, de los cuales es verdad que no queda ninguno en la prisión.
El Cardenal sabe perfectamente que en Cuba quedan otros presos políticos que no han sido liberados, pues él personalmente ha hecho gestiones diversas por la liberación de Ernesto Borges y por otros. Tal vez el único en toda Cuba que haya hecho esa gestión.
Repito, el cardenal Jaime Ortega no es la Iglesia Cubana, pero es una alta investidura de esa Iglesia dolida, sufrida y misionera que trabaja calladamente en Cuba con los niños en sus catequesis, con los ancianos en sus asilos, con los enfermos en sus dispensarios, con los necesitados en sus comedores, con las mujeres en sus cursos normalistas. Esto tampoco lo reconoce el amigo Corzo en su magnitud real.
La Iglesia Católica no es perfecta y además es pecadora, pero se preocupa junto al liderazgo del papa Francisco, en Cuba y en el resto del mundo, por salvar el medio ambiente, por fortalecer la familia, por proteger a los inmigrantes, por proclamar el diálogo como testimonio de salvación humana y por defender la alegría del Evangelio.
Te garantizo Corzo que, si conocieras al cardenal Jaime Ortega, la opinión que expresas sobre él, sería distinta. Ojalá algún día Dios me permita el alto privilegio de presentártelo. Conocerás en toda su integridad a un hombre de Dios.