El discurso de Capriles es más claro y firme en aspectos fundamentales de la campaña como es el intervencionismo castrista en los asuntos internos de Venezuela.
La presente campaña electoral que envuelve a los venezolanos tiene características inéditas, no solo porque falta el principal gestor del denominado Socialismo del Siglo XXI, Hugo Chávez, sino también porque la oposición, desde las perspectivas de muchos observadores, ha asumido una posición más radical y agresiva ante las propuestas del oficialismo.
Tal pareciera que el fallecido presidente Chávez ejercía un influjo sobre la capacidad de gestión de sus opositores. El desaparecido comandante presidente, una combinación a temer, fuerza armada y poder civil, no cesaba de agredir de la forma que le fuera más conveniente a cualquier opositor pero la mayoría de sus contrincantes, salvo honrosas excepciones, le ripostaban con cierta timidez, como reservando la artillería para un momento que nunca llegaba.
Siempre fue de notar la rapidez con la que los candidatos presidenciales reconocían su derrota, deber moral cuando se tiene la certeza que el fracaso se ha producido en buena lid y no como consecuencia del abuso de poder del ejecutivo.
De todos es conocido el ventajismo del chavismo. Usó a su antojo los recursos del estado para ganar votos y mantener bajo control a sus partidarios, persiguió a sus rivales policialmente, amenazaba o confiscaba a los empresarios que fueran en su contra y recurría a los medios de comunicación a su antojo, no permitiendo prácticamente a sus contrarios promover sus proyectos políticos.
Los gobiernos de Chávez fueron un desastre. Los derechos humanos y la economía entraron en plena bancarrota y la nación fue sometida a la influencia de los hermanos Castro, sin embargo no eran temas fundamentales en las campañas, era como si el populismo del difunto en alguna media se colara entre sus rivales.
Pero el enfrentamiento entre el presidente encargado, Nicolás Maduro y el candidato de la Mesa de la Unidad Democrática, Henrique Carriles Radonsky, difiere mucho del que Capriles, sostuviera con el difunto presidente Hugo Chávez en octubre del pasado año, al extremo que declaró que en la campaña anterior había tolerado muchos abusos y atropellos por parte del oficialismo.
Maduro, el candidato presidente, pretende imitar al desaparecido Hugo Chávez en los actos electorales, pero aunque el original, Chávez, no era ningún ser excepcional, no hay dudas que tenía un liderazgo peculiar que le permitía manipular a las masas y contener a los políticos que le retaban, condición con la que no cuenta su heredero, porque aunque se esfuerza por parecérsele con cuentos infantiles como el del pajarito, chabacanerías, bravuconadas e invocaciones mágicos religiosas, no posee las condiciones de liderazgo que ostentaba su comandante Chávez.
Maduro se ve como un minusválido político que recurre a la memoria de Caudillo para ganar votos, sin percatarse que mas allá del recuerdo que puedan tener sus partidarios del Jefe, nunca segundas partes fueron buenas aunque hay que reconocer que el original tampoco era excepcional.
Tal parece que la ausencia de Chávez aporta a la estrategia de la oposición una mayor confianza en el electorado y en consecuencia el discurso es más claro y firme en aspectos fundamentales de la campaña como es el intervencionismo castrista en los asuntos internos de Venezuela.
Demostrar la dimensión del intervencionismo cubano es fundamental para que el pueblo reconozca la traición de sus líderes, incluido Chávez. Destacar el enriquecimiento de la boliburguesia es clave y señalar a los corruptos por sus nombres es una obligación moral de los que quieren cambiar el país.
Un aspecto en la campaña de Carriles es que en esta ocasión no pretende robarle el discurso populista al chavismo. Está en el ruedo con su verdad, como dijera en su momento Winston Churchill.
Capriles al parecer ha decidido plantear que el país solo se levanta trabajando, con esfuerzo y responsabilidad y que un estado que todo lo resuelve no es viable, porque a la larga se llega al desastre que vive Venezuela.
Un factor importante que es herencia de otro caudillo, pero este si era excepcional, la frase de Napoleón Bonaparte de que la guerra era dinero, dinero y más dinero por lo que sería más que conveniente que los empresarios venezolanos que están contra el despotismo chavista inviertan en la campaña de Capriles Radonski, porque la victoria de Maduro por falta de recursos de su contrincante, será la soga que asfixiara su economía personal y eliminara la posibilidad de que el país se recupere en los muchos aspectos en que se ha deteriorado.
Vale el cambio de discurso y el resultado es el gigantesco apoyo popular y entusiasmo que demuestran los que se oponen al heredero de un golpista que llegó al poder porque confundió al pueblo, pero también porque un sector de la clase dirigente favoreció el cambio sin pensar cuales eran los beneficios a la nación del nuevo liderazgo. Algo similar ocurrió en Cuba.
Pero como hace unos pocos días expresaba un articulista. Es necesario organizar el voto, comprometer por medio de una red la participación electoral, contar con observadores en las mesas de votación, y hacer todo lo posible porque el Consejo Nacional Electoral, sea imparcial, algo realmente muy difícil de lograr pero que merece trabajarse con el voto masivo de la oposición si quieren democracia sin apellidos.
Tal pareciera que el fallecido presidente Chávez ejercía un influjo sobre la capacidad de gestión de sus opositores. El desaparecido comandante presidente, una combinación a temer, fuerza armada y poder civil, no cesaba de agredir de la forma que le fuera más conveniente a cualquier opositor pero la mayoría de sus contrincantes, salvo honrosas excepciones, le ripostaban con cierta timidez, como reservando la artillería para un momento que nunca llegaba.
Siempre fue de notar la rapidez con la que los candidatos presidenciales reconocían su derrota, deber moral cuando se tiene la certeza que el fracaso se ha producido en buena lid y no como consecuencia del abuso de poder del ejecutivo.
De todos es conocido el ventajismo del chavismo. Usó a su antojo los recursos del estado para ganar votos y mantener bajo control a sus partidarios, persiguió a sus rivales policialmente, amenazaba o confiscaba a los empresarios que fueran en su contra y recurría a los medios de comunicación a su antojo, no permitiendo prácticamente a sus contrarios promover sus proyectos políticos.
Los gobiernos de Chávez fueron un desastre. Los derechos humanos y la economía entraron en plena bancarrota y la nación fue sometida a la influencia de los hermanos Castro, sin embargo no eran temas fundamentales en las campañas, era como si el populismo del difunto en alguna media se colara entre sus rivales.
Pero el enfrentamiento entre el presidente encargado, Nicolás Maduro y el candidato de la Mesa de la Unidad Democrática, Henrique Carriles Radonsky, difiere mucho del que Capriles, sostuviera con el difunto presidente Hugo Chávez en octubre del pasado año, al extremo que declaró que en la campaña anterior había tolerado muchos abusos y atropellos por parte del oficialismo.
Maduro, el candidato presidente, pretende imitar al desaparecido Hugo Chávez en los actos electorales, pero aunque el original, Chávez, no era ningún ser excepcional, no hay dudas que tenía un liderazgo peculiar que le permitía manipular a las masas y contener a los políticos que le retaban, condición con la que no cuenta su heredero, porque aunque se esfuerza por parecérsele con cuentos infantiles como el del pajarito, chabacanerías, bravuconadas e invocaciones mágicos religiosas, no posee las condiciones de liderazgo que ostentaba su comandante Chávez.
Maduro se ve como un minusválido político que recurre a la memoria de Caudillo para ganar votos, sin percatarse que mas allá del recuerdo que puedan tener sus partidarios del Jefe, nunca segundas partes fueron buenas aunque hay que reconocer que el original tampoco era excepcional.
Tal parece que la ausencia de Chávez aporta a la estrategia de la oposición una mayor confianza en el electorado y en consecuencia el discurso es más claro y firme en aspectos fundamentales de la campaña como es el intervencionismo castrista en los asuntos internos de Venezuela.
Demostrar la dimensión del intervencionismo cubano es fundamental para que el pueblo reconozca la traición de sus líderes, incluido Chávez. Destacar el enriquecimiento de la boliburguesia es clave y señalar a los corruptos por sus nombres es una obligación moral de los que quieren cambiar el país.
Un aspecto en la campaña de Carriles es que en esta ocasión no pretende robarle el discurso populista al chavismo. Está en el ruedo con su verdad, como dijera en su momento Winston Churchill.
Capriles al parecer ha decidido plantear que el país solo se levanta trabajando, con esfuerzo y responsabilidad y que un estado que todo lo resuelve no es viable, porque a la larga se llega al desastre que vive Venezuela.
Un factor importante que es herencia de otro caudillo, pero este si era excepcional, la frase de Napoleón Bonaparte de que la guerra era dinero, dinero y más dinero por lo que sería más que conveniente que los empresarios venezolanos que están contra el despotismo chavista inviertan en la campaña de Capriles Radonski, porque la victoria de Maduro por falta de recursos de su contrincante, será la soga que asfixiara su economía personal y eliminara la posibilidad de que el país se recupere en los muchos aspectos en que se ha deteriorado.
Vale el cambio de discurso y el resultado es el gigantesco apoyo popular y entusiasmo que demuestran los que se oponen al heredero de un golpista que llegó al poder porque confundió al pueblo, pero también porque un sector de la clase dirigente favoreció el cambio sin pensar cuales eran los beneficios a la nación del nuevo liderazgo. Algo similar ocurrió en Cuba.
Pero como hace unos pocos días expresaba un articulista. Es necesario organizar el voto, comprometer por medio de una red la participación electoral, contar con observadores en las mesas de votación, y hacer todo lo posible porque el Consejo Nacional Electoral, sea imparcial, algo realmente muy difícil de lograr pero que merece trabajarse con el voto masivo de la oposición si quieren democracia sin apellidos.