Camila Rodríguez. Crónicas del acoso

La activista Camila Rodríguez.

“Cuando sean las 12 de la noche, habrá comenzado el sexto día de operativo policial en los bajos de mi casa, de limitación arbitraria (e ilegal) de movilidad. También, de acoso y provocación por parte de agentes de la Seguridad del Estado, cada vez que decido asomarme al balcón”, escribe en su cuenta de Twitter la activista cubana Camila Rodríguez.

Ella, conocida en redes como @interpuellas, es una de las integrantes de Justicia 11J, el equipo independiente creado para monitorear la situación de los presos políticos a raíz de las detenciones masivas tras las manifestaciones del pasado 11 de julio en Cuba.

El mensaje en la botella que se lance a ese mar infinito que es el ciber espacio, nunca se pierde; siempre encuentra a sus destinatarios, como ha sucedido con las alertas de Camila que encontraron eco en Erika Guevara-Rosas, directora para las Américas de Amnistía Internacional.

La abogada mexicana y defensora de los derechos humanos divulgó la denuncia en su cuenta de Twitter y escribió: "El acoso y las violaciones de Derechos Humanos contra activistas y periodistas independientes continúan en Cuba, profundizando la política de represión de Miguel Díaz-Canel. @interpuellas lleva seis días de operativo ilegal de la seguridad del Estado. Exigimos se respeten sus derechos humanos”.

Camila no puede salir a la calle. No se lo permiten pero, producto de esa conocida paradoja que habla del guardia prisionero del preso, ha dedicado su tiempo de encierro no a lamentarse, si no a observar; observar y escribir casi a manera de crónicas, un “diario del acoso” que descubre a sus vigilantes, colocándolos en la mirilla de sus seguidores en las redes sociales.


“Según me han hecho saber, aquí estaré “por mucho tiempo”, “diez años”. Tal vez, me tengan siempre como ahora: una patrulla y varias motos, dos patrullas y dos motos; una patrulla y una guagua… ya son varias las alineaciones en las que han venido a atemorizar”.

Analiza Rodríguez el “movimiento” del operativo callejero con más curiosidad que miedo; sin saberlo, sus vigilantes le han proporcionado la valiosa herramienta del tiempo. Tiempo para detenerse; para observarlos tal como el abismo observa a quien lo mira. Tiempo para reconocer y aprovechar el tiempo que ellos malgastan en vigilarla porque quienes la vigilan desconocen el valor del silencio, la quietud y el valor de ser el observador.

“La Seguridad del Estado pretende que así me aleje de las madres; están preocupados por las cercanías, los lazos que por ocho meses hemos creado en torno al dolor, están intentando que no las acompañe en su camino de denuncias y exigencias”, dice en referencia a su apoyo directo a los familiares de los presos del 11J, especialmente de los menores de edad.


“A pesar de que estamos dentro únicamente dos, en los bajos han mantenido una custodia desproporcionada: 5, 7 entre agentes y marianas. Entre los agentes, el mayor Luis, el primer teniente Ernesto, Denis (Yoel Osmany), imponiendo opinión sobre cómo hacer para vigilarme mejor”, escribe.

“Además de todo este despliegue de fuerzas y recursos para intentar que cese mi acompañamiento, me amenazan con hacerme legalmente responsable de cada actividad que las madres realicen de manera organizada, de los actos de protesta que puedan protagonizar…”

“…de cada visita a representación diplomática, de cada acción que, en resumen, lleve al espacio público su grito de “Libertad”. Así me lo hicieron saber durante el interrogatorio del día 18, en el que también me habían anunciado la vigilancia permanente en que me tienen”.

“Todo parece indicar que estaré aquí hasta que la S. E. se aburra, o hasta que se percate de que, a las madres de julio no les soy imprescindible en las calles, no les soy imprescindible en la casa, al supuesto movimiento de estas madres que dicen, intento crear…”

“…no les soy imprescindible en absoluto. Son 795 las familias que hoy están sintiendo, pero también pensando, cómo mejor hacer para lograr, por sus vías, la absolución, la libertad, la amnistía o cualquier fórmula que devuelva a sus hogares la estabilidad que el Estado les robó”.

“Sólo quien carece de sentido común desentiende que las madres llevan en sí el dolor más fiero, el más hondo, y que no habrá fuerza capaz de detenerlas cuando se les atraviese la idea de seguir, de no parar, sin importar amenazas, sin importar golpes”.

Camila nació en La Habana, en 1991. Nació cuando se suponía que ya debían ser sólidos los efectos alquímicos de la Revolución que se propuso crear al "Hombre Nuevo".

Se licenció en Letras Hispánicas en La Universidad de La Habana, donde también se supuso que sólo estudiarían generaciones de golems lobotomizados, con el estómago vacío y la mano en la frente gritando que eran pioneros, que estaban por el comunismo, y que serían como el Ché, o no serían nada.

Camila Rodríguez no es la excepción, pero sí forma parte de la nueva regla, esa con la que no contaron los patriarcas de la oscuridad.