“El mejor legado de un padre a sus hijos es un poco de tiempo”, dice el refrán. Y no existen dudas que Calixto Oviedo, el maestro percusionista cubano, ha dedicado la mayor parte de su vida a su hijo, Yulién, quien hoy, como él, es un renombrado artista a nivel global.
“Desde que abrí los ojos, siempre fue lo que vi: ambiente musical en mi casa, ambiente musical donde quiera que iba, y eso se lo debo a mi padre, que fue el que siempre me inculcó eso de pequeño”, afirmó el versátil joven de 35 años de edad, quien ha sido clasificado como “el músico más completo de la Cuba de hoy”.
Padre e hijo se han presentado juntos sobre la tarima en varias ocasiones, y coincidieron recientemente en el show de NAMM, en Los Ángeles, para deleitar a su audiencia con su singular sonido que fusiona diferentes géneros internacionales con toques criollos.
“He sido siempre un defensor de mis raíces, donde quiera que he estado”, declaró Calixto. “Yo viví casi 20 años en Escandinavia, y a los vikingos les llamaba la atención, y me escuchaban, y me decían, ‘Calixto, tú no has perdido tu sabor ni tu armonía’. Yo les decía: ‘eso no se puede perder nunca, porque la bandera siempre está en el corazón… y siempre hay que mantenerla arriba”, añadió.
Calixto Oviedo nació en el barrio habanero de La Víbora, el 14 de octubre de 1955. Su inclinación a la música se despertó a los dos años, cuando tocaba el violín mientras escuchaba a la Orquesta Aragón en la televisión. Tres años más tarde cambiaría el violín por los tambores, instrumento que lo llevaría a convertirse en uno de los percusionistas más geniales de la isla.
Según expertos, Oviedo “igual demuestra los ritmos tradicionales y contemporáneos en la batería y el timbal, desde el danzón legendario a la timba de hoy”.
“Mi padre, que en paz descanse, era tintorero, y mi mamá, artesana. Yo llegué a la música porque vino con la vocación, y gracias a grandes músicos. Mi papá trabajaba en el Hotel Nacional y yo, con cuatro o cinco años, me perdía a ver los ensayos, y un día, con ocho años, le dije al director: Yo me sé el show, quiero tocar. Se la jugó conmigo, y me senté en la batería, y toqué el show con un bin-ban, y después fue que empecé a estudiar la música”, recuerda Calixto.
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Hace casi cinco décadas desde ese día que marcó el inicio de una carrera ilustre para este habanero. Considerado un tesoro de la música cubana, Calixto ha formado parte de varias agrupaciones incluyendo su primera, Acheré, con el trombonista y arreglista, Hugo Morejón, el trompetista, José Miguel “El greco” Crego, y el bajista Omar Hernández, entre otros.
También fue integrante de la banda Adalberto y su Son, y de su favorita, NG La Banda, uno de los grupos más importantes de Cuba, representando una culminación de la mejor música de los años 80, y una serie de enérgicas innovaciones que ayudaron a definir el estilo “timba” de los años 90, y más allá.
Mientras Calixto sobrepasaba la estratósfera en el mundo de la música, el joven Oviedo seguía de cerca los talones de su talentoso padre. Yulién estudiaba percusión en el conservatorio Manuel Saumell, y luego en la ENA, pero nunca dejó de trabajar. Se incorporó a diferentes agrupaciones como NG La banda, Aché Junior, y La Charanga Habanera, esta última con solo 15 años de edad. Participó con su papá en diferentes giras alrededor del mundo, incluyendo con la de Buena Vista Social Club, y grabó varios discos junto a él.
Hoy, este prodigio experimenta con todo tipo de música, sea clásica, heavy metal, o reguetón. Explica que se nutre con la esencia de cada estilo, y que siempre añade aquel sello cubano, que lleva en su alma.
“Toda una vida me ha gustado el R&B, funk, soul, smooth jazz. Siempre me han gustado desde chiquito”, enfatizó. “Yo pienso que eso lo reflejo a la hora de hacer cualquier tipo de canción, de tomar el instrumento. Es como mi personalidad, ligar lo que es la cubanía con un poquito de esos géneros”.
Aunque no se ven todos los días, y la geografía los separa, (Yulién vive en Cuba, y Calixto en Estados Unidos), y sus distinguidas carreras a veces los lleva a diferentes regiones del mundo, padre e hijo continúan manteniendo fuertes lazos.
“No ha sido fácil”, puntualizó Yulién, pero aseguró que a pesar de la distancia la relación con su padre “ha sido la mejor en el mundo”.
Existe un refrán en inglés: “the apple doesn’t fall far from the tree”, que se traduce literalmente como “la manzana no cae lejos del árbol”. No hay dudas de que Yulién ha logrado triunfar mirándose en el espejo de su famoso y talentoso progenitor, quien a su vez nos confesó haber escuchado, en más de una ocasión como el público lo identifica como “el papá de Yulién”.
“Y yo me siento muy orgulloso… Esa es mi creación”, concluyó.