José Dirceu, igual que otros diez condenados, se aferra ahora a una postrera tabla de salvación, representada por unos últimos recursos aún no discutidos por la corte, que piden la celebración de un nuevo juicio.
José Dirceu, una leyenda de la izquierda brasileña y "hombre fuerte" del primer Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, quedó el jueves al borde de la cárcel después de que el Supremo rechazó sus primeras apelaciones en el llamado "juicio del siglo".
Dirceu fue uno de los 25 condenados de ese proceso, referido a corruptelas denunciadas a mediados de 2005, y sus apelaciones fueron rechazadas una a una por una amplia mayoría de los magistrados del Supremo, que ratificaron la condena de diez años y once meses de prisión que le aplicaron el año pasado.
En el caso de quien en la época era considerado una suerte de "primer ministro" de Lula, los jueces siguieron la misma tónica que en las apelaciones analizadas hasta ahora, que han sido rechazadas en su totalidad, salvo en casos de pequeñas correcciones que no han alterado las penas.
Dirceu, igual que otros diez condenados, se aferra ahora a una postrera tabla de salvación, representada por unos últimos recursos aún no discutidos por la corte, que piden la celebración de un nuevo juicio.
No obstante, el rechazo de los magistrados a las apelaciones que han sido debatidas hasta ahora hace pensar a los analistas jurídicos que menos aún se aceptaría reabrir la causa para un nuevo proceso.
Si fuera así, Dirceu, hoy con 67 años, deberá cumplir su pena en régimen de reclusión, pues el beneficio del sistema semi-abierto, que permite que los reos sólo duerman en prisión, se aplica a aquellos que son condenados a menos de cuatro años.
Dirceu ya conoce la cárcel pero no por corrupción, sino por su activismo contra la dictadura militar que imperó entre 1964 y 1985.
Estuvo preso casi un año, pero en septiembre de 1968 abandonó la prisión junto a otros catorce militantes de izquierdas canjeados por el entonces embajador de EE.UU, Charles Elbrick, quien había sido secuestrado por un grupo guerrillero.
Se refugió en Cuba, donde fue entrenado como guerrillero y, según dicen diversas biografías no autorizadas, llegó a trabajar para el servicio secreto del entonces presidente cubano, Fidel Castro.
En 1971 volvió a Brasil clandestino, con un nuevo rostro tras una cirugía estética, y la falsa identidad de Carlos Enrique Gouveia de Melo.
Bajo ese nombre se casó con Clara Becker, quien sólo supo la verdad cuatro años después, cuando ya tenían un hijo y Dirceu la dejó para retomar la política con su verdadera identidad, amparado por una amnistía decretada por el Gobierno.
En 1980 estuvo junto a Lula cuando se fundó el Partido de los Trabajadores (PT), que presidió entre 1995 y 2002, año en que fue uno de los artífices de la primera victoria electoral del antiguo sindicalista, que asumió el poder el 1 de enero de 2003.
Dirceu fue nombrado ministro de la Presidencia, un cargo desde el que se controlan todos los resortes del poder y del que se valió, de acuerdo a la sentencia de la corte, para dirigir una vasta trama de corrupción que desvío hacia el PT unos 160 millones de reales (hoy 70 millones de dólares).
Esa red de corrupción permitió recaudar dinero público en forma ilegal y sobornar a dirigentes de otros cuatro partidos políticos, que se unieron a la base oficialista en el Congreso y le dieron al Gobierno de Lula la mayoría parlamentaria que las urnas le habían negado.
A pesar de su proximidad con muchos de los condenados, Lula no fue procesado, pues el Supremo no halló pruebas documentales sobre su supuesta participación en los hechos, que fue denunciada por algunos de los implicados.
Otros acusados que han tenido las penas ya confirmadas son el expresidente del PT José Genoino, que en la época de la dictadura era uno de los guerrilleros más buscados, y el entonces tesorero del partido Delubio Soares, condenados respectivamente a seis años y once meses y ocho años y once meses de cárcel.
Dirceu fue uno de los 25 condenados de ese proceso, referido a corruptelas denunciadas a mediados de 2005, y sus apelaciones fueron rechazadas una a una por una amplia mayoría de los magistrados del Supremo, que ratificaron la condena de diez años y once meses de prisión que le aplicaron el año pasado.
En el caso de quien en la época era considerado una suerte de "primer ministro" de Lula, los jueces siguieron la misma tónica que en las apelaciones analizadas hasta ahora, que han sido rechazadas en su totalidad, salvo en casos de pequeñas correcciones que no han alterado las penas.
Dirceu, igual que otros diez condenados, se aferra ahora a una postrera tabla de salvación, representada por unos últimos recursos aún no discutidos por la corte, que piden la celebración de un nuevo juicio.
No obstante, el rechazo de los magistrados a las apelaciones que han sido debatidas hasta ahora hace pensar a los analistas jurídicos que menos aún se aceptaría reabrir la causa para un nuevo proceso.
Si fuera así, Dirceu, hoy con 67 años, deberá cumplir su pena en régimen de reclusión, pues el beneficio del sistema semi-abierto, que permite que los reos sólo duerman en prisión, se aplica a aquellos que son condenados a menos de cuatro años.
Dirceu ya conoce la cárcel pero no por corrupción, sino por su activismo contra la dictadura militar que imperó entre 1964 y 1985.
Estuvo preso casi un año, pero en septiembre de 1968 abandonó la prisión junto a otros catorce militantes de izquierdas canjeados por el entonces embajador de EE.UU, Charles Elbrick, quien había sido secuestrado por un grupo guerrillero.
Se refugió en Cuba, donde fue entrenado como guerrillero y, según dicen diversas biografías no autorizadas, llegó a trabajar para el servicio secreto del entonces presidente cubano, Fidel Castro.
En 1971 volvió a Brasil clandestino, con un nuevo rostro tras una cirugía estética, y la falsa identidad de Carlos Enrique Gouveia de Melo.
Bajo ese nombre se casó con Clara Becker, quien sólo supo la verdad cuatro años después, cuando ya tenían un hijo y Dirceu la dejó para retomar la política con su verdadera identidad, amparado por una amnistía decretada por el Gobierno.
En 1980 estuvo junto a Lula cuando se fundó el Partido de los Trabajadores (PT), que presidió entre 1995 y 2002, año en que fue uno de los artífices de la primera victoria electoral del antiguo sindicalista, que asumió el poder el 1 de enero de 2003.
Dirceu fue nombrado ministro de la Presidencia, un cargo desde el que se controlan todos los resortes del poder y del que se valió, de acuerdo a la sentencia de la corte, para dirigir una vasta trama de corrupción que desvío hacia el PT unos 160 millones de reales (hoy 70 millones de dólares).
Esa red de corrupción permitió recaudar dinero público en forma ilegal y sobornar a dirigentes de otros cuatro partidos políticos, que se unieron a la base oficialista en el Congreso y le dieron al Gobierno de Lula la mayoría parlamentaria que las urnas le habían negado.
A pesar de su proximidad con muchos de los condenados, Lula no fue procesado, pues el Supremo no halló pruebas documentales sobre su supuesta participación en los hechos, que fue denunciada por algunos de los implicados.
Otros acusados que han tenido las penas ya confirmadas son el expresidente del PT José Genoino, que en la época de la dictadura era uno de los guerrilleros más buscados, y el entonces tesorero del partido Delubio Soares, condenados respectivamente a seis años y once meses y ocho años y once meses de cárcel.