La muerte del fiscal argentino Alberto Nisman, de la que se cumplirán dos meses el próximo miércoles, sigue envuelta de un mar de enigmas que salpica hasta las más altas esferas del poder.
Nisman, quien investigaba el ataque de 1994 contra la mutualista judía AMIA, fue hallado muerto en su apartamento del lujoso barrio porteño de Puerto Madero, con un tiro en la cabeza, en la noche del 18 de enero, cuatro días después de haber denunciado a la presidenta argentina, Cristina Fernández, por presunto encubrimiento a los iraníes acusados por el ataque.
Asesinato, suicidio -voluntario o inducido- o un accidente en la manipulación de una pistola calibre 22 son las hipótesis que mantiene la fiscal que investiga el caso, Viviana Fein, seriamente cuestionada por la exesposa del procurador, la jueza Sandra Arroyo Salgado, que lidera la parte querellante.
Arroyo Salgado contrató a un grupo de peritos con alta reputación profesional, cuyas conclusiones tras el análisis de las pruebas disponibles fueron tajantes: la muerte de Nisman fue un homicidio.
Las diferencias entre las conclusiones de los peritos oficiales y las de la querella son tales que ni siquiera coinciden en la fecha de muerte. Para la querella, Nisman, que el lunes 19 de enero planeaba acudir al Parlamento para exponer sus argumentos en la denuncia contra la presidenta, fue asesinado el día 17 y no el 18, cuando fue hallado sin vida.
Eso pone en apuros a Diego Lagomarsino, un experto en informática que trabajaba para Nisman y que ese día fue al apartamento del fiscal para llevarle un arma que, según alegó, el procurador le había pedido para protegerse.
De hecho la bala letal salió de la pistola de Lagomarsino, hallada junto al cuerpo de Nisman en el baño del apartamento. La defensa del informático alega, sin embargo, que el fiscal aún estaba con vida en la mañana del 18 pues su ordenador se habría encendido para navegar por internet, lo que es objeto de pericias.
La sorpresa más reciente en este caso sería la existencia de una cuenta bancaria en los Estados Unidos compartida por Nisman y Lagonarsino y que Arroyo Salgado pidió investigar.
Además de Lagomarsino, único imputado en el caso de momento, otra de las piezas clave en este rompecabezas es el exdirector de Operaciones de Inteligencia Antonio "Jaime" Stiuso, quien colaboraba con Nisman en el caso AMIA.
Según la investigación sobre la muerte de Nisman, el fiscal mantuvo contacto telefónico con una línea a nombre de Stiuso un día antes de ser hallado muerto. Stiuso fue cesado en su cargo en diciembre pasado y el Gobierno le señala como parte de una operación de desestabilización alrededor de la muerte de Nisman. Para Arroyo Salgado, la muerte "violenta" de Nisman es un "hecho criminal de magnitud" que se dio en un "contexto político y judicial" que "ha marcado de lleno la institucionalidad de la República, además de poner en tela de juicio el rol del Estado nacional frente a la comunidad internacional en materia de terrorismo".
Pero el Gobierno insiste en desmarcarse del resonante caso al aseverar que quiere que la Justicia llegue a la verdad sobre la muerte de Nisman pero aclarando que no es parte involucrada en la causa.
Mientras, la fiscal Fein ha convocado a una comisión de técnicos para zanjar las diferencias entre los peritos oficiales y los puestos por la querella, que, entre otros puntos, niegan el espasmo cadavérico que arrojó la autopsia y afirman que Nisman agonizó.
Los peritos de parte afirman además que el fiscal fue ejecutado en el baño, con la rodilla derecha apoyada en el piso, y que luego de morir su cuerpo fue deslizado.
La investigación ha sacado por otra parte a la luz detalles de la vida privada del fiscal, como su relación con una modelo, a la que conoció en una discoteca, con la que viajó a las playas mexicanas de Cancún y que ya declaró ante Fein.
También ha puesto en tela de juicio las contrataciones que Nisman había hecho en la Fiscalía a su cargo, como la del propio Lagomarsino, quien cobraba el salario más alto entre sus colaboradores.
En tanto, la denuncia que Nisman hizo antes de morir contra Fernández sigue su curso en la Justicia.
Aunque un juez de primera instancia la desestimó de plano, su decisión fue apelada y ahora la causa está manos de un tribunal de alzada que debe decidir si la investigación debe seguir o ser archivada.