El reino de Arabia Saudita busca mejorar su imagen internacional promoviendo los deportes occidentales en el país, un hecho que ha llamado la atención del periodista de The New York Times Alan Rappeport.
Rappeport, especializado en temas de impuestos, comercio y otros asuntos económicos, escribió en el mes de diciembre un extenso artículo sobre la campaña que lleva a cabo el príncipe Mohammed bin Salman, quien tras convertirse en 2017 en Príncipe Heredero, intenta mostrar una mejor máscara al rostro de su medieval monarquía.
Mohammed inauguró “Visión 2030”, una iniciativa dirigida a modernizar el reino con competencias deportivas populares en Occidente.
Este programa de mejora de imagen a través del deporte cobró aún más urgencia tras el asesinato en la embajada Saudi del cronista del Washington Post Jamal Khashoggi, opositor del régimen Saudita. La CIA y las principales agencias de inteligencia del mundo han determinado que el asesinato de Khashoggi fue responsabilidad del estado Saudí y que el príncipe Mohammed fue responsable directo.
Lee también Arabia Saudita condena a muerte a cinco personas, tres a penas de cárcel por muerte de KhashoggiEl año pasado la princesa saudita Reema Bint Bandar bin Sultán, actual embajadora del reino en Estados Unidos, contrató a una firma de cabilderos de Washington para organizar reuniones con dirigentes de las carreras de autos de Fórmula Uno, de la NBA, de la Liga Mundial de Surfing y la Major League Soccer, la liga de fútbol de Estados Unidos, para llevar eventos de esas organizaciones a Arabia Saudita.
Precisamente en diciembre viajaron a Diriyah, Andy Ruiz y Anthony Joshua para una pelea por el título de boxeo de todos pesos en una contienda apodada “El Choque en las Dunas”.
También el régimen pagó un premio de $30 millones para la Supercopa Española que, incongruentemente, se celebró allí con los equipos Real Madrid, Valencia, Barcelona y Atlético de Madrid.
La Autoridad General de Deportes de Arabia Saudita anunció en 2019 un presupuesto de $650 millones para atraer eventos deportivos a ese país.
En febrero se correrá la Copa Saudita con un premio de $20 millones, el mayor de la historia en carreras de caballos.
Ya se han ofrecido eventos femeninos de lucha libre con la anuencia de la federación femenina (WWE por sus siglas en inglés) que ha firmado un contrato de 10 años con el régimen, valorado en $500 millones. Para cumplir con la “cultura local” las luchadoras se visten con mangas y pantalón largo, como un atuendo de gimnasio.
Para el próximo marzo se planea un torneo de golf femenino del Ladies EuropeanTour. El director ejecutivo de la Federación Saudí de Golf Majed al-Sorour, citado por el New York Times reconoció que están “en una enorme transformación para suavizar la imagen”.
Pero los críticos del régimen saudita dicen que esa ofensiva sin precedentes para traer deportes occidentales al desértico reino busca en realidad desviar la atención del horrible récord en derechos humanos.
Amnistía Internacional condenó al reino por haber arrestado activistas de la sociedad civil. Human Rights Watch denunció que muchas mujeres han sido detenidas y torturadas por manifestarse en reclamos de sus derechos.
Amnistía Internacional denunció también que habían asesinado a numerosos chiitas en ejecuciones masivas por participar en manifestaciones y que el juicio sobre los “implicados” en el asesinato de Khashoggi se había conducido el secreto.
Pero la participación endeportes en Arabia Saudita pude ser un cuchillo de doble filo para los atletas occidentales al enfrentar críticas y rechazo en occidente.
Rafael Nadal y Novack Djokovic suspendieron un torneo de exhibición que planeaban tener en Jeddah por la crítica que están enfrentando. Muchas organizaciones y activistas de derechos humanos llaman a los jugosos contratos que los atletas aceptan del régimen saudí como dinero sangriento.
Pero Arabia Saudita, como muchos otros regímenes totalitarios y dictaduras en el pasado, sigue en su esfuerzo de lavarse la cara. Esta vez usando los deportes y la codicia de occidente.