Los acontecimientos en Nagorno-Karabaj y una nueva ronda de guerra en Medio Oriente han demostrado claramente que el mundo se ha vuelto mucho más inestable. Parecería que el colapso global del orden mundial establecido después de la Segunda Guerra Mundial es exactamente lo que el Kremlin esperaba y a lo que contribuía durante muchos años, escribe CEPA. Sin embargo, ¿una nueva ronda de conflictos internacionales ayudará a Moscú a lograr sus objetivos en la práctica?
En 2015, el Centro de Estudios Estratégicos y de Política Exterior de Minsk publicó un informe sobre la nueva estrategia geopolítica de Rusia. La esencia del documento se reduce al hecho de que Moscú tiene la intención de provocar inestabilidad en los países fronterizos para reducir la influencia y la presencia de otras potencias mundiales y regionales en estas regiones. En su estudio, los analistas bielorrusos de esa época hablaban de la estrategia regional de Rusia más que global, y entre los objetivos de desestabilizar a los países vecinos estaba el deseo de Moscú de lograr precios más altos del petróleo y aumentar las contradicciones entre otros Estados con intereses en la región.
A medida que avanzaban los preparativos para una invasión a gran escala de Ucrania, los objetivos del Kremlin aumentaron significativamente. Con la esperanza de que la “redivisión sangrienta del mundo” comenzara antes de la agresión rusa, las autoridades rusas apostaban a que para el momento de la invasión de Ucrania, la guerra ya se habría convertido en la nueva normalidad, incluso para los países occidentales. En este caso, creían que Occidente, distraído por la confrontación en otros frentes, no sería capaz de consolidarse ante la amenaza rusa y mucho menos introduciría sanciones contra Rusia.
Como ha demostrado la práctica, estas esperanzas no se justificaron. Fue Rusia quien actuó como el principal destructor del orden mundial existente, lo que provocó una consolidación sin precedentes de los países occidentales en términos de oposición a la agresión y la introducción de sanciones. Los expertos rusos todavía están tratando de asegurar que las guerras son un “regreso a la normalidad, que duró hasta el período de los años 1970 a 2010”, mientras que las últimas décadas de existencia pacífica, por el contrario, fueron un período anormal de ver la vida de color rosa. Sin embargo, estos mantras ya no pueden cambiar nada.
La segunda esperanza del Kremlin para el caos global era depender del crecimiento de alianzas y organizaciones antioccidentales como la Organización de Cooperación de Shanghai y los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que, según los analistas del Kremlin, deberían desarrollar “nuevas reglas del juego” para todo el mundo. Sin embargo, esta esperanza tampoco se hizo realidad. A medida que se expande, los BRICS se están convirtiendo cada vez más en una plataforma para hacer realidad los intereses económicos de China.
Sin embargo, los analistas occidentales señalan que esta organización no podrá convertirse en una plataforma antioccidental. Esto se ve obstaculizado, en primer lugar, por las contradicciones entre los distintos miembros de los BRICS, la mayoría de los cuales no querría romper las relaciones económicas con Occidente. En segundo lugar, los países BRICS no estaban dispuestos a crear una moneda única ni a apoyar la agresión rusa en Ucrania. Además, los expertos señalaron que Rusia está perdiendo influencia en Asia y Medio Oriente, por no hablar del Cáucaso. Esta disminución de la influencia hace imposible construir alianzas en torno a Moscú y, más bien, lleva al hecho de que otros actores autoritarios comiencen a aprovechar la dependencia del Kremlin de sus nuevos socios.
La tercera esperanza del Kremlin para un caos sangriento a escala global es que la escala de destrucción causada por nuevas guerras sea tan horrible que el mundo entero entre en modo de supervivencia. Los analistas pro-Kremlin apuestan a que Rusia tiene los recursos necesarios para sobrevivir en condiciones críticas: aire limpio, abundantes bosques y agua potable, un clima fresco, suelos fértiles y abundancia de minerales, petróleo y gas.
Dejemos de lado el hecho de que con tal lista, los propagandistas “expertos”, de hecho, admiten que durante todos los años del régimen de Putin, Rusia no tiene nada de qué jactarse, excepto lo que hay gracias a la naturaleza. El problema es que no sólo en la propaganda, sino también en los documentos analíticos programáticos se enfatiza que el inicio de guerras a gran escala, el regreso de grandes ejércitos y la movilización de la economía rusa son una bendición incondicional. En particular, en el último informe del Club Valdai titulado La Guerra en una Nueva Epoca: ¿Por Qué Están Regresando los Grandes Ejércitos?, el texto directo se trata de "la derrota de los Estados Unidos", que radica en el hecho de que EE.UU. "no pudieron impedir que Rusia desatara una operación militar especial” y “protegiera a Ucrania de bajas y destrucción”.
Son la guerra y la destrucción las que se proclaman en el texto como el principal motor de la economía, gracias a lo cual es posible el desarrollo de todas las demás áreas: las escuelas, como "el elemento más importante en la formación y educación del futuro soldado", el salud público para el tratamiento de futuros soldados, etc. “En una etapa inicial, todas estas tendencias ya se están manifestando en Rusia”, señalan con orgullo los autores.
Sin embargo, la mejor manera de convencer a tu propia población de la necesidad de vivir en modo de supervivencia extrema y prepararse para la guerra es garantizar que el resto del mundo también se vea obligado a sobrevivir y luchar. En este contexto, los propagandistas tendrán la oportunidad de asegurar que en Rusia “las cosas no van mal, e incluso mejor, que en los otros países”. De todas las otras esperanzas incumplidas del Kremlin de provocar un caos global, ésta parece ser la más realista. Esto significa que Moscú seguirá intentando desestabilizar el mundo tanto como sea posible.
Artículo reimpreso con autorización del Centro de Análisis de Políticas Europeas (CEPA)