En esta columna dedicada a un nuevo aniversario de la Brigada expedicionaria 2506 más que la conmemoración de una acción militar contra una dictadura, se evoca la concreción de un compromiso de cientos de cubanos que abandonaron su país para enrolarse en una misión en la que arriesgaban la vida, con la sola ambición de derrocar un régimen contrario a las convicciones democráticas que les alentaban.
Más de un combatiente de la Brigada ha expresado públicamente que nunca ha dejado de lacerarles el haber combatido contra compatriotas, pero que era inevitable si se quería derrocar un régimen violatorio de la dignidad de todos los cubanos.
Fueron hombres que no buscaban una vida mejor, no ambicionaban mejoras económicas o el disfrute de las libertades perdidas en suelo extranjero. Viajaron para prepararse militarmente, al igual que hicieron otros antes y después, que solo abandonaron las costas cubanas para regresar a ellas a combatir la dictadura.
La historia de la Brigada es muy rica en acontecimientos, contradicciones y heroísmo. Se ha escrito mucho, se han hecho documentales y analistas de diferentes nacionalidades e ideas políticas han sacado sus conclusiones, pero esta nota solo pretende destacar la valentía y el sentido del deber de los hombres que dejaron estudios, familia y trabajo, para cumplir con sus obligaciones.
Arribaron a Estados Unidos por diferentes vías y momentos. Algunos viajaron a México. Estaban dispuestos a cumplir la asignación que fuera más útil para la causa que enarbolaban y todos, más allá de antiguos militancias políticas, aceptaron el reto de unirse en la acción para ser más efectivos en el combate.
La vanguardia partió de Miami para la isla de Useppa, donde fue entrenada en diferentes disciplinas, entre ellos estaba Carlos Rodríguez Santana, "Carlay", que después de luchar fieramente en la clandestinidad contra la dictadura, dejó Cuba para incorporarse a la expedición y combatir en la isla, sueño truncado por su temprana muerte durante los entrenamientos en las montañas de Guatemala, lo que motivó a la Brigada adoptar su número de serie como identificación.
Se prepararon en diferentes países y también en Estados Unidos. Sintieron el cambio de estrategia. Vivieron el nuevo ordenamiento en los campamentos. Se hicieron paracaidistas, hombres ranas, tanquistas, infantes de marina, se especializaron en acciones comandos para ingresar a su país clandestinamente, varios fueron fusilados, entre ellos Manuel Blanco Navarro, y otros cumplieron largos años de prisión, como Emilio Martínez Venegas y Jorge Gutiérrez Izaguirre. Todos ellos integraron los equipos de infiltración que ingresaron a Cuba clandestinamente para respaldar la resistencia clandestina y los grupos guerrilleros que operaban en toda la Isla.
Tripularon aviones para combatir en el cielo cubano. Cayeron en el mar como los pilotos José Crespo y Lorenzo Pérez Lorenzo, o derribados por fuego enemigo como el estadounidenses Thomas W. Ray o el cubano Osvaldo Piedra.
Muchos fueron encarcelados.Algunos cayeron ante el paredón de fusilamiento. Otros fallecieron en el golfo. Nueve murieron por asfixia en una rastra que Osmany Cienfuegos ordenó atestar con los detenidos.
Vivida la dura experiencia, el compromiso de seguir luchando se ratificó, y se extendió a combatir el castro comunismo en cualquier lugar del mundo.
Idea que ha nutrido a muchos de ellos por años. Colaborar o trabajar con dependencias gubernamentales estadounidenses no los convirtió en servidores.
Lo que hicieron fue consecuencia de una toma de conciencia de que los intereses del castrismo deben ser enfrentados donde lo determinen las circunstancias,y en la confianza de que la colaboración prestada fuera reciprocada por Estados Unidos facilitándoles condiciones y recursos para enfrentar el totalitarismo en su patria.
Roberto Pichardo, Juan Tamayo y Juan Carlos Perón, fueron algunos de los muchos brigadistas que integraron las unidades de la marina, infantería y fuerza aérea que lucharon en el Congo contra la cuadrilla castrista que dirigía Ernesto Guevara. En el país africano murió entre otros el piloto Fausto Gómez.
Efectivos de la Brigada también se sumaron a la lucha contra los mercenarios que el castrismo envió a Angola. Pilotos y veteranos de infantería entrenaron efectivos de unidades del Frente de Liberación Nacional de Angola, gesta descrita en el libro “Cubanos combatiendo el comunismo en África”.
En Vietnam, en la lucha contra el comunismo, también participaron brigadistas, algunos perdieron la vida, entre ellos Irenaldo Padrón y Félix Sosa Camejo. América Latina fue otro escenario en el que demócratas cubanos enfrentaron la subversión castrista, allí estuvieron, entre otros, Félix Rodríguez y el capitán Eduardo Barea.
Cierto que se aliaron a una nación extranjera, Estados Unidos, país que los armó, entrenó y facilitó recursos para el combate. Fue una alianza de mutua conveniencia que nunca afectó su cubanía, tan cierta como la de las palmas, muy al contrario de la que hicieron Fidel y Raúl Castro que convirtieron a Cuba en el portaviones de la Unión Soviética en el hemisferio.
Aquellos hombres buscaban un aliado, no un amo, y aunque los laureles no cubrieron sus frentes, cumplieron con el deber, porque siempre tuvieron conciencia que si importante es la victoria, es mucho más trascendente honrar los compromisos.