Agricultura urbana en Cuba, orgánica por necesidad

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Un hombre trabaja en un huerto urbano, en La Habana. EFE

Mientras los ambientalistas celebran la iniciativa de las granjas de la isla que producen vegetales calificados de órganicos, los que trabajan la tierra revelan una dura verdad.

Mientras Cuba enfrenta un vacío de efectivo para la compra de alimentos, y establece nuevas medidas para regular los precios del mercado agropecuario, las granjas urbanas que producen vegetales para el consumo local luchan por mantenerse en pie.

Como muchos de los países caribeños, Cuba importa más de dos tercios de los alimentos que consume su población, a pesar de tener vastas extensiones de tierra cultivable y cientos de granjas en las periferias de las ciudades.

El gobierno de Raúl Castro ha dicho que una sus prioridades es producir más comida para los 11 millones de habitantes de la isla, y algunos medioambientalistas apoyan la labor de los “organopónicos”, granjas urbanas que no usan pesticidas ni fertilizantes químicos, y cuyos cultivos serían, según la definición de organismos internacionales como la FAO, completamente orgánicos.

Pero quienes cultivan esas tierras, y los analistas económicos, no son tan optimistas. Un reportaje de la Fundación Thompson Reuters revela que a pesar del relajamiento de las restricciones económicas impuestas a Cuba por el embargo estadounidense, la isla no estará en capacidad de producir suficientes alimentos para autoabastecerse en un futuro próximo.

“El gobierno está tratando de poner en funcionamiento más organopónicos, pero es demasiado trabajo por muy poco dinero”, dijo a la Thompson Reuters Antonio Loma, uno de los 10 empleados que labora en la granja localizada en la Rotonda de Cojímar, en La Habana.

Loma gana el equivalente a 25 dólares mensuales por trabajar de sol a sol en el cultivo de vegetales en la granja, un salario muy bajo como para atraer a empleados calificados que expandan la producción.

A los que elogian el desarrollo de cultivos orgánicos en la isla, Loma responde con una ironía: “Es orgánica porque no tenemos fertilizantes”, revela.

Fundada en 1994, la granja de la Rotonda de Cojímar surgió tras el colapso del campo socialista y la profunda crisis económica en que se sumió la isla comunista, y que paró la importación de insumos para la producción agrícola a precios preferenciales. La agricultura orgánica en Cuba estuvo forzada por esta situación, señaló a la Fundación Thompson Reuters Sinan Koont, profesor de economía del Dickinson College, en Pennsylvania.

Sin el suministro de pesticidas, maquinaria agrícola y otros insumos necesarios para los cultivos, las granjas locales usaron los recursos que tenían a mano, como fertilizantes naturales a partir de desperdicios y excremento animal, pero la producción de estas granjas, en su mayoría pequeñas, nunca ha estado cerca de satisfacer las necesidades de la población.

Entre 1989 y 1995, el consumo de calorías promedio de los cubanos bajó de 2.908 a 1.863, de acuerdo a datos del Gobierno de EEUU citados por la Thompson Reuters. En 1994, los cubanos habían perdido unas 20 libras de peso como promedio debido a la escasa alimentación, según el grupo Oxfam.

“Hoy se cuentan cerca de 4.000 organopónicos de este tipo en todo el país”, indicó Koon. La agricultura urbana en su totalidad, produciría la mitad de los vegetales que consume la población de la isla, según cifras de la FAO citadas en el reportaje.

Los pequeños agricultores dicen que quieren expandir la producción de alimentos orgánicos, pero es difícil acceder a préstamos para la adquisición de instrumentos, semillas y otros insumos para sus granjas. Loma, por ejemplo, piensa que la cría de pollos orgánicos sería una actividad económica popular entre los cubanos, pero no tienen el dinero para construir sus cooperativas.

En las granjas estatales, los empleados no tienen incentivo para trabajar, y en los mercados los productos escasean.

“La gente no quiere trabajar en el campo porque la paga que reciben es muy poca”, dijo Ricardo Sánchez, un vendedor de un mercado local, mientras los compradores escogían tomates y zanahorias mustias en su puesto de verduras.

El gobierno cubano ha dicho que está aún comprometido con impulsar la agricultura orgánica, mientras se avecinaría una ola de importaciones de alimentos desde EEUU, probablemente más baratos, pero no orgánicos.

El ministro de Economía y Planificación Marino Murillo prometió en diciembre 600 millones de pesos adicionales para el desarrollo agrícola en 2016, y los granjeros locales no están preocupados por la futura invasión de alimentos importados.

“Los americanos van a vender un montón de comida aquí en el futuro, y eso es bueno”, dijo Loma a la Thompson Reuters. “Eso significará más comida para los cubanos, y nosotros siempre podremos vender nuestros vegetales”, concluyó.