El agricultor cubano Leonardo Abreu camina sobre las plantas de plátano derribadas en una parcela al lado de su casa en Caimito, un pueblo cercano a La Habana, mientras sopesa los daños luego de que el huracán Rafael de categoría 3 azotó Cuba hace dos semanas.
Abreu perdió las cosechas de frijoles y yuca, y sufrió por la caída de árboles de mango, aguacate y una cantidad casi inimaginable de plátanos.
Las vallas de su finca están en el piso. Su generador no funcionaba y no tiene electricidad desde hace dos semanas. Actualmente, no tiene agua para regar los cultivos.
"Esto es duro. Hay que empezar de cero otra vez", dijo Abreu, de 47 años, mientras se llevaba las manos a la cabeza.
Aunque es una mala noticia para su familia, lo es también para La Habana, cuyos casi 2 millones de residentes dependen de los suministros de granjas como ésta para alimentarse.
El paso del huracán Rafael remarcó la creciente vulnerabilidad del frágil sistema agrícola local y las dificultades que enfrentan los cubanos para comprar alimentos.
Incluso antes de la tormenta, los cubanos habían visto cómo los precios se disparaban en medio de una escasez cada vez mayor de los alimentos, como parte de la peor crisis económica de la isla en décadas.
Varios agricultores con los que habló Reuters en la provincia de Artemisa dijeron que el suministro de alimentos probablemente empeoraría.
"Si piensas que las cosas están mal ahora, espera un mes", dijo Abreu, quien ha dedicado su vida al trabajo de la tierra que heredó de su abuelo.
Agricultores como Abreu recolectaron tantos cultivos como pudieron antes y después de la tormenta, acopiando frutas y verduras que no estaban del todo maduras para llevar rápidamente al mercado.
Pero reemplazar las cosechas que se perdieron es el gran problema, señaló Jorge Luis González, un campesino de 60 años.
La temporada de siembra de invierno, cuando los alimentos básicos como el repollo, la lechuga y los tomates echan raíces, se retrasaría. "No podemos sembrar. Las bombas funcionan con electricidad (...), no podemos hacer nada", añadió.
Cuba dijo el martes que había restaurado la electricidad al 62% en la provincia de Artemisa.
La Habana culpa a las sanciones comerciales y económicas de Estados Unidos, que según el Gobierno dificultan la compra de insumos clave como alimento para pollos y cerdos, además de fertilizantes, pesticidas y combustible para los agricultores.
El ministro de Agricultura, Ydael Pérez Brito, dijo en octubre que los agricultores estaban trabajando con apenas el 10% del combustible que necesitan.
Un éxodo récord de migrantes, bajos salarios y condiciones de trabajo difíciles han drenado a los trabajadores del campo.
El casi colapso de la agricultura es claro. Las estadísticas oficiales muestran que el número de gallinas, incluidas las ponedoras, han disminuido un 62% desde 2020, mientras que las cerdas en edad reproductiva han disminuido un 73% durante el mismo período.
Tanto los huevos como la carne de cerdo, que alguna vez fueron alimentos básicos de la dieta cubana, se han vuelto escasos y caros.
Los precios de las frutas y verduras se han disparado, con una inflación que alcanzó el 30% en agosto, según estadísticas oficiales.