En el 2012, el 54% de las denuncias fueron por abusos lascivos, 25% por ultraje o violación y 21% por pederastia o estupro.
“Ya con 12 años los hombres en la calle se me insinuaban. Y lo peor, había parientes que me hacían proposiciones indecorosas. Antes de cumplir los 13, un primo me robó la virginidad. Supongo que casos como el mío, donde los abusos sexuales comienzan dentro de la propia familia, no sean una excepción en Cuba”, confiesa Leticia, nombre ficticio de una habanera de 26 años.
Y no lo son. La estadística más reciente es de 2012. Según la coronel Idais Borges, jefa del centro de la Dirección de Menores del Ministerio del Interior, durante una visita de la prensa extranjera en el otoño de 2013 a una sede de menores de 16 años víctimas de abusos en La Habana, en 2012 las autoridades recibieron 2,117 denuncias de delitos sexuales.
El 54% de las denuncias fueron por abusos lascivos, 25% por ultraje o violación y 21% por pederastia o estupro. Todos estos delitos ocurrieron supuestamente por 'vía doméstica', pues en Cuba, afirmó Borges "no tenemos redes de delincuentes" que abusen de menores ni existe trata de personas. La coronel destacó que "se ha elevado el número de denuncias" de este tipo, aunque no ofreció datos comparativos.
En la isla existen tres centros de protección de menores. En ellos, psicólogos y fiscales interrogan a los menores abusados. Sus testimonios son grabados en video y sirven de prueba en los juicios orales de los inculpados, sin que las víctimas deban comparecer.
El 15 de octubre de 2013, la ministra de Justicia, María Esther Reus, informó que había siete extranjeros cumpliendo condenas en cárceles cubanas por "corrupción de menores asociado al abuso sexual infantil", sin dar sus nacionalidades.
Desde hace una década, Estados Unidos mantiene a Cuba en la lista negra de países dedicado a la trata de personas, aduciendo "turismo sexual" y abuso de menores.
No hay pruebas concretas que acusen al régimen de los Castro de alentar la prostitución con menores. Divisiones especializadas de la policía suelen ser muy severos con estas prácticas.
Pero ocurren casos al amparo de la indolencia social y la anuencia familiar. En 2010, Sebastián Martínez Ferraté realizó un documental para la televisión española donde se mostraban colegiales adolescentes prostituyéndose.
La autocracia verde olivo se defendió atacando. Y en vez de investigar a fondo el asunto, encarceló a Martínez Ferraté. Al menos en La Habana se han conocido casos de estudiantes entre 13 y 15 años que se prostituyen.
Richard, cubano residente en Miami, recuerda que en unos de sus viajes a la isla, luego de pactar un precio con dos jineteras, al día siguiente, cuando pasó a recogerlas, estaban vestidas con uniformes de secundaria.
“Me horroricé y anulé el trato. Muchas jineteras mienten cuando le preguntan su edad. Yo desistí, ¿pero a cuántos perversos no les excita acostarse con dos menores?”, se pregunta Richard.
En opinión de algunas personas, los pedófilos más consuetudinarios son los canadienses y rusos. “Suelen pagar más si en la ‘fiesta’ hay niñas o niños de 14 o 15 años. El turismo que aterriza en Cuba es de lo peor. He visto a estirados europeos derretirse con un chico que aún no ha cumplido los 16. La policía hace lo suyo. Pero no da abasto”, cuenta Joel, travesti asiduo al malecón habanero donde funciona una zona de tolerancia gay.
En mayo de 2010 en Bayamo, ciudad a 750 kilómetros al este de la capital, una niña de 12 años apareció muerta tras un aparente caso de prostitución con turistas italianos.
Según Carlos, sociólogo, los abusos sexuales practicados por familiares son más frecuentes en las regiones orientales. “Hace una década, realicé un estudio sociológico en la Sierra Maestra y era frecuente ver parientes que se casaban o eran novios entre sí. Incluso se daban casos de padres que abusaban de sus hijas”.
En 2013, en una barriada de La Habana, un padre violó a su hija de 9 años. A la niña hubo que extirparle sus ovarios y la secuela sicológica será un lastre para toda su vida.
Como siempre ocurre cuando aumentan o se reportan ciertos delitos aberrantes en Cuba, se va a los extremos. Estados Unidos culpa al régimen de permisivo. Y la respuesta de los gobernantes cubanos es huir hacia adelante, censurando en la prensa este tipo de sucesos.
El silencio oficial no acallará el problema. Todo lo contrario. Sirve de escudo a los violadores y transgresores. Cuba está lejos de ser Tailandia, aunque muchos piensen que va por ese camino.
Y no lo son. La estadística más reciente es de 2012. Según la coronel Idais Borges, jefa del centro de la Dirección de Menores del Ministerio del Interior, durante una visita de la prensa extranjera en el otoño de 2013 a una sede de menores de 16 años víctimas de abusos en La Habana, en 2012 las autoridades recibieron 2,117 denuncias de delitos sexuales.
El 54% de las denuncias fueron por abusos lascivos, 25% por ultraje o violación y 21% por pederastia o estupro. Todos estos delitos ocurrieron supuestamente por 'vía doméstica', pues en Cuba, afirmó Borges "no tenemos redes de delincuentes" que abusen de menores ni existe trata de personas. La coronel destacó que "se ha elevado el número de denuncias" de este tipo, aunque no ofreció datos comparativos.
En la isla existen tres centros de protección de menores. En ellos, psicólogos y fiscales interrogan a los menores abusados. Sus testimonios son grabados en video y sirven de prueba en los juicios orales de los inculpados, sin que las víctimas deban comparecer.
El 15 de octubre de 2013, la ministra de Justicia, María Esther Reus, informó que había siete extranjeros cumpliendo condenas en cárceles cubanas por "corrupción de menores asociado al abuso sexual infantil", sin dar sus nacionalidades.
Desde hace una década, Estados Unidos mantiene a Cuba en la lista negra de países dedicado a la trata de personas, aduciendo "turismo sexual" y abuso de menores.
No hay pruebas concretas que acusen al régimen de los Castro de alentar la prostitución con menores. Divisiones especializadas de la policía suelen ser muy severos con estas prácticas.
Pero ocurren casos al amparo de la indolencia social y la anuencia familiar. En 2010, Sebastián Martínez Ferraté realizó un documental para la televisión española donde se mostraban colegiales adolescentes prostituyéndose.
La autocracia verde olivo se defendió atacando. Y en vez de investigar a fondo el asunto, encarceló a Martínez Ferraté. Al menos en La Habana se han conocido casos de estudiantes entre 13 y 15 años que se prostituyen.
Richard, cubano residente en Miami, recuerda que en unos de sus viajes a la isla, luego de pactar un precio con dos jineteras, al día siguiente, cuando pasó a recogerlas, estaban vestidas con uniformes de secundaria.
“Me horroricé y anulé el trato. Muchas jineteras mienten cuando le preguntan su edad. Yo desistí, ¿pero a cuántos perversos no les excita acostarse con dos menores?”, se pregunta Richard.
En opinión de algunas personas, los pedófilos más consuetudinarios son los canadienses y rusos. “Suelen pagar más si en la ‘fiesta’ hay niñas o niños de 14 o 15 años. El turismo que aterriza en Cuba es de lo peor. He visto a estirados europeos derretirse con un chico que aún no ha cumplido los 16. La policía hace lo suyo. Pero no da abasto”, cuenta Joel, travesti asiduo al malecón habanero donde funciona una zona de tolerancia gay.
En mayo de 2010 en Bayamo, ciudad a 750 kilómetros al este de la capital, una niña de 12 años apareció muerta tras un aparente caso de prostitución con turistas italianos.
Según Carlos, sociólogo, los abusos sexuales practicados por familiares son más frecuentes en las regiones orientales. “Hace una década, realicé un estudio sociológico en la Sierra Maestra y era frecuente ver parientes que se casaban o eran novios entre sí. Incluso se daban casos de padres que abusaban de sus hijas”.
En 2013, en una barriada de La Habana, un padre violó a su hija de 9 años. A la niña hubo que extirparle sus ovarios y la secuela sicológica será un lastre para toda su vida.
Como siempre ocurre cuando aumentan o se reportan ciertos delitos aberrantes en Cuba, se va a los extremos. Estados Unidos culpa al régimen de permisivo. Y la respuesta de los gobernantes cubanos es huir hacia adelante, censurando en la prensa este tipo de sucesos.
El silencio oficial no acallará el problema. Todo lo contrario. Sirve de escudo a los violadores y transgresores. Cuba está lejos de ser Tailandia, aunque muchos piensen que va por ese camino.