El 23 de marzo de 1814, en la aristocrática ciudad de Santa María del Puerto Príncipe, hoy Camagüey, nacía Gertrudis Gómez de Avellaneda, "La Tula", considerada la más alta voz poética y dramatúrgica del siglo XVIII en idioma español.
Esa valoración viene de maestros de la palabra en la época del romanticismo tan importantes como José de Espronceda, Alberto Lista, Zorrilla, Menéndez y Pelayo y Bretón de los Herreros quien, además, refiriéndose a La Avellaneda, hizo célebre la frase “Es mucho hombre esta mujer”, que hoy nos puede parecer inadecuada y sexista, pero, en aquella época, era mucho más que un halago.
Valiente donde pocas y sufrida como muchas, la vida no le ahorró dolores ni premios a esta cubana, hija de militar español, que a los 21 años debió emigrar a España por razones familiares, lo cual le costaría el rechazo de la intelectualidad isleña hasta el día de hoy.
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La Tula arrasó por donde quiera que pasó, tal era su talento, su inteligencia y su belleza. A su paso, despertó las más altas y las más bajas pasiones e, incluso, se atrevió a asumir la maternidad siendo soltera. Brenilde, su niña, murió antes de cumplir el año y su muerte dejó en la Avellaneda una herida que nunca cicatrizó.
Vivió rodeada de pretendientes y admiradores y, al final, murió sola en el Nº 2 de la madrileña calle de Ferraz el 1º de febrero de 1873 a la edad de 56 años y, contando al sepulturero, a su doncella y al párroco, sólo cinco personas la acompañaron a su última morada. Como testimonio de su amor por esa isla del Caribe llamada Cuba, les dejo este soneto, uno de los más hermosos y perfectos escritos en nuestro idioma.
Al partir
Perla del mar, Estrella de Occidente,
Hermosa Cuba, tu brillante cielo
La noche cubre con su opaco velo
Como cubre el dolor mi triste frente.
Voy a partir, la chusma diligente
Para arrancarme del nativo suelo
Las velas iza, y pronta a su desvelo
La brisa acude de tu zona ardiente.
Adiós, Patria feliz, Edén querido,
Doquier que el hado en su furor me impela,
Tu dulce nombre halagará mi oído.
Adiós, ya cruje la turgente vela,
El ancla se alza, el buque, estremecido
las olas corta y silencioso, Vuela.