Una campaña de inspecciones sorpresivas amenaza coger fuera de base a boteros y otros transportistas privados cubanos. Muchos compran combustible robado, o pagan sobornos por el certificado de Revisión Técnica Automotriz.
Desde el pasado 10 de agosto y hasta el día 26 la Dirección Nacional de Tránsito del Ministerio del Interior de Cuba está empeñada en una campaña de inspecciones técnicas sorpresivas de los vehículos que transportan pasajeros.
Si usted es taxista, botero o chófer de un camión adaptado para transporte de pasajeros, aunque tenga en la guantera su licencia en regla, y en el parabrisas el sello del llamado Somatón (Empresa de Revisión Técnica Automotriz), inspectores y agentes de la Policía Nacional Revolucionaria le pueden parar en la vía pública y someterle a un inesperado examen --con una planta móvil-- de sus frenos, suspensión, luces, emisiones, dirección, transmisión, neumáticos, pintura y limpieza.
Si algo de eso falla, usted, para usar un término beisbolero, puede ser puesto out robando base.
Según las autoridades el propósito de la campaña es “prevenir accidentes del tránsito”, así como “incentivar la responsabilidad de directivos, administradores y conductores en el movimiento público de personas para llevar a la práctica los exámenes de los equipos y las normas establecidas”.
Pero la medida podría tener otras veladas intenciones. Al menos un medio local en Camagüey cita a un funcionario que precisó que la tarea incluye la comprobación mecánica de los equipos y que respondan “a las normas y exigencias de operación de los fabricantes”. Vaya manera de subir la parada en un país donde muchos transportistas privados operan carros americanos de los años 50.
En el blog “La matrícula” el periodista independiente Odelín Alfonso ponía un ejemplo de los injertos e inventos que mantienen rodando esos carros: un Plymouth de 1953 conserva su sistema de freno y dirección de fábrica, tras un sinnúmero de reparaciones,pero se mueve con un motor Perkins de cuatro cilindros adaptado, y con caja de cambios, barra de transmisión y neumáticos Mitsubishi.
Alfonso calcula que “más del 90 por ciento de los autos norteamericano que se mueven por la geografía cubana, fabricados antes de 1961, no cumplen los requerimientos técnicos para circular”.¿Cómo circulan? Gracias a la corrupción.
Es casi una ley no escrita que si usted sabe que su carro no va a pasar el Somatón, debe resolver su problema mostrándole al empleado 20 “cucos” o pesos convertibles.
En el caso de los ómnibus y otros vehículos de transporte público estatales las inspecciones no pasarán de ser puro paripé. El periodista independiente Osmar Lafitta dijo a martinoticias que en las condiciones de creciente descapitalización y persistente centralización en que se encuentra la economía de la isla es casi imposible para administradores y directivos adquirir piezas de repuesto.
Unos 200 ómnibus de los cerca de 900 comprados hace seis años a China, Rusia y Bielorrusia --sin contratar los repuestos-- están oxidándose en paraderos y cementerios de vehículos como el de la calle 100 en Marianao. Y los que siguen en circulación resienten el desastroso estado de las vías y la sobreexplotación.
A quienes sí podría perjudicar la campaña es a los más modestos entre los transportistas privados. En conversaciones con martinoticias Lafitta y Odelín Alfonso coincidieron en que debido el alto precio de los combustibles que vende el Estado –la gasolina, por ejemplo, entre 1 y 1.30 CUC el litro, o entre 25 y 33 pesos cubanos-- los particulares adquieren casi invariablemente el combustible en el mercado negro.
Muchos han adaptado sus vehículos para diésel, que cuesta en la bolsa negra de 6 a 8 pesos el litro (el precio más barato de todos los combustibles en oferta "por la izquierda"), frente a 20 a 25 pesos la gasolina. Lafitta está seguro de que hasta un 90 por ciento de los vehículos privados han sido reconvertidos para funcionar con diésel, popularmente conocido como “petróleo” .
Otros choferes han adaptado los suyos para keroseno (de 10 a 15 pesos el litro), o para gas licuado, corriendo un riesgo adicional, pues ninguno de estos se vende en las gasolineras del Estado. El keroseno se distribuye principalmente a los consumidores cubanos en pequeñas cuotas racionadas para cocinar.
También existe un mercado clandestino de piezas y accesorios, como carburadores y baterías sustraídos de los almacenes estatales, pero los taxistas más solventes, como también los nuevos dueños de pequeñas flotas de taxis operados día y noche por sus choferes asalariados, tienen ahora una alternativa para conseguir refacciones.
Lafitta refiere que estos suelen recurrir a los “maletas”. Son cubanos residentes en la isla que han adquirido otras nacionalidades, como los beneficiados por la Ley de Nietos española, y que se dedican a viajar a Ecuador o a Miami con decenas de encargos y el viaje pagado por sus clientes. Gracias a ellos, o a la generosidad de familiares en el exterior, se ven en La Habana esos “almendrones” aptos para responder desde el motor hasta la pintura “a las normas y exigencias de operación de los fabricantes”.
Como también a la ingeniosidad y creatividad de mecánicos y chapistas del patio. Lafitta cuenta que hay talleres de chapistería donde te convierten una camioneta vieja en un flamante Land Rover.No pregunte por lo que hay bajo la carrocería.
Alfonso cree que con su cruzada de inspecciones técnicas el Estado quiere asestar un golpe al robo de combustibles,pero también ir reduciendo el número de taxistas privados para dar más espacio a las cooperativas de transporte público.
En éstas los medios de transporte –autos Peugeot o de la marca china Geely, y microbuses Yutong chinos o Toyota—son propiedad del Estado, mientras que el mantenimiento, los respuestos y hasta el costo de las cuotas de combustible recaen sobre los cooperativistas, quienes por otra parte deben tributar a diario al gobierno una tajada sustancial de la recaudación.
Sin embargo, pese a que las cooperativas cobran alrededor de la mitad de las tarifas de los boteros ( de 5 a 10 pesos, frente a 10 a 20, según la distancia), no han pegado mucho entre la parte de la población que puede pagarse un transporte más caro que los abarrotados y veleidosos autobuses articulados del transporte público estatal. Según Odelín, a las cooperativas les faltan orden y sistematicidad en sus horarios.
Observa Lafitta que alrededor del 10 por ciento de los 400.000 cuentapropistas que hay en la isla son transportistas autorizados a llevar carga o pasaje. Y en La Habana, donde como promedio se perciben mayores ingresos, concurren como mariposas a la luz taxistas, boteros y camioneros de todo el país, que no quieren matar la gallina de los huevos de oro perdiendo sus lilcencias.
A fin de cuentas la campaña de inspecciones corre el riesgo de fracasar debido a que en la Policía Nacional Revolucionaria reina una corrupción similar a la que permite a verdaderos dragones de la contaminación obtener el sello del Somatón y circular por las calles de la isla.
En Cubanet esta semana, el periodista independiente Pablo Pascual Méndez Piña publicó un reportaje sobre el tema. Le dejo con estos párrafos:
“XL tiene 43 años y conduce un taxi estatal. YP es un chofer cuentapropista de 39 años que maneja un ‘almendrón’. Ambos solicitaron el anonimato y se consideran presas fáciles de los policías corruptos”.
Coinciden en que cuando estos les notifican injustamente, ‘no vale la pena discutir’, saben que están obligados a entregarles 5 CUC junto a la licencia de conducción”.
"’Hay que resignarse a pagarles ese impuesto’, se justifica XL, alegando que ya una vez le retiraron la licencia por seis meses y tuvo que ‘arañar el mármol’. No puede estar alejado del timón porque tiene dos hijos que mantener”.
“YP, por su parte, cita que el propio Código del Transito es la patente de corso. ‘Si sobrepasamos los puntos/multas, nos retiran la licencia. ¿Y de dónde vamos sacar los frijoles? Ellos abusan del poder, y nosotros, tenemos que apretar el fondillo y darle a los pedales”.
Si usted es taxista, botero o chófer de un camión adaptado para transporte de pasajeros, aunque tenga en la guantera su licencia en regla, y en el parabrisas el sello del llamado Somatón (Empresa de Revisión Técnica Automotriz), inspectores y agentes de la Policía Nacional Revolucionaria le pueden parar en la vía pública y someterle a un inesperado examen --con una planta móvil-- de sus frenos, suspensión, luces, emisiones, dirección, transmisión, neumáticos, pintura y limpieza.
Si algo de eso falla, usted, para usar un término beisbolero, puede ser puesto out robando base.
Según las autoridades el propósito de la campaña es “prevenir accidentes del tránsito”, así como “incentivar la responsabilidad de directivos, administradores y conductores en el movimiento público de personas para llevar a la práctica los exámenes de los equipos y las normas establecidas”.
Pero la medida podría tener otras veladas intenciones. Al menos un medio local en Camagüey cita a un funcionario que precisó que la tarea incluye la comprobación mecánica de los equipos y que respondan “a las normas y exigencias de operación de los fabricantes”. Vaya manera de subir la parada en un país donde muchos transportistas privados operan carros americanos de los años 50.
En el blog “La matrícula” el periodista independiente Odelín Alfonso ponía un ejemplo de los injertos e inventos que mantienen rodando esos carros: un Plymouth de 1953 conserva su sistema de freno y dirección de fábrica, tras un sinnúmero de reparaciones,pero se mueve con un motor Perkins de cuatro cilindros adaptado, y con caja de cambios, barra de transmisión y neumáticos Mitsubishi.
Alfonso calcula que “más del 90 por ciento de los autos norteamericano que se mueven por la geografía cubana, fabricados antes de 1961, no cumplen los requerimientos técnicos para circular”.¿Cómo circulan? Gracias a la corrupción.
Es casi una ley no escrita que si usted sabe que su carro no va a pasar el Somatón, debe resolver su problema mostrándole al empleado 20 “cucos” o pesos convertibles.
En el caso de los ómnibus y otros vehículos de transporte público estatales las inspecciones no pasarán de ser puro paripé. El periodista independiente Osmar Lafitta dijo a martinoticias que en las condiciones de creciente descapitalización y persistente centralización en que se encuentra la economía de la isla es casi imposible para administradores y directivos adquirir piezas de repuesto.
Unos 200 ómnibus de los cerca de 900 comprados hace seis años a China, Rusia y Bielorrusia --sin contratar los repuestos-- están oxidándose en paraderos y cementerios de vehículos como el de la calle 100 en Marianao. Y los que siguen en circulación resienten el desastroso estado de las vías y la sobreexplotación.
A quienes sí podría perjudicar la campaña es a los más modestos entre los transportistas privados. En conversaciones con martinoticias Lafitta y Odelín Alfonso coincidieron en que debido el alto precio de los combustibles que vende el Estado –la gasolina, por ejemplo, entre 1 y 1.30 CUC el litro, o entre 25 y 33 pesos cubanos-- los particulares adquieren casi invariablemente el combustible en el mercado negro.
Otros choferes han adaptado los suyos para keroseno (de 10 a 15 pesos el litro), o para gas licuado, corriendo un riesgo adicional, pues ninguno de estos se vende en las gasolineras del Estado. El keroseno se distribuye principalmente a los consumidores cubanos en pequeñas cuotas racionadas para cocinar.
También existe un mercado clandestino de piezas y accesorios, como carburadores y baterías sustraídos de los almacenes estatales, pero los taxistas más solventes, como también los nuevos dueños de pequeñas flotas de taxis operados día y noche por sus choferes asalariados, tienen ahora una alternativa para conseguir refacciones.
Lafitta refiere que estos suelen recurrir a los “maletas”. Son cubanos residentes en la isla que han adquirido otras nacionalidades, como los beneficiados por la Ley de Nietos española, y que se dedican a viajar a Ecuador o a Miami con decenas de encargos y el viaje pagado por sus clientes. Gracias a ellos, o a la generosidad de familiares en el exterior, se ven en La Habana esos “almendrones” aptos para responder desde el motor hasta la pintura “a las normas y exigencias de operación de los fabricantes”.
Como también a la ingeniosidad y creatividad de mecánicos y chapistas del patio. Lafitta cuenta que hay talleres de chapistería donde te convierten una camioneta vieja en un flamante Land Rover.No pregunte por lo que hay bajo la carrocería.
Alfonso cree que con su cruzada de inspecciones técnicas el Estado quiere asestar un golpe al robo de combustibles,pero también ir reduciendo el número de taxistas privados para dar más espacio a las cooperativas de transporte público.
En éstas los medios de transporte –autos Peugeot o de la marca china Geely, y microbuses Yutong chinos o Toyota—son propiedad del Estado, mientras que el mantenimiento, los respuestos y hasta el costo de las cuotas de combustible recaen sobre los cooperativistas, quienes por otra parte deben tributar a diario al gobierno una tajada sustancial de la recaudación.
Sin embargo, pese a que las cooperativas cobran alrededor de la mitad de las tarifas de los boteros ( de 5 a 10 pesos, frente a 10 a 20, según la distancia), no han pegado mucho entre la parte de la población que puede pagarse un transporte más caro que los abarrotados y veleidosos autobuses articulados del transporte público estatal. Según Odelín, a las cooperativas les faltan orden y sistematicidad en sus horarios.
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Observa Lafitta que alrededor del 10 por ciento de los 400.000 cuentapropistas que hay en la isla son transportistas autorizados a llevar carga o pasaje. Y en La Habana, donde como promedio se perciben mayores ingresos, concurren como mariposas a la luz taxistas, boteros y camioneros de todo el país, que no quieren matar la gallina de los huevos de oro perdiendo sus lilcencias.
A fin de cuentas la campaña de inspecciones corre el riesgo de fracasar debido a que en la Policía Nacional Revolucionaria reina una corrupción similar a la que permite a verdaderos dragones de la contaminación obtener el sello del Somatón y circular por las calles de la isla.
En Cubanet esta semana, el periodista independiente Pablo Pascual Méndez Piña publicó un reportaje sobre el tema. Le dejo con estos párrafos:
“XL tiene 43 años y conduce un taxi estatal. YP es un chofer cuentapropista de 39 años que maneja un ‘almendrón’. Ambos solicitaron el anonimato y se consideran presas fáciles de los policías corruptos”.
Coinciden en que cuando estos les notifican injustamente, ‘no vale la pena discutir’, saben que están obligados a entregarles 5 CUC junto a la licencia de conducción”.
"’Hay que resignarse a pagarles ese impuesto’, se justifica XL, alegando que ya una vez le retiraron la licencia por seis meses y tuvo que ‘arañar el mármol’. No puede estar alejado del timón porque tiene dos hijos que mantener”.
“YP, por su parte, cita que el propio Código del Transito es la patente de corso. ‘Si sobrepasamos los puntos/multas, nos retiran la licencia. ¿Y de dónde vamos sacar los frijoles? Ellos abusan del poder, y nosotros, tenemos que apretar el fondillo y darle a los pedales”.