Los inspectores llegaron el lunes, pero este martes fue su primer día de trabajo. Saber su itinerario es imposible, adivinar sus pasos, improbable
Anclado en un muelle del puerto de Manzanillo el carguero norcoreano Chong Chon Gang parece un gigante amarrado. De hecho lo es: su destino aun no está claro, las autoridades panameñas no tienen interés en el buque y una solución diplomática les parece acertada, pero está de por medio el trabajo que ahora hace la ONU.
Los inspectores llegaron el lunes, pero este martes fue su primer día de trabajo. Saber su itinerario es imposible, adivinar sus pasos, improbable. Una nube de misterio y secretismo rodea su tarea. Y, ya el canciller Nuñez Fábrega lo dijo cuando manifestó que la labor de los expertos no es política.
Al mediodía del martes varios canales de televisión viajaron hasta la provincia norteña de Colón y se apostaron en la única entrada por donde debería pasar la caravana de la ONU. Horas después la espera había sido en vano. El barco está ahí, pero los contenedores fueron trasladados a la antigua base aérea Howard. Se desconoce qué queda en el barco, qué permanece en la base, y a dónde fueron a parar las municiones vivas que han irritado a los panameños.
Los inspectores trabajan basándose en la evidencia mostrada por Panamá desde el instante de la detención del barco. Puede demorar meses que el informe final vea la luz, y que luego el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se pronuncie al respecto.
Por el momento, panameños entrevistados en las calles muestran su repulsa a la noticia de las armas escondidas bajo el azúcar. Para ellos el canal no es solo una importante fuente de ingresos de la nación, sino que constituye el orgullo de manejar con precisión de relojero tamaña empresa legada por Estados Unidos.
A Pyongyang le conviene una solución diplomática; a Panamá, que esto no hubiera pasado; y a la Habana, habría que preguntarle para que rompa el silencio que mantiene desde la declaración televisada de su cancillería.
Nada de esto importa ahora. Los inspectores continúan, en silencio, haciendo su trabajo. Una vez concluído, la noticia del barco desaparecerá de los medios y se volverá invisible hasta que la ONU dé su veredicto. Después habría que ver qué pasa.
Los inspectores llegaron el lunes, pero este martes fue su primer día de trabajo. Saber su itinerario es imposible, adivinar sus pasos, improbable. Una nube de misterio y secretismo rodea su tarea. Y, ya el canciller Nuñez Fábrega lo dijo cuando manifestó que la labor de los expertos no es política.
Al mediodía del martes varios canales de televisión viajaron hasta la provincia norteña de Colón y se apostaron en la única entrada por donde debería pasar la caravana de la ONU. Horas después la espera había sido en vano. El barco está ahí, pero los contenedores fueron trasladados a la antigua base aérea Howard. Se desconoce qué queda en el barco, qué permanece en la base, y a dónde fueron a parar las municiones vivas que han irritado a los panameños.
Los inspectores trabajan basándose en la evidencia mostrada por Panamá desde el instante de la detención del barco. Puede demorar meses que el informe final vea la luz, y que luego el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se pronuncie al respecto.
Por el momento, panameños entrevistados en las calles muestran su repulsa a la noticia de las armas escondidas bajo el azúcar. Para ellos el canal no es solo una importante fuente de ingresos de la nación, sino que constituye el orgullo de manejar con precisión de relojero tamaña empresa legada por Estados Unidos.
A Pyongyang le conviene una solución diplomática; a Panamá, que esto no hubiera pasado; y a la Habana, habría que preguntarle para que rompa el silencio que mantiene desde la declaración televisada de su cancillería.
Nada de esto importa ahora. Los inspectores continúan, en silencio, haciendo su trabajo. Una vez concluído, la noticia del barco desaparecerá de los medios y se volverá invisible hasta que la ONU dé su veredicto. Después habría que ver qué pasa.