Decía Jorge Mañach que cuando algún narciso tropical pretende más de lo que realmente vale, el choteo cubano le sale al paso y le baja los humos. De eso trata esta historia real.
Por un amigo de un amigo, que hoy es mi amigo, conseguí allá por octubre de 1988 mi primer trabajo fijo y relacionado con los medios de comunicación en USA. Pero además, convoyado, conseguí el increíble privilegio de trabajar con Guillermo Álvarez Guedes
Por entonces yo vivía de la ayuda del refugio y de trabajitos de fines de semana, así que fue un doble alegrón que, a través del Kiki, Ciro Espinosa, quien estaba organizando entonces con Guillermo la compañía Empire Productions, me propusiera trabajar con ellos en el talk-show en preparación “Aquí está Álvarez Guedes”.
La plata era poca y el quehacer mucho –desde investigar cada tema, preparar las fichas y seleccionar a los invitados hasta manejar un van para ir a buscarlos y luego llevarlos de regreso —pero ¿qué cubano verdadero se habría negado la oportunidad de trabajar con esa leyenda viva?
Ciro me cuenta que la idea surgió cuando supo por el humorista que no había hecho televisión desde los años 50. El gran obstáculo que siempre anteponían las televisoras –el mismo que impidió, aunque por regulaciones federales, que en los 90 Álvarez Guedes comenzara un programa en Radio Martí – eran sus “malas palabras”.
Palabras que él decía eran “malas” aquí y “buenas” en otras partes, pero que además usaba enfáticamente y no con grosería, y con un sentido de las pausas, los gestos y la intención que ya quisieran muchos en Hollywood.
Así que el show fue adquirido por la cadena Univisión, pero fue programado para el horario nocturno tardío, con una advertencia a los padres para que cuidaran que no lo vieran los niños (Esta misma semana de su muerte un venezolano contaba en Twitter como ”de chamo” escuchaba los cassettes de Guillermo de sus padres, escondido de ellos).
“Aquí está Álvarez Guedes” fue uno de los primeros talk-shows o programas de debate en la televisión hispana de EE.UU. Pero comparado con otros el show de Guillermo era suave, fresco y bajito de sal en cuanto a sus temas. No dependía del escándalo, porque su talento cómico bastaba y sobraba para ofrecer un buen rato a la teleaudiencia y rating a la cadena.
Recuerdo entre otros temas tratados el de los calvos (“son gente muy importante: si vas al cine te dicen: ‘tres filas después del calvo”), las dietas, las enfermedades, y uno que me puso en aprietos: los feos.
EL G-2 ME TIRA UN CABO
Algunos invitados eran fáciles. Entre los gordos, los hay contentos; entre los calvos, está la leyenda de que son más sexy. Pero a ningún feo le gusta que le digan feo, y yo estaba a punto de jugarme el trabajo pidiéndole a Guillermo que cambiara el tema (él era una prueba viviente de que lo serio no es lo contrario de lo divertido) cuando como Deus ex machina vino en mi auxilio el G-2.
De vez en cuando llegaba gente buscando trabajo a la oficinita de Empire Productions, allá en el Ocean Bank de Le Jeune y la 7 del northwest , y por eso no llamó la atención un señor que dijo llamarse José Fernández Brenes, que había trabajado en la televisión cubana y que necesitaba trabajo. ¿Dije que no llamó la atención? Como que no, si ¡mandaba un feo!
Agarrándome de un clavo caliente llamé a Ciro aparte y le dije: “Este es el hombre”, “¿Qué hombre?”, “El feo que necesitamos”. Ciro que es un relacionista público nato, estuvo de acuerdo y sólo le tuvo que dar un empujoncito y hacerle una oferta. En el programa, por supuesto, Guillermo hizo la noche con él.
Años después, ya trabajando en Radio Martí me encontré al feo en Washington, y me dijo que estaba trabajando en los preparativos de TV Martí. Después de la salida al aire de la televisora hermana nos enteramos de que Brenes había vuelto a Cuba, destapado como “el agente Orión”
Durante una entrevista en la televisión cubana, dijo ser un veterano agente de la contrainteligencia cubana hacia 15 años. Afirmó que su misión era penetrar TV Martí y brindar información que posibilitara a las autoridades cubanas interferir esa señal televisiva, desde que salió al aire por primera vez a principios de 1990.
''TV Martí nació interferida porque desde Washington manteníamos informado al gobierno cubano sobre los detalles del proyecto'', alardeó Fernández Brenes.
Decía Jorge Mañach en su “Indagación del choteo” cubano que, aunque no se justifica cuando el blanco es una autoridad genuina, cuando se trata en cambio de una autoridad cuya forma no corresponde a su sustancia, que pretende más de lo que realmente vale, entonces el choteo es un delator formidable, y le sale al paso y le baja los humos a cualquier narciso tropical.
Si alguna historia escrita por otro me habría gustado escribir fue la que publicó El Nuevo Herald, después de las declaraciones en Cuba del agente Orión, con la firma de mi colega Juan Manuel Cao, hoy presentador de noticias de America Tevé. Lástima que la internet todavía estaba por nacer y el artículo no está disponible.
¿El tema? La historia que les acabo de contar.
¿El título? “¡Ñoooo, qué feo!”.
Tanto, que por feo le deben haber dado la baja del Ministerio del Interior, porque ¡más nunca oímos hablar de él!
Por entonces yo vivía de la ayuda del refugio y de trabajitos de fines de semana, así que fue un doble alegrón que, a través del Kiki, Ciro Espinosa, quien estaba organizando entonces con Guillermo la compañía Empire Productions, me propusiera trabajar con ellos en el talk-show en preparación “Aquí está Álvarez Guedes”.
La plata era poca y el quehacer mucho –desde investigar cada tema, preparar las fichas y seleccionar a los invitados hasta manejar un van para ir a buscarlos y luego llevarlos de regreso —pero ¿qué cubano verdadero se habría negado la oportunidad de trabajar con esa leyenda viva?
Ciro me cuenta que la idea surgió cuando supo por el humorista que no había hecho televisión desde los años 50. El gran obstáculo que siempre anteponían las televisoras –el mismo que impidió, aunque por regulaciones federales, que en los 90 Álvarez Guedes comenzara un programa en Radio Martí – eran sus “malas palabras”.
Palabras que él decía eran “malas” aquí y “buenas” en otras partes, pero que además usaba enfáticamente y no con grosería, y con un sentido de las pausas, los gestos y la intención que ya quisieran muchos en Hollywood.
Así que el show fue adquirido por la cadena Univisión, pero fue programado para el horario nocturno tardío, con una advertencia a los padres para que cuidaran que no lo vieran los niños (Esta misma semana de su muerte un venezolano contaba en Twitter como ”de chamo” escuchaba los cassettes de Guillermo de sus padres, escondido de ellos).
“Aquí está Álvarez Guedes” fue uno de los primeros talk-shows o programas de debate en la televisión hispana de EE.UU. Pero comparado con otros el show de Guillermo era suave, fresco y bajito de sal en cuanto a sus temas. No dependía del escándalo, porque su talento cómico bastaba y sobraba para ofrecer un buen rato a la teleaudiencia y rating a la cadena.
Recuerdo entre otros temas tratados el de los calvos (“son gente muy importante: si vas al cine te dicen: ‘tres filas después del calvo”), las dietas, las enfermedades, y uno que me puso en aprietos: los feos.
EL G-2 ME TIRA UN CABO
Algunos invitados eran fáciles. Entre los gordos, los hay contentos; entre los calvos, está la leyenda de que son más sexy. Pero a ningún feo le gusta que le digan feo, y yo estaba a punto de jugarme el trabajo pidiéndole a Guillermo que cambiara el tema (él era una prueba viviente de que lo serio no es lo contrario de lo divertido) cuando como Deus ex machina vino en mi auxilio el G-2.
De vez en cuando llegaba gente buscando trabajo a la oficinita de Empire Productions, allá en el Ocean Bank de Le Jeune y la 7 del northwest , y por eso no llamó la atención un señor que dijo llamarse José Fernández Brenes, que había trabajado en la televisión cubana y que necesitaba trabajo. ¿Dije que no llamó la atención? Como que no, si ¡mandaba un feo!
Agarrándome de un clavo caliente llamé a Ciro aparte y le dije: “Este es el hombre”, “¿Qué hombre?”, “El feo que necesitamos”. Ciro que es un relacionista público nato, estuvo de acuerdo y sólo le tuvo que dar un empujoncito y hacerle una oferta. En el programa, por supuesto, Guillermo hizo la noche con él.
Años después, ya trabajando en Radio Martí me encontré al feo en Washington, y me dijo que estaba trabajando en los preparativos de TV Martí. Después de la salida al aire de la televisora hermana nos enteramos de que Brenes había vuelto a Cuba, destapado como “el agente Orión”
Durante una entrevista en la televisión cubana, dijo ser un veterano agente de la contrainteligencia cubana hacia 15 años. Afirmó que su misión era penetrar TV Martí y brindar información que posibilitara a las autoridades cubanas interferir esa señal televisiva, desde que salió al aire por primera vez a principios de 1990.
''TV Martí nació interferida porque desde Washington manteníamos informado al gobierno cubano sobre los detalles del proyecto'', alardeó Fernández Brenes.
Decía Jorge Mañach en su “Indagación del choteo” cubano que, aunque no se justifica cuando el blanco es una autoridad genuina, cuando se trata en cambio de una autoridad cuya forma no corresponde a su sustancia, que pretende más de lo que realmente vale, entonces el choteo es un delator formidable, y le sale al paso y le baja los humos a cualquier narciso tropical.
Si alguna historia escrita por otro me habría gustado escribir fue la que publicó El Nuevo Herald, después de las declaraciones en Cuba del agente Orión, con la firma de mi colega Juan Manuel Cao, hoy presentador de noticias de America Tevé. Lástima que la internet todavía estaba por nacer y el artículo no está disponible.
¿El tema? La historia que les acabo de contar.
¿El título? “¡Ñoooo, qué feo!”.
Tanto, que por feo le deben haber dado la baja del Ministerio del Interior, porque ¡más nunca oímos hablar de él!