La relación entre la Iglesia y el régimen castrista de los últimos años es producto de la coincidencia de intereses de Raúl Castro y el Cardenal Jaime Ortega Alamino.
La relación entre la Iglesia y el régimen castrista de los últimos años es producto de la coincidencia de intereses de Raúl Castro y el Cardenal Jaime Ortega Alamino: uno quiere preparar el post castrismo, para salvaguardar en lo posible los principios perseguidos por los hermanos Castro y el otro quiere aprovechar la última generación de gobernantes con raíces cristianas, con quienes el diáologo puede ser más fácil que con sus sucesores.
Estas ideas las presentaron en Washington los participantes en una conferencia de la Institución Brookings, entre quienes se hallaba Orlando Márquez, director de Palabra Nueva, la Revista de la Arquidiócesis de La Habana y director de Comunicaciones del Arzobispado de La Habana, además del profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Georgetown, Eusebio Mujal de León, de origen cubano, y el asesor para Latinoamérica de la Conferencia Episcopal de EEUU, Tom Quigley.
Márquez empezó por presentar el deseo de diálogo de la Iglesia Católica y los frutos conseguidos por este diálogo, que tuvo además el impulso de las dos visitas papales de Juan Pablo II y de Benedicto XVI. Explicó que el objetivo de la Iglesia no se limita a cuestiones teológicas, sino que trata de mejorar las condiciones de vida del pueblo cubano y resaltó que este diálogo ha dado sus frutos, tanto en el seminario que el régimen permitió construir, como en la liberación de presos políticos.
Si el beneficio de este diálogo es claro desde el punto de vista religioso, el nuevo seminario San Carlos y San Ambrosio es el primer nuevo edificio de carácter religioso construído desde la instauración del castrismo, no todos ven qué ventaja persigue Raúl Castro.
Eusebio Mujal de León señaló que el régimen ha tenido que reconocer su fracaso en suplantar con ideología las aspiraciones religiosas y añadió que Raúl Castro se halla en condiciones diferentes a las de su hermano mayor pues, por una parte, no arrastra los seguidores que aquel tuvo en su día, y por la otra tiene el apoyo de sectores tecnócratas y militares, opuestos a la vieja escuela que es mucho más reacia al acercamiento religioso.
El régimen actual se enfrenta, dijo Mujal de León, a una degradación difícil de superar y Raúl Castro podría estar buscando nuevas estructuras en las que apuntalar el futuro post-castrista del país. La Iglesia le brinda la posibilidad de un nuevo nacionalismo sin que necesariamente destruya sus estructuras políticas.
El Cardenal Ortega, por otra parte, no quiso perder la oportunidad de negociar con Raúl Castro pues es posible que la experiencia personal del gobernante, educado en una escuela jesuíta, le de unas raíces cristianas, son la consecuente comunidad de ideas, que faltarán en la generación que tomará las riendas dentro de pocos años.
En cuanto a Tom Quigley, su aportación a la conferencia no se centró en el diálogo dentro de Cuba, sino en el efecto de las visitas papales y llegó incluso a decir que el viaje a Cuba fue una de las causas de la dimisión de Benedicto XVI.
Quigley tuvo palabras de apoyo por la decisión del Sumo Pontífice y criticó duramente a quienes exigían en aquel momento un contacto mayor con la disidencia y especialmente se refirió a las Damas de Blanco: Las damas no tenían más derecho ni razón para pedir una reunión con el Papa que otros grupos y congregaciones más representantivos que tampoco se reunieron con él, como la congregación de hombres y mujeres religiosas, seminaristas o representantes ecuménicos
En Estados Unidos, es frecuente comparar el régimen castrista al de Francisco Franco en España, pero Mujal de León advirtió de, especialmente en el caso de la Iglesia, sería un error comparar la situación religiosa cubana a la española, pues la iglesia española fue aliada del régimen durante décadas. Tampoco es comparable a la de Polonia, pues el rol histórico de la Iglesia fue de mucho mayor peso y adquirió una legitimidad nacionalista que nunca tuvo en Cuba.
Estas ideas las presentaron en Washington los participantes en una conferencia de la Institución Brookings, entre quienes se hallaba Orlando Márquez, director de Palabra Nueva, la Revista de la Arquidiócesis de La Habana y director de Comunicaciones del Arzobispado de La Habana, además del profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Georgetown, Eusebio Mujal de León, de origen cubano, y el asesor para Latinoamérica de la Conferencia Episcopal de EEUU, Tom Quigley.
Márquez empezó por presentar el deseo de diálogo de la Iglesia Católica y los frutos conseguidos por este diálogo, que tuvo además el impulso de las dos visitas papales de Juan Pablo II y de Benedicto XVI. Explicó que el objetivo de la Iglesia no se limita a cuestiones teológicas, sino que trata de mejorar las condiciones de vida del pueblo cubano y resaltó que este diálogo ha dado sus frutos, tanto en el seminario que el régimen permitió construir, como en la liberación de presos políticos.
Si el beneficio de este diálogo es claro desde el punto de vista religioso, el nuevo seminario San Carlos y San Ambrosio es el primer nuevo edificio de carácter religioso construído desde la instauración del castrismo, no todos ven qué ventaja persigue Raúl Castro.
Eusebio Mujal de León señaló que el régimen ha tenido que reconocer su fracaso en suplantar con ideología las aspiraciones religiosas y añadió que Raúl Castro se halla en condiciones diferentes a las de su hermano mayor pues, por una parte, no arrastra los seguidores que aquel tuvo en su día, y por la otra tiene el apoyo de sectores tecnócratas y militares, opuestos a la vieja escuela que es mucho más reacia al acercamiento religioso.
El régimen actual se enfrenta, dijo Mujal de León, a una degradación difícil de superar y Raúl Castro podría estar buscando nuevas estructuras en las que apuntalar el futuro post-castrista del país. La Iglesia le brinda la posibilidad de un nuevo nacionalismo sin que necesariamente destruya sus estructuras políticas.
El Cardenal Ortega, por otra parte, no quiso perder la oportunidad de negociar con Raúl Castro pues es posible que la experiencia personal del gobernante, educado en una escuela jesuíta, le de unas raíces cristianas, son la consecuente comunidad de ideas, que faltarán en la generación que tomará las riendas dentro de pocos años.
En cuanto a Tom Quigley, su aportación a la conferencia no se centró en el diálogo dentro de Cuba, sino en el efecto de las visitas papales y llegó incluso a decir que el viaje a Cuba fue una de las causas de la dimisión de Benedicto XVI.
Quigley tuvo palabras de apoyo por la decisión del Sumo Pontífice y criticó duramente a quienes exigían en aquel momento un contacto mayor con la disidencia y especialmente se refirió a las Damas de Blanco: Las damas no tenían más derecho ni razón para pedir una reunión con el Papa que otros grupos y congregaciones más representantivos que tampoco se reunieron con él, como la congregación de hombres y mujeres religiosas, seminaristas o representantes ecuménicos
En Estados Unidos, es frecuente comparar el régimen castrista al de Francisco Franco en España, pero Mujal de León advirtió de, especialmente en el caso de la Iglesia, sería un error comparar la situación religiosa cubana a la española, pues la iglesia española fue aliada del régimen durante décadas. Tampoco es comparable a la de Polonia, pues el rol histórico de la Iglesia fue de mucho mayor peso y adquirió una legitimidad nacionalista que nunca tuvo en Cuba.