Los opositores bielorrusos están luchando para romper el silencio sobre la situación de los derechos humanos en un país pegado a Rusia, donde la KGB todavía no ha muerto...
Los internautas que se encuentren en Europa ya pueden disfrutar de la película Viva Belarus!, dirigida por Krzysztof Lukaszewicz, el primer film que aborda la situación de la resistencia bielorrusa en un país dirigido con mano de hierro por Alexander Lukashenko, uno de los socios preferidos de los hermanos Castro en el Viejo Continente, y a quien ya le han tendido la alfombra roja en varias ocasiones en sus diversos aterrizajes en el José Martí. Los opositores bielorrusos están luchando para romper el silencio sobre la situación de los derechos humanos en un país pegado a Rusia y protegido por el gobierno de Vladimir Putin, donde la KGB todavía no ha muerto y en el que sus arteros métodos siguen todavía vigentes. Uno de los temas de actualidad en la región es precisamente la posibilidad de que Rusia instale una base aérea en ese país.
Viva Belarus! es una producción polaca que narra la historia real de un joven cantante de un grupo musical, Franak Viachorka, que será enviado a un campo militar después que el público en uno de sus conciertos en la capital, Minsk, acabara coreando la palabra “libertad” siguiendo la inspiración de uno de sus temas. Enfundado en una camiseta del Che Guevara, el protagonista de la historia recuerda que en los conciertos en su país no se puede hacer referencia a los problemas políticos, económicos o sociales, y que la palabra “revolución” solo puede ser proferida si se lleva una camiseta del Che, lo que enmarca ese grito a favor de una revolución socialista, es decir, un canto al ‘statu quo’ y al mantenimiento del poder por parte de una élite.
Así pues, en la película ese pulóver no es más que la máscara cuyo significado trasciende el sentido de revolución general, cuando en el fondo los allí congregados aspiran a una revolución dentro de sus propias fronteras que acabe con la tiranía de Lukashenko y las arbitrariedades que bajo su régimen se cometen. El público empieza a sacar la antigua bandera bielorrusa, actualmente prohibida y sustituida por otra que se remite a la época soviética. El joven cantante no acaba de entender cómo el público, de golpe, empieza a reaccionar con gritos de libertad, teme por lo que pueda suceder y les pide que dejen de hacerlo, que guarden esas banderas, que el concierto se ha convertido en una reunión “ilegal”. A partir de aquí, irrumpen las fuerzas del orden, se oyen explosiones dentro del auditorio y empieza a llenarse de humo. Es el momento de la dispersión.
La película está llena de momentos de máximo interés y que muestran formas de represión que nadie podría imaginar que perduraran hoy en Europa: no solo palizas a personas que se plantan frente a los mandatos del régimen, también el uso de lo que yo diría que puede ser la “escenografía” represora como se muestra en un momento del film cuando una joven bloguera es atacada en su casa por agentes de la KGB, que destrozan su apartamento, le inyectan algún tipo de droga para dejarla zombie y luego hacen una filmación para mostrar en la televisión nacional la manera en que viven algunos jóvenes elementos que se oponen al gobierno de Lukashenko. ¿A quién no le suenan los montajes televisivos?
En Viva Belarus! se expone también el papel fundamental de las nuevas tecnologías como instrumento de apoyo para los opositores. Los celulares se convierten en pieza clave para la denuncia y la comunicación de personas que el régimen quiere separadas y aisladas. Las situaciones que se ven en el film no hacen más que aumentar la indignación del espectador que, al mismo tiempo, si previamente se sentía comprometido con ayudar a personas que viven bajo las normas de estos regímenes autoritarios, sentirá ahora muchas más ganas de comprometerse con los que son reprimidos diariamente en contextos semejantes.
Definitivamente Viva Belarus! es un film imprescindible para todo aquel que esté preocupado por la situación en países que, como en Cuba, los derechos fundamentales no están efectivamente protegidos y en consecuencia el Estado, con sus instituciones secuestradas por un grupo de poder, se convierte en el enemigo del ciudadano.
Viva Belarus! es una producción polaca que narra la historia real de un joven cantante de un grupo musical, Franak Viachorka, que será enviado a un campo militar después que el público en uno de sus conciertos en la capital, Minsk, acabara coreando la palabra “libertad” siguiendo la inspiración de uno de sus temas. Enfundado en una camiseta del Che Guevara, el protagonista de la historia recuerda que en los conciertos en su país no se puede hacer referencia a los problemas políticos, económicos o sociales, y que la palabra “revolución” solo puede ser proferida si se lleva una camiseta del Che, lo que enmarca ese grito a favor de una revolución socialista, es decir, un canto al ‘statu quo’ y al mantenimiento del poder por parte de una élite.
Así pues, en la película ese pulóver no es más que la máscara cuyo significado trasciende el sentido de revolución general, cuando en el fondo los allí congregados aspiran a una revolución dentro de sus propias fronteras que acabe con la tiranía de Lukashenko y las arbitrariedades que bajo su régimen se cometen. El público empieza a sacar la antigua bandera bielorrusa, actualmente prohibida y sustituida por otra que se remite a la época soviética. El joven cantante no acaba de entender cómo el público, de golpe, empieza a reaccionar con gritos de libertad, teme por lo que pueda suceder y les pide que dejen de hacerlo, que guarden esas banderas, que el concierto se ha convertido en una reunión “ilegal”. A partir de aquí, irrumpen las fuerzas del orden, se oyen explosiones dentro del auditorio y empieza a llenarse de humo. Es el momento de la dispersión.
La película está llena de momentos de máximo interés y que muestran formas de represión que nadie podría imaginar que perduraran hoy en Europa: no solo palizas a personas que se plantan frente a los mandatos del régimen, también el uso de lo que yo diría que puede ser la “escenografía” represora como se muestra en un momento del film cuando una joven bloguera es atacada en su casa por agentes de la KGB, que destrozan su apartamento, le inyectan algún tipo de droga para dejarla zombie y luego hacen una filmación para mostrar en la televisión nacional la manera en que viven algunos jóvenes elementos que se oponen al gobierno de Lukashenko. ¿A quién no le suenan los montajes televisivos?
En Viva Belarus! se expone también el papel fundamental de las nuevas tecnologías como instrumento de apoyo para los opositores. Los celulares se convierten en pieza clave para la denuncia y la comunicación de personas que el régimen quiere separadas y aisladas. Las situaciones que se ven en el film no hacen más que aumentar la indignación del espectador que, al mismo tiempo, si previamente se sentía comprometido con ayudar a personas que viven bajo las normas de estos regímenes autoritarios, sentirá ahora muchas más ganas de comprometerse con los que son reprimidos diariamente en contextos semejantes.
Definitivamente Viva Belarus! es un film imprescindible para todo aquel que esté preocupado por la situación en países que, como en Cuba, los derechos fundamentales no están efectivamente protegidos y en consecuencia el Estado, con sus instituciones secuestradas por un grupo de poder, se convierte en el enemigo del ciudadano.