Depender de una potencia extranjera, especialmente en materia energética, es un viejo signo de nuestra historia. Cuando desapareció la URSS nos las vimos negras en el completo sentido de esta palabra.
La mayoría de los cubanos rezan, junto a sus gobernantes, para que el gobierno chavista controle al fin la situación creada. No es que muchos acá seamos devotos de Chávez, tal cual nos pintan en los medios nacionales de prensa, es que no queremos volver a las velas, el agua de beber a temperatura ambiente y los frecuentes apagones.
Depender de una potencia extranjera, especialmente en materia energética, es un viejo signo de nuestra historia. Cuando desapareció la URSS nos las vimos negras en el completo sentido de esta palabra. Vino el triunfo de Hugo Chávez, amigo personal del liderazgo histórico de la Revolución y como dicen los cubanos, llegó un “salve”.
Ahora Venezuela está dividida políticamente luego de los resultados electorales, sorpresivos para la mayoría en mi país. Aquí juzgamos el acontecer político a través de los cristales que la burocracia regente sobre la prensa nacional coloca ante nuestros ojos.
Antes de las elecciones se hablaba de “marea roja en Caracas”, recalcando “un récord histórico de participación popular” en los comicios presidenciales. Nicolás Maduro utilizó a su favor ventajas sustanciales: Su condición de Presidente en ejercicio, unos escasos treinta días previos al referendo y en especial los sentimientos populares, motivados por la pérdida del líder revolucionario que le designó como sucesor.
Aún contando con tales vallas delante, Henrique Capriles obtuvo setecientos mil votos más que cinco meses atrás. Los sapientes comentaristas de la prensa cubana, unidos a sus homólogos de los medios chavistas en Venezuela, señalaban toda clase de errores al actual gobernador de Miranda, sin embargo, el resultado final fue un empate técnico, lógicamente cuestionado por el opositor.
En Cuba hay silencio absoluto en torno a una lógica explicación de estos resultados, que causan verdadero estupor tanto en la Isla como en las tierras del Orinoco. Allá será contraproducente el uso de las fuerzas armadas como elemento represivo, dadas las reiteradas declaraciones del desaparecido Chávez, en torno al carácter genuinamente popular de este cuerpo armado.
Hasta ahora el Presidente electo habla de Paz, intentando ganar tiempo. Tiempo se intenta ganar también por acá, dadas las inesperadas circunstancias. Cuba está a punto de perder el petróleo fácil que le llegaba desde Maracaibo. Apelando a la intuición, dentro de tres años la oposición podría reclamar un referendo revocatorio. La hora de Capriles habrá llegando entonces, por aquello de que a la tercera va la vencida.
Queda el cuestionamiento de un proceso revolucionario carente de apoyo mayoritario dentro de la población, a pesar de los catorce años de demagogia chavista, repartiendo los recursos petroleros entre los pobres, sin construir una sólida economía nacional. La imagen nos toca de cerca, aunque en Venezuela el don del subsuelo les permite aguantar la parada.
Los comunistas reparten mientras pueden, crean una gran burocracia y posteriormente la historia les pasa la cuenta. Burocracia corrupta, inflación, altos índices de desempleo, caída del poder adquisitivo por la devaluación monetaria y elevadísimos índices de violencia. De tales problemas no se habló nunca en la prensa oficial cubana o venezolana.
Ahora enfrentamos la sorpresa que no era tal si se hubiera hablado claramente de los asuntos antes enunciados. Para los que no encuentran salidas propias, como sucede en Cuba, la opción es rezar por el milagro de evitar una guerra civil, entre tanto buscan un “Plan B” ante la próxima victoria electoral de Henrique Capriles Radonski.
Depender de una potencia extranjera, especialmente en materia energética, es un viejo signo de nuestra historia. Cuando desapareció la URSS nos las vimos negras en el completo sentido de esta palabra. Vino el triunfo de Hugo Chávez, amigo personal del liderazgo histórico de la Revolución y como dicen los cubanos, llegó un “salve”.
Ahora Venezuela está dividida políticamente luego de los resultados electorales, sorpresivos para la mayoría en mi país. Aquí juzgamos el acontecer político a través de los cristales que la burocracia regente sobre la prensa nacional coloca ante nuestros ojos.
Antes de las elecciones se hablaba de “marea roja en Caracas”, recalcando “un récord histórico de participación popular” en los comicios presidenciales. Nicolás Maduro utilizó a su favor ventajas sustanciales: Su condición de Presidente en ejercicio, unos escasos treinta días previos al referendo y en especial los sentimientos populares, motivados por la pérdida del líder revolucionario que le designó como sucesor.
Aún contando con tales vallas delante, Henrique Capriles obtuvo setecientos mil votos más que cinco meses atrás. Los sapientes comentaristas de la prensa cubana, unidos a sus homólogos de los medios chavistas en Venezuela, señalaban toda clase de errores al actual gobernador de Miranda, sin embargo, el resultado final fue un empate técnico, lógicamente cuestionado por el opositor.
En Cuba hay silencio absoluto en torno a una lógica explicación de estos resultados, que causan verdadero estupor tanto en la Isla como en las tierras del Orinoco. Allá será contraproducente el uso de las fuerzas armadas como elemento represivo, dadas las reiteradas declaraciones del desaparecido Chávez, en torno al carácter genuinamente popular de este cuerpo armado.
Hasta ahora el Presidente electo habla de Paz, intentando ganar tiempo. Tiempo se intenta ganar también por acá, dadas las inesperadas circunstancias. Cuba está a punto de perder el petróleo fácil que le llegaba desde Maracaibo. Apelando a la intuición, dentro de tres años la oposición podría reclamar un referendo revocatorio. La hora de Capriles habrá llegando entonces, por aquello de que a la tercera va la vencida.
Queda el cuestionamiento de un proceso revolucionario carente de apoyo mayoritario dentro de la población, a pesar de los catorce años de demagogia chavista, repartiendo los recursos petroleros entre los pobres, sin construir una sólida economía nacional. La imagen nos toca de cerca, aunque en Venezuela el don del subsuelo les permite aguantar la parada.
Los comunistas reparten mientras pueden, crean una gran burocracia y posteriormente la historia les pasa la cuenta. Burocracia corrupta, inflación, altos índices de desempleo, caída del poder adquisitivo por la devaluación monetaria y elevadísimos índices de violencia. De tales problemas no se habló nunca en la prensa oficial cubana o venezolana.
Ahora enfrentamos la sorpresa que no era tal si se hubiera hablado claramente de los asuntos antes enunciados. Para los que no encuentran salidas propias, como sucede en Cuba, la opción es rezar por el milagro de evitar una guerra civil, entre tanto buscan un “Plan B” ante la próxima victoria electoral de Henrique Capriles Radonski.