Una empresa canadiense convoca a los bicituristas para conocer de cerca a quienes cada día "pasan el Niágara en bicicleta".
En un famoso monólogo sobre el transporte público en Cuba -de la época anterior a los camellos y las bicicletas- el comediante Carlos Ruiz de la Tejera decía que montarse en una guagua cubana –donde los pasajeros van siempre apretujados como sardinas en lata— era “una gran oportunidad para conocer al hombre”.
En un enfoque paralelo, una empresa canadiense especializada en turismo activo, Bikehike Adventures, promete a sus clientes un paquete que les permite “experimentar la Cuba auténtica”, manteniéndolos “alejados de los hoteles de paquetes todo incluido”. Se trata de estar en contacto directo con la isla y sus pobladores, recorriendo una parte de ella… en bicicleta.
La idea parece capitalizar lo que ya estaba sucediendo: muchos extranjeros aficionados al ciclismo recreativo alquilaban bicicletas para tratar de ver a Cuba más de cerca. La famosa empresa editora de guías de viajes Lonely Planet ya había publicado “Cycling in Cuba”, con consejos prácticos ilustrados sobre lo que un visitante necesita para sobrevivir en dos ruedas en la isla, incluyendo mapas, rutas, teléfonos y direcciones de casas particulares, paladares, etc.
Bikehike Adventures, fundada en 1994 en Vancouver, Columbia Británica, propone un itinerario dirigido para pedalear a través de Cuba como “una de las mejores maneras de conocer este país fascinante” con “excelentes carreteras y mínima cantidad de autos” y que “promete ser como ningún otro país donde usted haya pedaleado” (póngale el cuño).
Por 2,399 dólares canadienses, o unos 2,435 dólares americanos, Bikehike Adventures le invita a viajar pegado al manubrio desde Matanzas y por el Circuito Sur, con noches en la llamada Atenas de Cuba, Playa Larga, Península de Zapata, Cienfuegos, Trinidad y Santa Clara, y paradas en lugares como Playa Girón (“para aprender cómo la CIA apoyó la invasión de Cuba a principios de los años 60”) y Manicaragua.
Después de todo, afirma el brochure digital, “la mayoría de los cubanos se transportan en bicicleta, lo que deja las carreteras relativamente libres de autos”.
CUANDO LA BICICLETA FUE REINA DE LAS CALLES DE CUBA
Esa afirmación de que “la mayoría de los cubanos se transportan en bicicleta” debe venir por aquello de “cría fama y acuéstate a dormir”. Hubo efectivamente un tiempo en que fue así: cuando la desintegración de la Unión Soviética conllevó al corte del suministro de petróleo sin restricciones y prácticamente regalado, y el gobierno se vio compulsado a buscar una solución para que el país no se paralizara.
Fidel Castro, siempre tan ufano de saber de todo, postuló: “A pesar de que las bicicletas chinas pesan más que las europeas y estadounidenses, son resistentes y duraderas; además, pueden llevar personas y mercancías. Las necesitamos”.
En 1991 el Gobierno cubano decidió importar cientos de miles de bicicletas chinas e invitó a los técnicos chinos a capacitar a los cubanos en su ensamblaje y reparación. A partir de ese año, unos 400,000 habaneros comenzaron a levantarse cada día para pedalear hacia sus centros de trabajo o estudio a horcajadas sobre alguna Yongjiu, Feige, Fenghuang o Forever.
Por entonces se escribieron ensayos sobre las ventajas que la introducción de la bicicleta --“una verdadera revolución en el campo del transporte sostenible y eficiente”, afirma uno de ellos— había tenido para la salud de los cubanos y la preservación del medio ambiente.
Pero la periodista cubana Tania Quintero, una sobreviviente del Período Especial decretado en los años 90, señala que “es excelente montar bicicleta todos los días, pero cuando se ha podido desayunar y cuando por lo menos se puede hacer una buena comida caliente al día”. Eso, durante el período especial, era la excepción, no la regla. “Parecían anoréxicos pedaleando”, apunta Quintero.
LA EXTINCION DE LOS “CHIVOS”
Puede que Castro estuviera acertado y los ciclos chinos fueran más resistentes y duraderos que los americanos y europeos. Pero como con la mayoría de las ideas brillantes del Comandante, el diablo siempre ha estado en los detalles. Esta también tendría serios problemas de imprevisión: como ocurrió después con una buena parte de los ómnibus Yutong que en 2007 iban a resolver el problema del transporte público en La Habana, y hoy yacen inertes y oxidados, para las bicicletas chinas no se adquirieron piezas de repuesto.
Desde Manicaragua --una de las paradas para almorzar en el itinerario de los turistas convocados por Bikehike Adventures-- Enrique Martínez dijo a martinoticias que ya se ven pocas de esas bicicletas chinas, y que si quisiera adquirir alguna de las que se venden en moneda convertible, la más barata le costaría unos 120 dólares. El salario medio mensual son 18 dólares.
Los manicaragüenses se transportan dentro del pueblo a pie o en los coches de caballos que han sustituido a las antiguas guaguas locales; y hacia Santa Clara y otras poblaciones --unos pocos pueden pagar 20 pesos para irse en una “máquina” particular--, lo hacen en una especie de “camello” o rastra adaptada para pasajeros al que llaman “el superbús”.
El cienfueguero Jorge Ramírez nos aseguró que la semana pasada vio vacacionistas extranjeros en bicicleta por una carretera cercana a Trinidad. Les seguía de cerca un ómnibus Yutong, de Transgaviota, la rama de transporte de la empresa turística Gaviota, controlada por los militares.
También los vio Martínez, en el trayecto desde la playa de Rancho Luna hacia Trinidad. Y por supuesto, llevan casco protector, reflectores, chalecos fluorescentes y otros aditamentos de seguridad. Nada de eso estaba asegurado para los ciclistas a-pesar-suyo cubanos de los 90.
Tania Quintero señala que “según cifras extraoficiales, entre 1991 y 2001, la década crucial del ‘período especial’, habría sido considerable el número de ciclistas fallecidos, heridos o con traumatismos de diversa intensidad, como consecuencia de accidentes de tránsito que hubieran podido evitarse”, muchos de ellos en los enormes y numerosos baches de las calles de la isla.
AL TURISMO, ALFOMBRA ROJA… Y CARRETERA SIN BACHES
Los baches de Cuba son de leyenda: con el paso de los años sólo cambian en anchura y profundidad, y porque se llenan de agua en la estación de lluvias. Y esto sucede tanto en calles interiores como en arterias principales (Guardo una foto tomada en la habanera Calzada de San Miguel del Padrón, que capta lo que parece, más que un bache, una laguna).
Pero en un recorrido turístico, cuya seguridad depende de la habilidad ciclística de los vacacionistas, era imperativo –para el gobierno corto de “cash” con qué enfrentar demandas-- hacer una excepción a la regla. Una excepción, además, que permitiera a los vacacionistas disfrutar, sin ruidos en el sistema, de un itinerario que tiene de todo para vender: la curiosidad histórica de Playa Girón, la rica vida silvestre de la Ciénaga de Zapata, la belleza de la ciudad y la bahía de Cienfuegos, el chapuzón en el Caribe en Rancho Luna, el ambiente colonial de Trinidad, y las vistas panorámicas de las alturas del Escambray.
De ahí que Bikehike Adventures pueda asegurar que Cuba tiene "excelentes carreteras" : aquellas por donde pasan los turistas.
Ramírez dice que el tramo de carretera del Circuito Sur entre Cienfuegos y Trinidad está en buenas condiciones, y que la entrada a esta última ciudad –la tercera villa fundada por los españoles en Cuba-- está bien asfaltada y señalizada (el deterioro, y a menudo la ausencia de señales de tránsito en calles y carreteras suele de ser causa de accidentes en la isla).
Desde Manicaragua, Martínez me cuenta que la vía que baja de Topes de Collantes, en la Sierra de Guamuhaya, y luego enlaza al pueblo con Santa Clara, está siendo reasfaltada. El proyecto incluyó remozar la calle central de Manicaragua, la Calzada de Juan Bruno Zayas.
Los turistas seguramente se llevarán allí una buena impresión (“Es como un adorno de ciudad, todo asfaltado y pintado”, dice Ramírez). A menos que se les ocurra salirse de la ruta y adentrarse con sus ciclos por las bocacalles. A escasos 100 metros de la calzada, alegre y bonita como una aldea Potemkin, se esconde la Cuba real: la de los baches, las largas caminatas bajo el sol y el peso moneda nacional, que no compra ni una chambelona en las tiendas por divisas.
Después de estas aventuras cubanas, quién quita que alguno de los turistas canadienses se imponga un nuevo desafío: cruzar el Niágara en bicicleta. En Cuba, esa es una manera de describir –aproximadamente-- lo angustiosa que es la vida diaria para el ciudadano de a pie.
En un enfoque paralelo, una empresa canadiense especializada en turismo activo, Bikehike Adventures, promete a sus clientes un paquete que les permite “experimentar la Cuba auténtica”, manteniéndolos “alejados de los hoteles de paquetes todo incluido”. Se trata de estar en contacto directo con la isla y sus pobladores, recorriendo una parte de ella… en bicicleta.
La idea parece capitalizar lo que ya estaba sucediendo: muchos extranjeros aficionados al ciclismo recreativo alquilaban bicicletas para tratar de ver a Cuba más de cerca. La famosa empresa editora de guías de viajes Lonely Planet ya había publicado “Cycling in Cuba”, con consejos prácticos ilustrados sobre lo que un visitante necesita para sobrevivir en dos ruedas en la isla, incluyendo mapas, rutas, teléfonos y direcciones de casas particulares, paladares, etc.
Bikehike Adventures, fundada en 1994 en Vancouver, Columbia Británica, propone un itinerario dirigido para pedalear a través de Cuba como “una de las mejores maneras de conocer este país fascinante” con “excelentes carreteras y mínima cantidad de autos” y que “promete ser como ningún otro país donde usted haya pedaleado” (póngale el cuño).
Por 2,399 dólares canadienses, o unos 2,435 dólares americanos, Bikehike Adventures le invita a viajar pegado al manubrio desde Matanzas y por el Circuito Sur, con noches en la llamada Atenas de Cuba, Playa Larga, Península de Zapata, Cienfuegos, Trinidad y Santa Clara, y paradas en lugares como Playa Girón (“para aprender cómo la CIA apoyó la invasión de Cuba a principios de los años 60”) y Manicaragua.
Después de todo, afirma el brochure digital, “la mayoría de los cubanos se transportan en bicicleta, lo que deja las carreteras relativamente libres de autos”.
CUANDO LA BICICLETA FUE REINA DE LAS CALLES DE CUBA
Esa afirmación de que “la mayoría de los cubanos se transportan en bicicleta” debe venir por aquello de “cría fama y acuéstate a dormir”. Hubo efectivamente un tiempo en que fue así: cuando la desintegración de la Unión Soviética conllevó al corte del suministro de petróleo sin restricciones y prácticamente regalado, y el gobierno se vio compulsado a buscar una solución para que el país no se paralizara.
Fidel Castro, siempre tan ufano de saber de todo, postuló: “A pesar de que las bicicletas chinas pesan más que las europeas y estadounidenses, son resistentes y duraderas; además, pueden llevar personas y mercancías. Las necesitamos”.
En 1991 el Gobierno cubano decidió importar cientos de miles de bicicletas chinas e invitó a los técnicos chinos a capacitar a los cubanos en su ensamblaje y reparación. A partir de ese año, unos 400,000 habaneros comenzaron a levantarse cada día para pedalear hacia sus centros de trabajo o estudio a horcajadas sobre alguna Yongjiu, Feige, Fenghuang o Forever.
Por entonces se escribieron ensayos sobre las ventajas que la introducción de la bicicleta --“una verdadera revolución en el campo del transporte sostenible y eficiente”, afirma uno de ellos— había tenido para la salud de los cubanos y la preservación del medio ambiente.
Pero la periodista cubana Tania Quintero, una sobreviviente del Período Especial decretado en los años 90, señala que “es excelente montar bicicleta todos los días, pero cuando se ha podido desayunar y cuando por lo menos se puede hacer una buena comida caliente al día”. Eso, durante el período especial, era la excepción, no la regla. “Parecían anoréxicos pedaleando”, apunta Quintero.
LA EXTINCION DE LOS “CHIVOS”
Desde Manicaragua --una de las paradas para almorzar en el itinerario de los turistas convocados por Bikehike Adventures-- Enrique Martínez dijo a martinoticias que ya se ven pocas de esas bicicletas chinas, y que si quisiera adquirir alguna de las que se venden en moneda convertible, la más barata le costaría unos 120 dólares. El salario medio mensual son 18 dólares.
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Los manicaragüenses se transportan dentro del pueblo a pie o en los coches de caballos que han sustituido a las antiguas guaguas locales; y hacia Santa Clara y otras poblaciones --unos pocos pueden pagar 20 pesos para irse en una “máquina” particular--, lo hacen en una especie de “camello” o rastra adaptada para pasajeros al que llaman “el superbús”.
El cienfueguero Jorge Ramírez nos aseguró que la semana pasada vio vacacionistas extranjeros en bicicleta por una carretera cercana a Trinidad. Les seguía de cerca un ómnibus Yutong, de Transgaviota, la rama de transporte de la empresa turística Gaviota, controlada por los militares.
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También los vio Martínez, en el trayecto desde la playa de Rancho Luna hacia Trinidad. Y por supuesto, llevan casco protector, reflectores, chalecos fluorescentes y otros aditamentos de seguridad. Nada de eso estaba asegurado para los ciclistas a-pesar-suyo cubanos de los 90.
Tania Quintero señala que “según cifras extraoficiales, entre 1991 y 2001, la década crucial del ‘período especial’, habría sido considerable el número de ciclistas fallecidos, heridos o con traumatismos de diversa intensidad, como consecuencia de accidentes de tránsito que hubieran podido evitarse”, muchos de ellos en los enormes y numerosos baches de las calles de la isla.
AL TURISMO, ALFOMBRA ROJA… Y CARRETERA SIN BACHES
Los baches de Cuba son de leyenda: con el paso de los años sólo cambian en anchura y profundidad, y porque se llenan de agua en la estación de lluvias. Y esto sucede tanto en calles interiores como en arterias principales (Guardo una foto tomada en la habanera Calzada de San Miguel del Padrón, que capta lo que parece, más que un bache, una laguna).
Pero en un recorrido turístico, cuya seguridad depende de la habilidad ciclística de los vacacionistas, era imperativo –para el gobierno corto de “cash” con qué enfrentar demandas-- hacer una excepción a la regla. Una excepción, además, que permitiera a los vacacionistas disfrutar, sin ruidos en el sistema, de un itinerario que tiene de todo para vender: la curiosidad histórica de Playa Girón, la rica vida silvestre de la Ciénaga de Zapata, la belleza de la ciudad y la bahía de Cienfuegos, el chapuzón en el Caribe en Rancho Luna, el ambiente colonial de Trinidad, y las vistas panorámicas de las alturas del Escambray.
De ahí que Bikehike Adventures pueda asegurar que Cuba tiene "excelentes carreteras" : aquellas por donde pasan los turistas.
Ramírez dice que el tramo de carretera del Circuito Sur entre Cienfuegos y Trinidad está en buenas condiciones, y que la entrada a esta última ciudad –la tercera villa fundada por los españoles en Cuba-- está bien asfaltada y señalizada (el deterioro, y a menudo la ausencia de señales de tránsito en calles y carreteras suele de ser causa de accidentes en la isla).
Desde Manicaragua, Martínez me cuenta que la vía que baja de Topes de Collantes, en la Sierra de Guamuhaya, y luego enlaza al pueblo con Santa Clara, está siendo reasfaltada. El proyecto incluyó remozar la calle central de Manicaragua, la Calzada de Juan Bruno Zayas.
Los turistas seguramente se llevarán allí una buena impresión (“Es como un adorno de ciudad, todo asfaltado y pintado”, dice Ramírez). A menos que se les ocurra salirse de la ruta y adentrarse con sus ciclos por las bocacalles. A escasos 100 metros de la calzada, alegre y bonita como una aldea Potemkin, se esconde la Cuba real: la de los baches, las largas caminatas bajo el sol y el peso moneda nacional, que no compra ni una chambelona en las tiendas por divisas.
Después de estas aventuras cubanas, quién quita que alguno de los turistas canadienses se imponga un nuevo desafío: cruzar el Niágara en bicicleta. En Cuba, esa es una manera de describir –aproximadamente-- lo angustiosa que es la vida diaria para el ciudadano de a pie.