El autor describe las confusiones provocadas por un caramelo y una tonada que animó las campañas políticas cubanas y alguien tuvo por griega. Escuche la grabación.
Quien confunde un pirulí con una chambelona está ciego. Es el caso de la Real Academia Española, que no distingue entre un caramelo y el otro. La venerable frisa los trescientos años: hay que perdonárselo.
Un tenedor y una cuchara no son idénticos porque ambos estén hechos del mismo material, se lleven a la boca y, si están limpios, compartan el sabor a metal. Aunque nunca se sabe: quizás la forma de cada cubierto inserte una variante en el gusto y un tenedor, por sí solo, sepa a carne; y una cuchara, por sí sola, sepa a sopa. Si éste fuera el caso, valdría la pena difundir el hallazgo, de manera que los hambrientos sin esperanza pudieran hallar consuelo en la lamedura de ambos, y como el tenedor también sirve para hincar vegetales y legumbres, recoger granos y enrollar pastas, ni almuerzo ni cena tendrían desperdicio, y el muerto de hambre quedaría satisfecho.
Sin embargo, quien lejos de recurrir al diccionario en busca del significado de la palabra chambelona lo hojea obedeciendo otras señales sabrosas, se topa, perplejo, con un retrato hablado de aquélla: PIRULETA 1. f. Caramelo plano, generalmente de forma circular, con un palito que le sirve de mango.
Si el término piruleta no es un derivado de los sustantivos pirú, árbol de América Meridional, y ruleta, juego de azar, como no parece serlo; si piruleta no es una planta adicta a este juego sino un derivado del sustantivo pirulí, caramelo de forma cónica, ¿cómo puede haberse acuñado el término para identificar uno de forma chata? ¿O es que los cucuruchos se amonedan, las medallas se abarquillan y todos, a los ojos de la venerable institución, comparten la misma forma?
Las chambelonas pueden ser esféricas, porque el consumo de su propio dulce las engorda; o huracanadas, aunque no exhiban vórtice (no hay peligro de que, al lamérseles, nos arranquen la lengua); o acorazonadas, para que los enamorados del amor den rienda suelta a sus ansias. Pero nadie ha visto a un pirulí aplanarse hasta reducirse a su base circular y renunciar a su puntiaguda anatomía. El pirulí es, más bien, una chambelona que levanta la cabeza desleída en su dulzura, tira de sí misma y, rebelde, se triangula, harta de sumisión.
Los malentendidos exceden el ámbito del paladar y abarcan la música. Una averiguación en torno al origen de “La Chambelona”, conga que desde principios del siglo XX sirvió de himno al Partido Liberal de Cuba y cuyo estribillo se repetía hasta el cansancio, entre frases que elogiaban a los candidatos o hacían mofa de sus oponentes, puede proporcionar más de una sorpresa.
José Juan Tablada, uno de los fundadores de la poesía moderna en México, reseñó la visita a Nueva York de Miguel Lerdo de Tejada, afamado compositor y director de orquesta, y compatriota suyo. En la reseña, publicada por “El Universal Ilustrado” en la primavera de 1928, y refiriéndose al músico, Tablada observaba:
“Su espíritu democrático y conciliador tuvo siempre la propensión de hacer fraternizar los temas clásicos con los más populares... Recuerdo su entusiasmo al oír por primera vez “La Chambelona”, himno de no remota revolución cubana, de esas amables revoluciones que antes que nada decretan la amnistía general. Miguel era todo oídos: ¡Ahé, ahé, ahé La Chambelona! Resonaban güiros y bongoes, el bombardín pícaro y las botellas, las campanas y las vejigas de la rumba delirante, y al morir el último compás, Miguel, que había escuchado como en éxtasis, prorrumpió: ¡Pero si esto es grandioso! ¡Pero si esto es divino! ¡Pero si esto es griego!
Brinqué en el asiento. ¿Qué sucedía? ¿El Morro en el Partenón? ¿La Acrópolis en Marianao? Nada sucedía, nada... Sino que Miguel acababa de identificar el “aé, aé, aé” de la sandunguera “Chambelona” ¡con el dionisíaco “evohé” de las bacantes!”
A las bacantes, mujeres que integraban el séquito de Baco, dios del vino, se les describe danzando y corriendo alrededor de éste, entre faunos y sátiros, “desgreñadas, vestidas con pieles de cabra o de fieras, con la cabeza coronada de yedra o de pámpanos, entre el clamor ensordecedor de los tambores y las flautas”, y gritando, ebrias, “¡évohé”, evohé!”, es decir “¡que continúe la fiesta, que no cese la bacanal!”.
El “aé” de “La Chambelona” no sólo podría inducir a escuchar, en las voces remotas de los miembros del Partido Liberal que recorrían las calles de Cuba cantando y bailoteando, un eco del clamor de las bacantes, sino a responsabilizar a éste y otros jolgorios sucesivos del aciago destino de la nación. La campaña electoral de Carlos Prío Socarrás, último presidente constitucional del país, también adoptó una conga que las multitudes corearon, sólo que entonces el caramelo fue sustituido por una máquina gigante, armada de cilindros apisonadores, metáfora de una voluntad incontenible: Ahí viene la aplanadora, / ahí viene la aplanadora, / ahí viene la aplanadora / con Prío alante y el pueblo atrás. El 10 de marzo de 1952, el conductor de la máquina fue forzado a abandonarla, pero ésta ha continuado arrasándonos. Hay metáforas peligrosas.
No sólo el exceso de vino trastorna; el de entusiasmo, también.
Nota: Internet no contribuye a despejar el sentido de la voz “chambelona”. Tan pronto la confunde con “chambelán”, noble que servía de ayuda al rey, como con Chamberlain (Arthur Neville), célebre político británico y primer ministro del Reino Unido entre 1937 y 1940. No he podido confirmar que alguno de ellos fuera aficionado al caramelo o a la conga, por muy politizada que ésta estuviera.
http://www.youtube.com/embed/n4W8MvfZLNI
Un tenedor y una cuchara no son idénticos porque ambos estén hechos del mismo material, se lleven a la boca y, si están limpios, compartan el sabor a metal. Aunque nunca se sabe: quizás la forma de cada cubierto inserte una variante en el gusto y un tenedor, por sí solo, sepa a carne; y una cuchara, por sí sola, sepa a sopa. Si éste fuera el caso, valdría la pena difundir el hallazgo, de manera que los hambrientos sin esperanza pudieran hallar consuelo en la lamedura de ambos, y como el tenedor también sirve para hincar vegetales y legumbres, recoger granos y enrollar pastas, ni almuerzo ni cena tendrían desperdicio, y el muerto de hambre quedaría satisfecho.
Sin embargo, quien lejos de recurrir al diccionario en busca del significado de la palabra chambelona lo hojea obedeciendo otras señales sabrosas, se topa, perplejo, con un retrato hablado de aquélla: PIRULETA 1. f. Caramelo plano, generalmente de forma circular, con un palito que le sirve de mango.
Si el término piruleta no es un derivado de los sustantivos pirú, árbol de América Meridional, y ruleta, juego de azar, como no parece serlo; si piruleta no es una planta adicta a este juego sino un derivado del sustantivo pirulí, caramelo de forma cónica, ¿cómo puede haberse acuñado el término para identificar uno de forma chata? ¿O es que los cucuruchos se amonedan, las medallas se abarquillan y todos, a los ojos de la venerable institución, comparten la misma forma?
Las chambelonas pueden ser esféricas, porque el consumo de su propio dulce las engorda; o huracanadas, aunque no exhiban vórtice (no hay peligro de que, al lamérseles, nos arranquen la lengua); o acorazonadas, para que los enamorados del amor den rienda suelta a sus ansias. Pero nadie ha visto a un pirulí aplanarse hasta reducirse a su base circular y renunciar a su puntiaguda anatomía. El pirulí es, más bien, una chambelona que levanta la cabeza desleída en su dulzura, tira de sí misma y, rebelde, se triangula, harta de sumisión.
José Juan Tablada, uno de los fundadores de la poesía moderna en México, reseñó la visita a Nueva York de Miguel Lerdo de Tejada, afamado compositor y director de orquesta, y compatriota suyo. En la reseña, publicada por “El Universal Ilustrado” en la primavera de 1928, y refiriéndose al músico, Tablada observaba:
“Su espíritu democrático y conciliador tuvo siempre la propensión de hacer fraternizar los temas clásicos con los más populares... Recuerdo su entusiasmo al oír por primera vez “La Chambelona”, himno de no remota revolución cubana, de esas amables revoluciones que antes que nada decretan la amnistía general. Miguel era todo oídos: ¡Ahé, ahé, ahé La Chambelona! Resonaban güiros y bongoes, el bombardín pícaro y las botellas, las campanas y las vejigas de la rumba delirante, y al morir el último compás, Miguel, que había escuchado como en éxtasis, prorrumpió: ¡Pero si esto es grandioso! ¡Pero si esto es divino! ¡Pero si esto es griego!
Brinqué en el asiento. ¿Qué sucedía? ¿El Morro en el Partenón? ¿La Acrópolis en Marianao? Nada sucedía, nada... Sino que Miguel acababa de identificar el “aé, aé, aé” de la sandunguera “Chambelona” ¡con el dionisíaco “evohé” de las bacantes!”
A las bacantes, mujeres que integraban el séquito de Baco, dios del vino, se les describe danzando y corriendo alrededor de éste, entre faunos y sátiros, “desgreñadas, vestidas con pieles de cabra o de fieras, con la cabeza coronada de yedra o de pámpanos, entre el clamor ensordecedor de los tambores y las flautas”, y gritando, ebrias, “¡évohé”, evohé!”, es decir “¡que continúe la fiesta, que no cese la bacanal!”.
El “aé” de “La Chambelona” no sólo podría inducir a escuchar, en las voces remotas de los miembros del Partido Liberal que recorrían las calles de Cuba cantando y bailoteando, un eco del clamor de las bacantes, sino a responsabilizar a éste y otros jolgorios sucesivos del aciago destino de la nación. La campaña electoral de Carlos Prío Socarrás, último presidente constitucional del país, también adoptó una conga que las multitudes corearon, sólo que entonces el caramelo fue sustituido por una máquina gigante, armada de cilindros apisonadores, metáfora de una voluntad incontenible: Ahí viene la aplanadora, / ahí viene la aplanadora, / ahí viene la aplanadora / con Prío alante y el pueblo atrás. El 10 de marzo de 1952, el conductor de la máquina fue forzado a abandonarla, pero ésta ha continuado arrasándonos. Hay metáforas peligrosas.
No sólo el exceso de vino trastorna; el de entusiasmo, también.
Nota: Internet no contribuye a despejar el sentido de la voz “chambelona”. Tan pronto la confunde con “chambelán”, noble que servía de ayuda al rey, como con Chamberlain (Arthur Neville), célebre político británico y primer ministro del Reino Unido entre 1937 y 1940. No he podido confirmar que alguno de ellos fuera aficionado al caramelo o a la conga, por muy politizada que ésta estuviera.
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