El largometraje producido por el ICAIC, cuenta la historia de un argentino radicado en París (Sergio Corrieri) que viaja a Cuba para ayudar a construir un pueblo para los trabajadores de la planta de Nicaro, entonces se enamora de la arquitecta Martha interpretada por Yolanda Farr.
"Había decido con el guionista argentino Mario Trejo que mi primer largo no lo filmaríamos en La Habana y que quería mostrar que la gente estaba echando el resto pero que la burocracia estaba paralizando o entorpeciendo cualquier empeño", recuerda Fausto Canel en entrevista con martinoticias.com.
"En 1963 en Nicaro había ingenieros, técnicos y obreros muy entusiasmados porque habían logrado echar a andar la planta, pero ahora enfrentaban problemas tan serios como la falta de recursos y piezas de repuesto. Para resolver eso debían transitar por una burocracia vertical y pasar por toda una pirámide de reclamaciones y cartas. La Junta Central de Planificación (JUCEPLAN) decidía todo desde La Habana. Eso ocurría en todas partes. Son problemas que crea el comunismo como sistema y que eran completamente nuevos para nosotros. El comunismo tenía apenas 2 años y ya estábamos sorprendidos de que fuera tan ineficiente e inoperante".
El cineasta recuerda que “Nicaro era un pueblito a la americana, con chalets para los ingenieros, y bungaloes para los obreros, con casitas rodeadas de cercas de madera, jardines y almacenes que ya empezaban a quedarse vacíos. El desgaste de las juntas de la planta, dejaba escapar un polvillo rojo de hierro (mismo que inspiró la película de Jesús Díaz sobre la planta de níquel de Moa en 1982) que caía como una nube sobre el pueblo.”
“Quedaba un panorama digno de filmar en colores (techos rojos del polvo de hierro, casas blancas, jardines verdes y la Bahía de Nipe verde azul bajo un cielo azul) pero no lo conseguí, porque en Cuba no había laboratorio para película en colores”.
"Desarraigo" consiguió una mención del jurado en el prestigioso Festival de Cine de San Sebastián, en junio de 1965 y luego se estrenó en Cuba, en el cine la Rampa y se vio en dos o tres cines. Nunca se puso en los cines de barrio porque la película era muy dura. Estábamos diciendo que este invento (la revolución) no estaba funcionando”.
Cuarenta y 8 años después el escritor Luis Felipe Rojas, habla de Nicaro, pero esta vez de indigencia, marginalidad, cáncer y la muerte de una planta de níquel y de todo un pueblo.
Aparte de las informaciones sobre el inminente cierre de la fábrica, muy poco se habla de la ineficiencia y las fallas en el sistema de extracción laterítica, la prensa, como un secreto de estado, ha cerrado bien su caja fuerte y nada dice sobre la pobreza del mineral existente. La emanación de gases y otras sustancias tóxicas han hecho de Nicaro y Moa verdaderos hospitales andantes. No tengo la cifra exacta (eso solo lo saben las autoridades sanitarias), pero son muy comunes en ese lugar los padecimientos cancerígenos, las afecciones pulmonares y renales debido a la ingestión del agua, por sólo citar los ejemplos de los que más se comenta entre los lugareños.
Una cara, para nada publicitada de la flamante empresa socialista es la indigencia a que se ven obligados los pobladores de Nicaro debido a la necesidad de recursos y su decadencia casi total de las estructuras municipales en Mayarí. Con una riqueza tal en sus entrañas, es sin embargo un poblado recostado a la gobernatura de su cabecera municipal. Unos bloques de edificios que sólo parecen eso: bloques y no viviendas dignas, son edificaciones hechas a la manera soviética de los años ’60 del pasado siglo es la riqueza habitacional que han heredado quienes llenaron por cinco décadas las arcas socialistas. Las estadísticas a veces son difíciles de esconder y datos recientes de la Asamblea del Poder Popular en Mayarí alertaban sobre el alto índice delincuencial juvenil en la zona, debido, según los especialistas, a la falta de opciones recreativas para los jóvenes. Hace más de veinte años se detuvo la supuesta garantía empresarial de ofrecerles viviendas a sus trabajadores, con el paso del tiempo fueron pasando a retiro los que iniciaron su vida laboral entre los años ’60 y ’70 y ahora es fácil ver el desenchufe: una serie de barrios marginales que son acosados una y otra vez por inspectores de la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda y otros organismos supervisores.
Esperemos lo que se avecina, cuando empiecen a desmontar los andamios y la herrumbe podrida de casi un siglo de existencia, estarán desmembrando también la armazón del capital humano, las escencias de un pequeño pueblo que una vez se creyó feliz, próspero, eficiente.