George, el último de su especie, murió en Galápagos

  • David Sosa / martinoticias.com

George, el solitario

Fue un símbolo ecológico y también turístico. Hasta Brad Pitt y Angelina Jolie fueron a conocerlo
El mundo de los ambientalistas está de luto por la muerte en Galápagos, el domingo pasado, de la tortuga macho conocida como George, el Solitario, la última sobreviviente de la especie Geochelone abingdoni.

La muerte de George significa la desaparición de la segunda especie de las quince existentes en las diferentes islas, un laboratorio de biodiversidad en donde Darwin maduró su teoría de Evolución de las especies. Estas tortugas gigantes pueden alcanzar hasta 1,50 metros de largo y la población mayoritaria está en las islas Isabela y Santa Cruz.

Hoy se conoció que los restos del emblemático animal (un símbolo en Galápagos hasta el punto de que se vende como souvenir, con el nombre de ‘Lonesome George’) serán embalsamados, en memoria de su especie, ida para siempre. Los resultados de la necropsia se conocerán próximamente, aunque Edwin Naula, director del Parque Nacional Galápagos, adelantó que posiblemente la tortuga habría fallecido por un infarto. El cuerpo del Solitario George, con una edad estimada entre los 90 y 100 años, se encuentra en una cámara de frío, para evitar su descomposición.

Aunque existía una recompensa de US 10.000 para el que le encontrara una pareja compatible a George, ninguno de los huevos que las “novias” del Solitario lograron incubar durante los últimos 15 años, se formaron con éxito. No se logró porque no existía una “compatibilidad genética”, según explicó Edwin Naula.
George, el Solitario, fue hallado en 1972, en la isla Pinta. El biólogo Manuel Cruz, uno de sus descubridores, recordó a este periodista cómo ocurrió el hallazgo. “Algo se movió, pero no era un chivo: era un galápago, que parecía estar comiendo algunas plantas, protegido bajo la sombra de un árbol de palosanto. Todavía recuerdo que estaba rodeado de rocas, encerrado en un círculo. Pensando que se podía escapar, le pedí a Francisco Castañeda que lo cuidara. Quedamos en que yo me iría a avisarle al personal que había quedado en el campamento, a la orilla del mar. Entonces saqué mi camisa, la dejé como bandera y me fui a buscarlos”.

Cruz era entonces un veinteañero que cursaba el último año en la facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Guayaquil. El joven estudiante no se tomó muy en serio el descubrimiento, ni siquiera sabía que acababa de toparse con la única especie de su tipo en el mundo. Toda una celebridad, qué duda cabe, visitada por astros del celuloide como: Richard Gere, Brad Pitt y Angelina Jolie.

George era tan famoso que hasta el Guiness World Records se ocupó de él. “Sólo queda un ejemplar de tortuga gigante de la isla Pinta (Geochelone elephantopus abingdoni), un viejo macho llamado George el solitario. Los intentos de aparearlo con sus parientes más próximos de otras islas han sido infructuosos, por lo que esta particular subespecie de Galápagos, aunque aún viva, se puede considerar extinguida".

Pero el Guiness no habla del científico que le tomó la primera fotografía a la única sub-especie viviente del mundo, el biólogo Manuel Cruz. “En Ecuador no ha habido ninguna persona que se haya interesado oficialmente por contar bien la historia”, me dice Manuel Cruz, nostálgico. Para corroborar su hallazgo, muestra una foto de 1972 donde aparece el investigador en el momento de su hallazgo en isla Pinta. La revista Noticias de Galápagos No. 53, de abril de 1994, afirma que se trata de la primera fotografía de George, el Solitario.

Ahora quien ha quedado realmente devastado es Fausto Llerena, cuidador de George en la estación Charles Darwin desde el año 1983. Llerena había dicho en 2003 que tenía un “sentimiento especial” por George. Cuando fui a conocer al Solitario a Galápagos, el viejo cuidador, un hombre de pocas palabras y a veces huraño, nos advirtió que George salía “cuando quería”. Y que lo veríamos si teníamos suerte. Aquella mañana tuvimos suerte, pues la tortuga se dejó ver.

Majestuosa y casi centenaria, con su cuello estirado, desde el corral de piedras volcánicas en el que vivía.