Todos los que viajan tienen algo en común. Todos quieren que Estados Unidos modifique su política hacia Cuba en forma unilateral. Ninguno le exige nada a cambio al gobierno de la isla.
Los periodistas no creen en coincidencias. Nosotros atamos cabos hasta que vemos el panorama que estos nos pintan.
En el caso de Cuba hay un renovado esfuerzo por parte del gobierno de los hermanos Castro, con ayuda de la Iglesia Católica de Cuba, y de un grupo de millonarios cubanos residentes en este país (no exiliados) para ver si consiguen un acercamiento político y diplomático con el los Estados Unidos.
Eso, algunos admiten, es imposible en un año de elecciones, pero trabajan por si Barack Obama es reelecto en noviembre. La campaña funciona a varios niveles. En las últimas seis u ocho semanas: El Cardenal Jaime Ortega fue a la Universidad de Harvard donde nuevamente criticó el embargo de Estados Unidos a la isla; dijo que los cubanos que habían ocupado una iglesia en La Habana eran delincuentes y loquitos; y habló de una conversación privada que él había tenido hace años con el recientemente fallecido y muy querido Agustín Román, Arzobispo de Miami y alma de la Ermita de la Caridad del Cobre en esta ciudad.
Mariela Castro, la hija del presidente Raúl Castro, fue a una conferencia en San Francisco donde hablo pestes de la “mafia cubana” que había secuestrado la política norteamericana hacia la isla y hasta ofreció consejos a los votantes de este país diciendo que si ella tuviera voto lo haría por Obama.
Eusebio Leal, el historiador y restaurador de La Habana, dictó tres conferencias en Washington, D.C. Habló en el National Trust for Historic Preservation, en el Brookings Institute, prestigioso centro de estudios, y en el Council of Foreign Relations.
Un científico cubano recibió el premio del Pew Fellowship for Marine Conservation. El fondo de defensa de estudios ambientales de Nueva York (EDF) le otorgó el monto de $150,000 para su estudio. Es primera vez que el EDF le otorga un premio a alguien en la isla.
A la conferencia de Leal en Washington fue mucha gente influyente. Entre ellos el magnate azucarero Alfonso Fanjul y Paul Cejas, ex embajador del presidente Bill Clinton en Bélgica y prominente miembro del Partido Demócrata en la Florida.
Con anterioridad Fanjul había ido a Cuba como parte de un viaje organizado por el Brookings Institute. Durante ese viaje, Ted Piccone, sub director de Asuntos Exteriores de la organización y ex asesor de Seguridad Nacional, del Departamento de Estado y del Pentágono, lo dijo muy claro. Dijo que los Estados Unidos debía prestarle más atención a asuntos económicos y nacionales relacionados con la isla y que no deben “politizar el proceso para readmitir a Cuba en en Fondo Monetario Internacional y en el Banco Mundial.
Otro de los cubanos adinerados que viajan a Cuba con regularidad es Carlos Saladrigas, quien recientemente hablara en el Centro Félix Varela en La Habana.
En su charla Saladrigas dijo que era imposible buscar un acercamiento con Estados Unidos en un año electoral, pero que las gestiones de ahora estaban destinadas a buscar un acercamiento entre los dos países por si Obama ganaba la re-elección en noviembre.
Todos los que viajan tienen algo en común. Todos quieren que Estados Unidos modifique su política hacia Cuba en forma unilateral. Ninguno le exige nada a cambio al gobierno de la isla.
Ninguno de los sacerdotes, millonarios, funcionarios cubanos y ex funcionarios norteamericanos hablan de que Cuba detuvo a más del doble de personas en el 2011 que el año anterior – cifra proporcionada por Amnistía Internacional, que además dice que las detenciones son mucho más numerosas que en décadas anteriores. Ninguno pregunta las razones por las que Cuba exige visa para que sus residentes viajen de una provincia a otra en la isla y mucho menos para salir del país. Ninguno habla de cambio político en la isla. Ninguno habla de libertad de prensa, o de todos los derechos que tienen los que se acogen a la Declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
En esencia, todos ellos son cabilderos del gobierno de Cuba – aún en el caso de muchos de ellos que no cobran por hacerlo. Por lo tanto, no miren los cabos por separados; átenlos y verán que hay un patrón claro de tratar de generar un cambio en la política norteamericana hacia Cuba.
En el caso de Cuba hay un renovado esfuerzo por parte del gobierno de los hermanos Castro, con ayuda de la Iglesia Católica de Cuba, y de un grupo de millonarios cubanos residentes en este país (no exiliados) para ver si consiguen un acercamiento político y diplomático con el los Estados Unidos.
Eso, algunos admiten, es imposible en un año de elecciones, pero trabajan por si Barack Obama es reelecto en noviembre. La campaña funciona a varios niveles. En las últimas seis u ocho semanas: El Cardenal Jaime Ortega fue a la Universidad de Harvard donde nuevamente criticó el embargo de Estados Unidos a la isla; dijo que los cubanos que habían ocupado una iglesia en La Habana eran delincuentes y loquitos; y habló de una conversación privada que él había tenido hace años con el recientemente fallecido y muy querido Agustín Román, Arzobispo de Miami y alma de la Ermita de la Caridad del Cobre en esta ciudad.
Mariela Castro, la hija del presidente Raúl Castro, fue a una conferencia en San Francisco donde hablo pestes de la “mafia cubana” que había secuestrado la política norteamericana hacia la isla y hasta ofreció consejos a los votantes de este país diciendo que si ella tuviera voto lo haría por Obama.
Eusebio Leal, el historiador y restaurador de La Habana, dictó tres conferencias en Washington, D.C. Habló en el National Trust for Historic Preservation, en el Brookings Institute, prestigioso centro de estudios, y en el Council of Foreign Relations.
Un científico cubano recibió el premio del Pew Fellowship for Marine Conservation. El fondo de defensa de estudios ambientales de Nueva York (EDF) le otorgó el monto de $150,000 para su estudio. Es primera vez que el EDF le otorga un premio a alguien en la isla.
A la conferencia de Leal en Washington fue mucha gente influyente. Entre ellos el magnate azucarero Alfonso Fanjul y Paul Cejas, ex embajador del presidente Bill Clinton en Bélgica y prominente miembro del Partido Demócrata en la Florida.
Con anterioridad Fanjul había ido a Cuba como parte de un viaje organizado por el Brookings Institute. Durante ese viaje, Ted Piccone, sub director de Asuntos Exteriores de la organización y ex asesor de Seguridad Nacional, del Departamento de Estado y del Pentágono, lo dijo muy claro. Dijo que los Estados Unidos debía prestarle más atención a asuntos económicos y nacionales relacionados con la isla y que no deben “politizar el proceso para readmitir a Cuba en en Fondo Monetario Internacional y en el Banco Mundial.
Otro de los cubanos adinerados que viajan a Cuba con regularidad es Carlos Saladrigas, quien recientemente hablara en el Centro Félix Varela en La Habana.
En su charla Saladrigas dijo que era imposible buscar un acercamiento con Estados Unidos en un año electoral, pero que las gestiones de ahora estaban destinadas a buscar un acercamiento entre los dos países por si Obama ganaba la re-elección en noviembre.
Todos los que viajan tienen algo en común. Todos quieren que Estados Unidos modifique su política hacia Cuba en forma unilateral. Ninguno le exige nada a cambio al gobierno de la isla.
Ninguno de los sacerdotes, millonarios, funcionarios cubanos y ex funcionarios norteamericanos hablan de que Cuba detuvo a más del doble de personas en el 2011 que el año anterior – cifra proporcionada por Amnistía Internacional, que además dice que las detenciones son mucho más numerosas que en décadas anteriores. Ninguno pregunta las razones por las que Cuba exige visa para que sus residentes viajen de una provincia a otra en la isla y mucho menos para salir del país. Ninguno habla de cambio político en la isla. Ninguno habla de libertad de prensa, o de todos los derechos que tienen los que se acogen a la Declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
En esencia, todos ellos son cabilderos del gobierno de Cuba – aún en el caso de muchos de ellos que no cobran por hacerlo. Por lo tanto, no miren los cabos por separados; átenlos y verán que hay un patrón claro de tratar de generar un cambio en la política norteamericana hacia Cuba.