He encontrado a Cuba fuera de Cuba, le dije hace unos días a un amigo. Se río con mi juego de palabras, creía que yo intentaba hacer literatura. Pero no. En Brasil una septuagenaria emocionada me regaló un medalla con la Virgen de la Caridad del Cobre. “No he vuelto desde que me fui en 1964″, confirmó mientras me entregaba aquella pequeña joya que había pertenecido a su madre. Durante mi estancia en Praga, un grupo de compatriotas radicados allí parecía estar más al tanto de lo que ocurría en nuestro país que muchos que vegetan -dentro de él- en la apatía. Entre los altos edificios de New York una familia me invitó a su casa y la abuela hizo un “flan de coco” a la usanza de nuestra cocina tradicional, tan menoscabada en la Isla por el desabastecimiento y las carencias.
Nuestra diáspora, nuestro exilio, está conservando a Cuba fuera de Cuba. Junto a sus maletas y el dolor de la distancia, han preservado trozos de la historia nacional que fueron borrados de los libros de textos con los que varias generaciones hemos sido educados o, mejor dicho, adocenados. Estoy redescubriendo a mi propia patria en cada uno de estos cubanos dispersos por el mundo. Cuando compruebo lo que han llegado a ser realmente, lo contrasto con aquello que la propaganda oficial me ha dicho de ellos y termina dándome una tristeza enorme con mi país.
Por todo este caudal humano que nos hemos perdido, por todo este talento que ha tenido que volcarse fuera de nuestras fronteras y por todas esas semillas que han debido germinar en otras tierras. Cómo fue que permitimos que una ideología, un partido, un hombre, se hayan sentido con el “divino” poder de decidir quién podía llevar o no el gentilicio de “cubano”.
Ya tengo la prueba de que me mintieron, nos mintieron. Nadie ha tenido que decírmelo, me he dado cuenta por mí misma al ver toda esa Cuba que hay fuera de Cuba, ese país inmenso que ellos han salvaguardando para nosotros.
Publicado en el blog Generación Y el 30 de marzo del 2013
Nuestra diáspora, nuestro exilio, está conservando a Cuba fuera de Cuba. Junto a sus maletas y el dolor de la distancia, han preservado trozos de la historia nacional que fueron borrados de los libros de textos con los que varias generaciones hemos sido educados o, mejor dicho, adocenados. Estoy redescubriendo a mi propia patria en cada uno de estos cubanos dispersos por el mundo. Cuando compruebo lo que han llegado a ser realmente, lo contrasto con aquello que la propaganda oficial me ha dicho de ellos y termina dándome una tristeza enorme con mi país.
Por todo este caudal humano que nos hemos perdido, por todo este talento que ha tenido que volcarse fuera de nuestras fronteras y por todas esas semillas que han debido germinar en otras tierras. Cómo fue que permitimos que una ideología, un partido, un hombre, se hayan sentido con el “divino” poder de decidir quién podía llevar o no el gentilicio de “cubano”.
Ya tengo la prueba de que me mintieron, nos mintieron. Nadie ha tenido que decírmelo, me he dado cuenta por mí misma al ver toda esa Cuba que hay fuera de Cuba, ese país inmenso que ellos han salvaguardando para nosotros.
Publicado en el blog Generación Y el 30 de marzo del 2013