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Violencia y discurso público


Una madre con sus hijos observa el mar, hoy martes 18 de mayo, desde el muro del malecón habanero al atardecer.
Una madre con sus hijos observa el mar, hoy martes 18 de mayo, desde el muro del malecón habanero al atardecer.

El culto a la cólera es tal, que el propio lenguaje oficial no se da cuenta ya del encono que promueve y transmite.

Una mujer le da una paliza a niño, que parece su hijo, en una esquina. Los transeúntes que pasan no se meten. Cien metros más adelante, dos hombre se enzarzan en una pelea porque uno le pisó los zapatos al otro. Llego a casa reflexionando sobre esa agresividad, a flor de piel, que se siente en la calle. Para salirme de tanta crispación, leo el último número de la revista Convivencia que acaba de cumplir seis años de fundada. Encuentro en sus páginas un artículo de Miriam Celaya, quien casualmente aborda esa “peligrosa espiral” de porrazos, gritos e irritación que nos rodea.

Bajo el título “Apuntes en torno al origen antropológico de la violencia en Cuba”, la mordaz analista hurga en los antecedentes históricos y culturales del fenómeno. Nuestro propio recorrido nacional, hecho “a sangre y fuego”, no ayuda mucho a la hora de promocionar actitudes como el pacifismo, la concordia y la conciliación. Desde los horrores de la esclavitud durante la colonia, pasando por las guerras de independencia con sus cargas al machetes y sus prepotentes caudillos, hasta llegar a los sucesos violentos que también caracterizaron la república. Una larga lista de iras, golpes, armas e insultos moldearon nuestra idiosincrasia y son enumerados magistralmente por la periodista en su texto.

Mención aparte le merece el proceso comenzado en enero de 1959, que hizo del odio de clases y de la eliminación del diferente, pilares fundamentales en el discurso político. De ahí que aún hoy, la mayor parte de las efemérides que conmemora el gobierno, refieren a batallas, conflictos bélicos, muertes o “flagrantes derrotas infringidas” al contrincante. El culto a la cólera es tal, que el propio lenguaje oficial no se da cuenta ya del encono que promueve y transmite.

¡Pero cuidado! El odio no se puede “teledirigir” una vez fomentado. Cuando se aviva el rencor a otro país, termina por validarse también la ojeriza contra el vecino cuya pared colinda con nuestra casa. Quienes crecimos en una sociedad donde el acto de repudio se ha justificado como “legítima defensa del pueblo revolucionario”, podemos pensar que los golpes y los gritos son la manera de relacionarnos con lo que no entendemos. En ese entorno de violencia, la armonía nos resultará sinónimo de claudicación y la convivencia pacífica una trampa en que nos quiere hacer caer “el enemigo”.

Publicado en Generación Y el 19 de abril del 2014
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    Yoani Sánchez

    Licenciada en Filología. Reside en La Habana y combina su pasión por la informática con su trabajo en el Portal Desde Cuba. Sánchez ganó en el 2008 el premio de Periodismo Ortega y Gasset en la categoría de trabajo digital. Fue seleccionada por la revista Time entre las 100 personas más influyentes del mundo en la categoría “Héroes y pioneros” y su blog estuvo entre los 25 mejores del mundo, en una selección hecha por esa misma revista junto a la CNN. Fue premio del jurado en el concurso español Bitácoras.com y ganadora en los premios The BOBs, que incluyen a más de 12 mil participantes de todo el mundo. Estuvo en la lista de los 100 hispanoamericanos más notables del año que cada año confecciona la revista semanal del periódico El País y en la lista de los 10 intelectuales más importantes de la revista Foreign Policy y Gato Pardo.
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