SANTA CLARA - Desde las 4 de la madrugada del sábado 9 de septiembre Villa Clara quedó sin fluido eléctrico. Los pocos circuitos que quedaban activos fueron apagados por precaución e indicación de la Defensa Civil. A las cuatro de la madrugada nadie podía dormir por la fuerza del viento.
"Simulaba una moto sierra. Era un ruido rarísimo. Los aguacates caían sobre el techo de fibro que tenemos en la parte de atrás. Uno tras otro. La antena voló. A la casa de al frente le llevó el techo", dice María Turiño, vecina del periférico barrio Los Sirios de Santa Clara.
Desde la medianoche las condiciones del tiempo estaban totalmente deterioradas, llovía fuerte a intervalos y el viento llegaba a rachas de 70 km/hora. Era el principio de 24 horas caóticas, donde Irma se aferró a su costa y de una velocidad de 26km/h de traslación la redujo a la mitad en tierra. Irma no quería irse de Villa Clara.
Al amanecer del 9 de septiembre los partes meteorológicos ubicaban el centro de Irma al sur de Cayo Santamaría y a 35 kilómetros de Caibarién. Fue la llamada Villa Blanca la primera en declararse en Alarma de la provincia y la que más sufrió los embates. Cuatro horas más tardes, Caibarién perdía objetivos económicos como su fábrica de galletas y vinatera. Avistaba olas por encima de los 7 metros en su malecón y la penetración del mar, alcanzaba 500 metros pueblo adentro. Cientos de casas damnificadas y los hoteles de la cayería aislados.
La capital, Santa Clara, a escasos 68 km de Caibarién, también sufría en demasía. Los arboles de su conocido Parque Vidal arrancados de cuajo y sus típicas aves negras estrelladas en cada intento de volar contra las edificaciones que lo rodean. Las rachas alcanzaban más de 100km/horas. Sucedían en cortos intervalos de minutos. La torre de RadioCuba destruida y la presa más cercana, Agabama, aliviando, luego de 8 horas continuas de lluvia. No era todo.
El huracán dejaría aisladas a otras dos poblaciones, a Jibacoa en el Escambray, y al Santo en Encrucijada por las crecidas del río Sagua La Chica. Pasado el mediodía el centro amenazaba el municipio de Sagua y su poblado costero más endeble, Isabela. El pueblito de pescadores, que da cobija a cerca de 2mil personas estaba vacío desde hacía 48 horas. Ni un alma quedaba en Isabela, solo Irma seguía su afán de permanencia. No hay calma en Santa Clara, la ciudad capital es acechada por las fuertes ráfagas. A este ritmo no quedará árbol en pie. No hay calma. Irma no ha dado tregua. ¿Hasta cuando?
El 10 de septiembre lo que estaba oculto salió a la calle. Santa Clara es una ciudad de escombros. "Si ya estaba fea, ahora estará peor", murmuran en la calle. Los linieros, la poca fuerza con la que cuenta la Empresa Eléctrica en Villa Clara dada la orden de "resuelva cada quien su problema en cada provincia" , lidian con un territorio a oscuras.
Van lidiando con la capital provincial. Hay barrios que hace 100 horas no saben qué es electricidad. A Caibarién ni lo pueden mirar. No saben qué pasará con el litoral. Los pobladores de Isabela de Sagua no saben qué les aguarde. Están en la frontera del pueblo hace horas. Un cordón policial les prohíbe la entrada. Algunos escapan, corren unos metros y son capturados y regresados. Quieren saber qué queda de sus casas...constatar la desesperanza.
En el "hueco" santaclareño frente a la estatua del Guerrillero Heroico vive Eneido Garrido. Desde que el meteoro destruyó su casa de madera no ha salido a probar bocado. Los vecinos comentan que se quedó dentro en el único pedazo de cemento que tenía la choza. En ese espacio solo cabe una persona de pie. Eneido está ahí dentro. Puso una madera como puerta y unos trapos en lo que puede ser una ventana. No quiere que lo molesten, ni que se lo lleven de ahí.
Prefiere quedarse ahí dentro. Le llevamos algo pa´ que coma", dice Caridad, la vecina de enfrente que tiene una casa de dos pisos. Eneido es un alcohólico abandonado, nadie lo acogió. Villa Clara no es mucho más que eso, un puñado de nadies. Hace 100 horas que nada bueno sucede."