La oposición venezolana encendió los hornos, parafraseando a Jose Martí, en el que se incinerará la dictadura castro chavista, porque como dijo el Maestro de libertades: “es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz”.
Hace una semana el diputado Juan Guaidó asumió la presidencia de Venezuela con carácter interino, colocando a su país y al mundo en una situación particularmente novedosa.
Sus palabras fueron breves y precisas, pero su juramento situó a Nicolás Maduro en el vórtice de una tormenta perfecta que amenaza como nunca antes la sobrevivencia de la autocracia que dirige, siendo el propio Guaidó uno de los puntos clave del cataclismo que enfrenta.
El hoy presidente interino, es consciente de que el castro chavismo es enemigo de la democracia y la libertad, no un simple adversario, razón por la cual hay que tratarlo con hostilidad, una posición contraria a la actitud de algunos dirigentes de los partidos tradicionales que demostraron hasta la saciedad ser partidarios de conversar con el escorpión, aun cuando este siempre ha tenido el aguijón desenfundado.
Dialogar es una propuesta que siempre será aceptada por Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, porque conversar sin llegar a acuerdos concretos, contribuye a la frustración de la militancia opositora y al crecimiento de la suspicacia en el liderazgo, un factor que como dice el periodista Alexis Ortiz en lenguaje deportivo, condujo a que la causa democrática de su país haya estado perdiendo dos a cero, con la fanaticada consumida por el desencanto.
La gestión de Guaidó y de la Asamblea Nacional son fundamentales para recuperar la confianza popular a concretar en manifestaciones de masa y una agudización de la ingobernabilidad, el carburante de los hornos que calcinaran la dictadura. Son tiempos peligrosos, que el presidente interino describió crudamente cuando dijo: solo se puede esperar persecución y represión.
Por suerte el pueblo venezolano está bien acompañado. La situación del país ha generado un interés internacional que compromete a muchos gobiernos a trabajar a favor de una solución que respete los anhelos democráticos de la población, por eso ha sido muy importante que las autoridades legítimas hayan designado a representantes en el exterior para que expongan a los aliados cuáles son las necesidades más perentorias de la nación.
Por otra parte es una realidad que ningún otro gobierno del continente ha sido tan repudiado como el de Nicolás Maduro. El desastre económico y político ha impresionado negativamente a todos los observadores. La ineficiencia, la corrupción y los padecimientos de la población han sido elementos claves para que todas las personas y gobiernos de buena fe se percaten de lo ominoso del régimen y de la necesidad de cambiarlo.
No obstante, la tormenta que podría descalabrar el castro chavismo depende fundamentalmente de dos factores nacionales. El activismo de la oposición y los militares.
Para los venezolanos ha sido una sorpresa el respaldo incondicional que las Fuerzas Armadas han prestado al régimen y la facilidad con la que han acatado la injerencia de sus pares castristas en los asuntos internos del país y en los institutos armados.
Cierto que hay muchos militares presos y que recientemente varios fueron arrestados por su rebeldía, pero es insuficiente. Es preciso que los militares actúen en base a la carta constitucional y acaten lo dispuesto por el presidente interino para beneficio de todo el país.
De no ser así la tarea que le corresponde a la sociedad civil será muy embrollada y riesgosa. El activismo de calle y lograr que toda gestión oficial fracase es imprescindible, si se quiere sacar a Maduro del gobierno.
Otra opción, sin dudas, la menos deseada pero quizás inevitable si se recrudece la represión y la miseria extrema, es la intervención de componentes extranjeros en Venezuela.
Esta solución es muy peligrosa para la estabilidad del hemisferio pero no se debe descartar porque el desgobierno venezolano es una amenaza para la población del país y para el resto del continente, una realidad que podría determinar una injerencia humanitaria auspiciada por la Organización de Estados Americanos, una operación quede afectar la soberanía del estado venezolano, estaría en un nivel muy inferior al ultraje causado por la intervención castrista.