LA HABANA, Cuba.- Desde hace varios días un nuevo apagón —el segundo de gran magnitud en menos de un mes— se ha adueñado de Venezuela. Ahora, los desdichados habitantes, amén de padecer la escasez de alimentos, medicinas y otros productos de primera necesidad, tienen que sufrir la falta crónica de fluido eléctrico y de agua, esto último como resultado de la paralización de las estaciones de bombeo.
Cuando sucede una calamidad, cualquier gobierno del mundo que se respete (o que tenga que responder ante los medios de la prensa libre y los partidos de oposición que orientan a la opinión pública y hablan en nombre de respetables sectores de ella), primero investiga, y sólo después brinda la información oficial sobre lo sucedido.
En Venezuela no. Allí el gobierno de Maduro parece no respetarse, ni existe una prensa libre; por su parte, los partidos de oposición son perseguidos y ninguneados. Los informadores y políticos que no se limitan a repetir la propaganda oficialista, son calificados con total impunidad como “pitiyanquis”, o se les endilga cualquier otro calificativo desdeñoso que tengan a bien proferir los plumíferos y cotorrones del régimen; o sus altos personeros, como hizo ahora el dictador en persona, al hablar de la “derecha diabólica”.
Por tanto, el modo de actuar del gobierno de Caracas es el diametralmente opuesto. Primero se acusa a “los otros”, y después se hacen las indagaciones de rigor. Y las imputaciones infundadas se hacen pese a advertencias sobre los efectos perniciosos del mal manejo del sistema eléctrico, las cuales Maduro conoce de primera mano por haber sucedido en su presencia. Hablo del corte del alumbrado que se produjo hace unas semanas en el mismísimo Palacio de Miraflores durante una rueda de prensa.
Como suele suceder, el incremento de las torpezas en el sistema eléctrico se produjo cuando cesó la actividad de las compañías privadas en este terreno. Tras la gran falla de 2007, el teniente coronel Chávez, que como socialista carnívoro era un animal que solía tropezar tres y más veces con la misma piedra, huyó hacia adelante y creó la Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec), monopolio estatal con el que las calamidades han ido de mal en peor.
A la falta de inversión y mantenimiento, así como al aumento de la corrupción, se han unido la pésima gestión de la red nacional y la inoperancia de las centrales petroleras que deberían actuar en respaldo a la represa de El Guri, fuente de la mayor parte de la energía eléctrica que consume el país sudamericano. Como si lo anterior fuese poco, también en este sector ha habido una fuga masiva de especialistas que se niegan a aceptar el desgobierno chavista.
Con ocasión del primer gran apagón reciente (iniciado el 7 de marzo) afirmaron que se trataba de un “ataque cibernético”. En esta segunda oportunidad, han asegurado que todo se originó por disparos de un francotirador, hechos “desde un área escarpada”. En sus divagaciones televisivas, un balbuceante Maduro, consciente del absurdo implícito en el supuesto origen balístico del desastre, especuló sobre una posible “colaboración interna” que habría viabilizado la perpetración del hecho.
Es así como el mandamás de turno intenta salir al paso de los innumerables escépticos que, en medio de la calamidad creada por el nuevo apagón, se hacen una sola pregunta: ¿Cómo es posible que la hidroeléctrica que genera la porción preponderante de la energía que consume el país, carezca de una protección adecuada!
Desde luego, es de presumir que, si en definitiva aparece el hipotético “colaborador interno”, no será en los órganos represivos que tienen la misión de proteger la planta. Ésos son intocables. Seguramente se tratará de alguno de los infelices trabajadores de filas de la Corpoelec. A éstos no les arriendo la ganancia.
Pero las versiones gubernamentales han sido varias, y discrepan entre sí. Por ejemplo, la vicepresidenta Delcy Rodríguez, el mismo día en que se inició el segundo apagón, afirmó que este “nuevo atentado terrorista contra el derecho a la electricidad se produjo nuevamente mediante herramientas electromagnéticas”.
Por su parte, el Portavoz en Jefe del chavismo, Jorge Rodríguez, también le enmendó la plana a su superior, pues situó a dos supuestos comandos de fusileros a distancias de sólo 100 y 150 metros de las instalaciones “saboteadas” (lo cual, como es obvio, desvirtuaría lo del “área escarpada” mencionada por Maduro).
Cualquiera que sea el caso, el fiscal general chavista Tarek William Saab informó el martes sobre el arresto de seis supuestos implicados en el “sabotaje”. Sí podremos estar seguros de una cosa: Al igual que un ganso que queda completamente seco después de sacudirse el agua, el chavismo se exonerará a sí mismo de cualquier responsabilidad en esta nueva calamidad. Y siempre aparecerá alguien que cargue con el pato.
(Este artículo fue publicado originalmente el 31 de marzo, en Cubanet)