La novela de viajes Un verano en Tenerife, escrita por la poeta cubana Dulce Mará Loynaz, se editó en Madrid en 1958 por Aguilar. Según contó la misma autora, el libro se acabó de escribir el jueves 10 de abril de 1958, en la finca Nuestra Señora de Las Mercedes, cerca de La Habana, cinco años y ocho meses después de haberse comenzado.
Ahora, en abril de 2018, el mes del idioma o del libro, se cumplirán sesenta años de haberse escrito. Y veinticuatro de cuando Dulce María me firmó un ejemplar en su casa de El Vedado habanero al llevarle un nuevo ejemplar en diciembre de 1993.
Me escribió: "A don Isidoro Sánchez, viceconsejero de relaciones institucionales del gobierno de Canarias, las inolvidables islas que inspiraron este libro; que él lo reciba con la misma simpatía con que fue escrito".
Meses más tarde recibió la visita de Manuel Hermoso, presidente del Gobierno de Canarias, quien se acercó a su mansión habanera para darle las gracias por adornar de literatura a Canarias, al objeto de promover el turismo en las Islas. Como bien le contestó el abogado y poeta portuense, don Luis Rodríguez Figueroa, al periodista orotavense, don Alfredo Fuentes.
La efemérides del libro canario-cubano puede servir para recordar muchas cosas. En primer lugar, el amor de Dulce María por su esposo canario, el periodista tinerfeño Pablo Álvarez de Cañas; luego su admiración por las islas y por Tenerife y La Palma de manera particular; su alegría durante cuatro veranos en territorios como Santa Cruz de Tenerife, La Laguna, Puerto de la Cruz y La Orotava; su afición a la lectura, a la poesía y a la prosa; sus visitas a Lanzarote y Gran Canaria; sus amistades canarias; su fuente de inspiración canaria don José Viera y Clavijo; su predilección por el Teide, el drago y las acuarelas de don Francisco Bonnin, y un conjunto de referencias que le ayudaron a tejer la urdimbre de una novela especial que reflejó las vivencias durante cuatro veranos en Canarias, la tierra volcánica de su esposo Pablo a quien le dedicó Fe de Vida cuando se marchó del planeta.
Dulce María fue "adoptada" por el Puerto de la Cruz en 1951 y nominada Premio Cervantes en 1992, año del quinto centenario del encuentro intercultural de España con América. Dio nombre a calles en la isla de Tenerife y a premios literarios. Dejó constancia de su admiración por el Garoé herreño, por las alfombras de la Villa de La Orotava, por el silbo gomero y por el Teide patrimonial.
El 18 de agosto de 2018 será un día muy singular al igual que el 10 de diciembre. El día veraniego por cuanto se cumplirán 60 años de la lectura en el Liceo Taoro, de La Orotava, del capítulo X de su novela, titulado El sepulcro vacío, en honor al marqués villero de la Quinta Roja.
El día invernal será la efemérides de su natalicio, que coincide con la Declaración Universal de los Derechos Humanos por las Naciones Unidas.
Será una buena oportunidad para aprovechar estas fechas para testimoniar nuestro agradecimiento a la ilustre poeta del agua y nuestro reconocimiento por adornar de literatura al Puerto de la Cruz, a Tenerife y a Canarias entera. La nueva edición del libro sería muy bien acogida por los amigos de la literatura de este "navegante solitario" que fue Dulce María Loynaz.
(Publicado originalmente en Canarias en Hora)