La Habana - Ya inicia el curso escolar en Cuba y, con ello, el tradicional bombardeo mediático de que “todo está todo listo para la entrada a las aulas”: los uniformes, la base material de estudio, la disponibilidad técnica, algún que otro retraso en el papel; pero en general el período lectivo 2017-2018 tendrá un inicio como ya es habitual “a todo tren”.
El portal Cubadebate, y otros medios oficiales, indica en un artículo del 22 de agosto que un millón 700 mil alumnos iniciarán el curso escolar este 4 de septiembre. Ante este dato, me pregunto: ¿Quedarán realmente educadores para cubrir dicha matrícula? Según informa la Ministra de Educación, Ena Elsa Velázquez, la cobertura docente está garantizada para este arranque en un 93% sin el uso de alternativas. Pero la otra cara de la moneda, la versión de los padres, estudiantes e, incluso, profesorado muestra que evidentemente este dato no es cierto.
el mayor problema son los profesores emergentes.
“La maestra de mi hijo es una docente retirada- reincorporada. Muchas veces se tiene que ausentar porque presenta problemas personales o de salud. Y cuando ella no está ¿quién asume? A veces se tienen que unir dos aulas para que un solo profesor imparta todas las materias, imagínate más de treinta niños en un aula y una sola persona dando desde ciencias hasta letras. Los profesores no dan abasto con tanto trabajo”, comenta Lina María Heredia, madre de dos estudiantes de tercero y sexto grado.
El déficit de profesores se convierte en uno de los retos del Ministerio de Educación en Cuba, el cual ha optado –según informa el periódico Granma– por alternativas como la contratación de docentes jubilados, directivos del sector, así como personal calificado en determinadas áreas. A ello se suma la incorporación de alumnos ayudantes de las universidades y maestros en formación. Pero, ¿realmente esta cobertura o alternativa docente es efectiva?
Boris Luis Cabrera, cuentapropista y padre de una niña que tras cursar estudios primarios en la escuela Juan Triana del municipio habanero de Plaza inicia el séptimo grado, comenta que el mayor problema son los profesores emergentes.
“Son muchachos de 17 o 18 años que recibieron un pequeño curso y los incorporaron a las aulas. Te das cuenta al hablar con ellos que no tienen conocimiento alguno de educación o cultura, no hay que generalizar, es verdad que algunos pocos muestran al menos interés, pero es muy duro confiarles la educación de tus hijos”, dice.
Nos dice que su niña muchas veces no tuvo profesores de Geografía o Matemáticas porque no daban abasto en el claustro de la escuela. En cualquier caso, la asignatura se la impartía un educador de otra materia, o se quedaban en el aula o en la biblioteca. También se encuentra el boom de los famosos repasadores: maestros que cobran por reimpartir las lecciones dadas y a quienes los padres tienen un poco más de fe.
Boris, quien además estudió magisterio por cinco años, se considera casi máster en primaria. “Si no es repasando a los niños en la casa o pagando, no aprenden. Los profesores buenos y de prestigio son cada vez menos porque el salario no les alcanza y van abandonando el magisterio en búsqueda de algo que les represente mayores ingresos. De ahí el éxodo de pedagogos de las aulas”, añade.
Con la apertura de la iniciativa privada, fueron muchos los maestros de las diferentes enseñanzas que decidieron dejar la tiza y el borrador para optar por otra vía de escape económicamente más lucrativa.
Este es el caso de Lina María Heredia Matamoros y su esposo Rafael Nicola Mora, repasadores de pruebas de ingreso por más de 10 años en la provincia de Santiago de Cuba, quienes emigraron a La Habana hace solo un año por mayores posibilidades de trabajo.
Rafael, quien fuese director de un preuniversitario con excelentes resultados académicos en el municipio de Contramaestre, vino a la capital recomendado como subdirector del IPVCE Vladimir Ilich Lenin. Sin embargo, al darse cuenta de la lejanía de la escuela y el trabajo que tenía que pasar por 600 pesos, decidió alejarse del magisterio y optar con el cuentapropismo.
El matrimonio, que vive en la Habana Vieja, administra una pequeña cafetería situada en la calle Corrales entre Cienfuegos y Aponte, además de alquilar una habitación a extranjeros. Ambos, padres de dos niños que cursan estudios en la primaria Reinier Páez en el Cerro, comentan haberse alejado del magisterio no porque no les apasionara su profesión, sino porque no les daba suficiente dinero para vivir.
“Al final del día yo obtengo mi salario que, además, es compensado con el trabajo. Yo tengo dos niños que un día les falta una cosa y otro día otra. En educación al final del mes, yo cobraba 500 pesos de salario; eso unido al de mi esposo eran casi 1000 que cuando los conviertes son 40 CUC que no alcanzaban para nada. Eso lo hago aquí en una semana”, añade Rafael.
Sobre la escuela de sus hijos nos comenta que hay una cobertura docente responsable. “Siempre escasea uno que otro profesor, pero en general mis niños dan clases. Sin embargo, he escuchado comentarios de madres que sus hijos no reciben las materias por dicha situación, y el problema es que no hay quién reemplace a las educadoras, antes había auxiliares pedagógicas pero esa alternativa ya no existe”.
A este fenómeno, se suma el hecho del fraude escolar y muchos otros lastres ya latentes en el sistema educacional cubano. De ellos poco se habla oficialmente, pero sí entre dientes. Indiscutiblemente, el futuro de cada sociedad está en las manos de quienes educan.
En tanto, iniciaremos este curso escolar en Cuba “a todo tren” y sin profesores.