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Rusia: la muerte del soldado, un secreto de Estado


Un militar uniformado armado, fotografiado a bordo de un vehículo de infantería ruso "GAZ Tigr" en la Península de Crimea.
Un militar uniformado armado, fotografiado a bordo de un vehículo de infantería ruso "GAZ Tigr" en la Península de Crimea.

La muerte de cualquier miembro de las fuerzas armadas rusas en operaciones especiales en tiempo de paz, se convierte en secreto de Estado y su divulgación un crimen que se castiga por la ley.

El Departamento de Defensa de EEUU envía a la prensa, cada vez que hay una baja en sus filas, el Informe de Identificación de Víctimas, con la fecha del deceso, la edad, el lugar de nacimiento, la compañía, el batallón, división, barco o cuerpo expedicionario del occiso, el lugar y la causa de la muerte. Los entierros de los militares son tributo público, lo mismo si entierran en el Cementerio de Arlington o en el pueblo donde nació el fallecido. La muerte de un soldado no es un secreto de Estado.

Otras naciones tienen similar tradición. En Israel asistieron miles de personas al funeral del teniente coronel Yoni Netanyahu, jefe del comando especial israelí quien murió en la operación Entebe rescatando en 1976 a cientos de rehenes a manos de terroristas palestinos. La operación fue secreta, pero los héroes eran de todo Israel. El duelo lo despedía el entonces ministro de Defensa, Shimon Peres.

El glasnots, política de apertura informativa de la URSS, la efectúo Mijail S. Gorbachev para quitar el secretismo de la maquinaria estatal soviética, que en la URSS se conocieran las verdades históricas, los desaciertos económicos, militares y políticos. Las bajas en la guerra de Afganistán fue una prueba para aquella política, donde las madres de los soldados fallecidos en el conflicto exigieron que se divulgaran los nombres de los caídos y se les rindiera tributo militar y no se les sepultara casi a escondidas.

Boris N. Yeltsin en noviembre de 1995, en medio de las reformas rusas elimino el secretismo cuando las bajas en las filas castrenses ocurrían en tiempo de paz. En cuanto el ex coronel del KGB Vladimir V. Putin afianzó el poder, el secretismo volvió a la palestra rusa como en los tiempos de la Unión Soviética. El Senado ruso aprobó una ley que aumentaba las sanciones por divulgar secretos de estado e establecer responsabilidad penal por la obtención ilegal de información secreta, muy similar a legislaciones soviéticas. El Código Penal de Rusia tiene una serie de artículos relativos a la divulgación de secretos de estado, por la divulgación son hasta 4 años de cárcel y por espionaje hasta 20 años.

Ahora, por decreto de Putin, publicado a fines de mayo, la muerte de cualquier miembro de las fuerzas armadas en operaciones especiales en tiempo de paz, se convierte en secreto de Estado y su divulgación un crimen que se castiga por la ley. El presidento adicionó unas palabras al punto 10 del decreto de Yeltsin. Junto a “las pérdidas del personal del Ministerio de Defensa en tiempo de guerra” agrego tras una coma, “en operaciones especiales en tiempo de paz”. Y a callarse todo el mundo.

Los rusos no dudan que la medida apunta a cerrar las bocas de los que critican la aventura de Putin en el este de Ucrania y Crimea. El ministerio de Defensa ha ignorado todos los pedidos, incluido de algunos diputados, para conocer el número de víctimas rusas en el conflicto ucraniano, ahora tienen derecho a encarcelar a los que intenten conocer la cifra.

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    Álvaro Alba

    Historiador y periodista especializado en temas de Europa del Este y la ex Unión Soviética. Máster en Historia por la Universidad Estatal de Odesa, Ucrania. Premio Emmy 2017 (Emmy Award) en la categoría de Documental Histórico.

    Ha publicado en ABC, Diario de Las Américas, El Nuevo Herald, entre otros. Actualmente trabaja en MartiNoticias.com. Autor de Castro y Stalin, almas gemelas (2002); En la pupila del Kremlin (2011) y Rusia: la herencia del estalinismo (2012). Es Asociado Principal de Investigación (Senior Research Associate) del Centro de Estudios Cubanos (Cuban Studies Institute CSI) de Miami y miembro de la Asociación para Estudios Eslavos y del Este de Europa (ASEEES).

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