¡Oh Jesús, único consuelo en las horas eternas del dolor, único consuelo sostén en el vacío inmenso que…Hoy amanecí rezando, pidiendo el descanso del trepidante, casi difunto, aún con vida Luis Alberto Rodríguez López-Callejas. Parásito con rostro hermoso y ropa cara, recién ascendido a general. Él sabe de sobra, que ese ramo de olivo es la estocada final.
Con más miedo que dinero, Luis Alberto camina prudente, ya lo dije hace unos días, asido del apoyabrazos de su viejo y destartalado diván. Haber golpeado a Deborah Castro hasta el punto de enviarla al hospital le dejó más vulnerable que un manatí en el polo norte. Ningún padre acepta eso; y si es el “Padrino” de un temible clan mucho menos, pues como dicen en Sicilia, la Camorra no perdona.
Esta significativa promoción tiene al menos un par de propósitos y una lectura; distraer nuestra atención, y llevar a Lopez-Callejas al paroxismo de la desesperación haciéndolo vivir el tormento de estar entre el orgullo y el terror.
Podemos pensar, hablar, insinuar y tertuliar; pero frente a este tipo de casos nunca debemos olvidar que el 1ro de enero de 1984, el General de División Arnaldo Ochoa Sánchez recibió públicamente la distinción de Héroe de la República de Cuba, máxima condecoración que otorga el Consejo de Estado; y apenas 5 años después, el 13 de Julio de 1989, fue fusilado, en un improvisado paredón a orillas del mar, por decisión de Raúl y de un tribunal militar.
Casualidad, o coincidencia, algunos años después del fusilamiento de Ochoa, Alejandro, su único hijo varón, murió en sospechoso accidente; pero de esto no quiero ni hablar por respeto a personas que quiero. Pero tengo que reconocer que hace tan solo unas semanas, cuando terminé de escribir un artículo bajo el título de “El poderoso ex yerno de Raúl Castro, al destierro” una magnífica amiga, (familia del General) a quien prefiero mantener más oculta que la ingle de una monja, tuvo el tino de advertirme “En cuanto publiques esto, sólo estarás protegiendo a Luis Alberto y alargando lo que para él ya es inevitable”.
Sí, a Luis Alberto hoy solo le queda el escudo de la prensa, y aferrarse a su mejor y único comodín, Raúl Guillermo Rodríguez Castro (su hijo mayor), que aunque es el nieto preferido del mandatario cubano, genera frecuentes discordias en el seno de la familia real, porque este arrogante muchacho, además de bien mantener su esculpido cuerpo atlético, alimenta ciertas adicciones que van in crescendo.
El camino hacia el poder cubano está pavimentado de hipocresías y víctimas. El recién sancionado a General Rodríguez López-Callejas, está en el centro de un huracán a merced del reloj de Raúl Castro, y de su hijo Alejandro, que sin prisa, calculadores, tranquilos y meticulosos esperan el momento exacto para activar la guillotina que durante la inesperada tempestad de una mañana cualquiera, caerá sobre su cogote y como el telón de un teatro pondrá fin a la pésima obra de su corta eternidad.
Con más miedo que dinero, Luis Alberto camina prudente, ya lo dije hace unos días, asido del apoyabrazos de su viejo y destartalado diván. Haber golpeado a Deborah Castro hasta el punto de enviarla al hospital le dejó más vulnerable que un manatí en el polo norte. Ningún padre acepta eso; y si es el “Padrino” de un temible clan mucho menos, pues como dicen en Sicilia, la Camorra no perdona.
Esta significativa promoción tiene al menos un par de propósitos y una lectura; distraer nuestra atención, y llevar a Lopez-Callejas al paroxismo de la desesperación haciéndolo vivir el tormento de estar entre el orgullo y el terror.
Podemos pensar, hablar, insinuar y tertuliar; pero frente a este tipo de casos nunca debemos olvidar que el 1ro de enero de 1984, el General de División Arnaldo Ochoa Sánchez recibió públicamente la distinción de Héroe de la República de Cuba, máxima condecoración que otorga el Consejo de Estado; y apenas 5 años después, el 13 de Julio de 1989, fue fusilado, en un improvisado paredón a orillas del mar, por decisión de Raúl y de un tribunal militar.
Casualidad, o coincidencia, algunos años después del fusilamiento de Ochoa, Alejandro, su único hijo varón, murió en sospechoso accidente; pero de esto no quiero ni hablar por respeto a personas que quiero. Pero tengo que reconocer que hace tan solo unas semanas, cuando terminé de escribir un artículo bajo el título de “El poderoso ex yerno de Raúl Castro, al destierro” una magnífica amiga, (familia del General) a quien prefiero mantener más oculta que la ingle de una monja, tuvo el tino de advertirme “En cuanto publiques esto, sólo estarás protegiendo a Luis Alberto y alargando lo que para él ya es inevitable”.
Sí, a Luis Alberto hoy solo le queda el escudo de la prensa, y aferrarse a su mejor y único comodín, Raúl Guillermo Rodríguez Castro (su hijo mayor), que aunque es el nieto preferido del mandatario cubano, genera frecuentes discordias en el seno de la familia real, porque este arrogante muchacho, además de bien mantener su esculpido cuerpo atlético, alimenta ciertas adicciones que van in crescendo.
El camino hacia el poder cubano está pavimentado de hipocresías y víctimas. El recién sancionado a General Rodríguez López-Callejas, está en el centro de un huracán a merced del reloj de Raúl Castro, y de su hijo Alejandro, que sin prisa, calculadores, tranquilos y meticulosos esperan el momento exacto para activar la guillotina que durante la inesperada tempestad de una mañana cualquiera, caerá sobre su cogote y como el telón de un teatro pondrá fin a la pésima obra de su corta eternidad.