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Recuerdos de la Primavera Negra


Hernández manifiesta que su anhelo es olvidar lo ocurrido, los más de siete años que pasó en las cárceles del castrismo por haber manifestado sus opiniones de forma abierta y por haber intentado ser un periodista independiente en Cuba.

"Ayúdame Dios," dice el ex prisionero de conciencia al intentar vivir de nuevo.

Este artículo, explica el CPJ, "es parte de una serie de historias escritas en primera persona por periodistas cubanos que fueron arrestados en una redada masiva contra disidentes conocida como la Primavera Negra".

"Todos los reporteros y editores fueron condenados en juicios de un día de duración, acusados de actuar contra la integridad y la soberanía del estado, o de colaborar con medios extranjeros con el propósito de desestabilizar el país", recuerda el Comité.

En total, 75 disidentes e intelectuales fueron arrestados en aquel marzo del 2003. Diecisiete de ellos son periodistas y han sido recientemente liberados y enviados al exilio en España. Pero tres periodistas detenidos en 2003 permanecen todavía tras las rejas, informa la entidad.

Cuando Fidel Castro desató esa ofensiva contra la disidencia y el periodismo independiente, su acción fue denunciada a nivel mundial, por Amnistía Internacional, Human Rights Watch, Reporteros sin Fronteras, el gobierno de Estados Unidos y la Unión Europea, entre otros.

El CPJ, en uno de los aniversarios de la ola represiva, resaltó que intelectuales de todo el espectro político habían expresado su indignación por la represión contra los periodistas cubanos.

"El encarcelamiento de periodistas disidentes secuestra no sólo sus libertades sino las de todo el pueblo cubano que merece conocer las alternativas políticas al régimen dictatorial", opinó el filósofo español Fernando Savater.

Los autores españoles Antonio Muñoz Molina y Juan Goytisolo y el polaco Adam Michnik también manifestaron su apoyo a la liberación de los periodistas cubanos, mientras que en Estados Unidos, el lingüista Noam Chomsky respaldó un llamado para la liberación de los periodistas en Cuba, al igual que el escritor nicaragüense Sergio Ramírez y el argentino Tomás Eloy Martínez.

El CPJ comenzó su serie de relatos sobre la Primavera Negra con Ricardo González Alfonso, quien redactó un artículo intitulado, "Encontrando libertad en una celda cubana".

El relato de Normando Hernández González lleva el título, "Intentando olvidar: Recuerdos de tortura persiguen a periodista cubano excarcelado". El texto es el siguiente:

Anhelo olvidar, pero no puedo. Borrar de mi memoria el susurro del sufrimiento, los gritos lastimeros de la tortura, el chirriar de los barrotes, la inconfundible música de los candados, a los gárrulos centinelas...

Trato también de olvidar el hosco silencio de los petrificados calabozos. Las noches frías y eternas vividas en las celdas de castigo. A las ratas, las cucarachas, las arañas...y sobre todo al enjambre de mosquitos que me desangraban a cada segundo de mi efímera existencia en aquel infierno.

Aspiro a dormir tranquilo, sin sobre saltos. Aspiro a vivir como una persona normal, sin que los fantasmas de la prisión me visiten como lo están haciendo cada día.

Sufro al ver a mi hermano de causa, Juan Carlos Herrera Acosta, con los labios de la boca cocidos con un alambre demostrándoles a sus carceleros que prefiere morir de inanición que claudicar en sus principios. Veo los ojos de Juan Carlos rayando la locura, veo su piel que pierde el color gracias al sufrimiento padecido en las celdas de castigo. Veo a Juan Carlos y la angustia se apodera de mí.

No soporto ver más a Roberto Ramos Hernández con dos agujas de inyectar introducidas por la parte oscura de sus ojos ni envuelto en un colchón de espuma ardiendo entre grandes lengüetadas de fuego. No quiero ver la desesperación de este hombre que se quedó ciego por la negligencia de sus carceleros que provocaron se auto-agrediera y luego no le ofrecieron la atención médica que necesitaba.

Rafael aparece llorando por el dolor que le produce la carne podrida después de haberse inyectado petróleo en cada una de sus piernas. Asimismo hace entrada al cuarto del Hostal, Jorge Luis Ramírez Roja, alias Riquinbili, que es parapléjico y se corta con una cuchilla de afeitar el cuero cabelludo, al lado de una cirugía que tiene de Aneurisma Cerebral, buscando le den los medicamentos y la asistencia médica especializada que le niegan hace ya más de seis meses. Para qué hablar de los que desfilan, todos los días, en mis pesadillas con el abdomen abierto, con heridas en los brazos, los muslos y en cualquier otra parte del cuerpo provocadas por ellos mismo buscando les otorguen los derechos penitenciarios que están reglamentados y que descarada e impunemente se les viola.

Tampoco deseo escuchar las tristes confesiones de los torturados ni ver sus lágrimas ni sentir, en carne propia, el frío acero de las esposas apretando sus muñecas a la reja de los calabozos y mucho menos verlos desnudos crucificados a la reja y recibiendo, en horas de la madrugada, un baño con agua fría mientras que los mosquitos se pegan a su piel y le chupan gota a gota la poca sangre que los puede calentar.

Detesto no sentir mis miembros inferiores y superiores por tenerlos, totalmente, entumecidos como no lo sintió Amaury Fernández Tamayo cuando lo torturaron. Detesto tener esposadas las manos a la espalda y unidas a los pies, que también están esposados, y permanecer, durante horas, acostado de lado en el frío y húmedo piso de una celda mientras los insectos y roedores caminan por encima de mí agarrotado cuerpo por estar siendo torturado con la tortura que se conoce en el argot presidiario como "La Sillita".

Quiero dormir sin padecer el dolor que provoca el bastón de goma o la tonfa cuando magullan la piel, cuando la contusionan o le producen hematomas y/o heridas.

Por qué Roberto Rodríguez me visita ahogándose en medio de un charco de su propia sangre, inconsciente, moribundo denunciando al jefe de Orden Interior, de la prisión de Kilo 7, Tte. Didier Fundora Pérez, que ordenó al jefe de pelotón, también de Orden Interior, Suboficial de Primera, Daniel Primelles Cala, que lo asesinara. ¿Por qué Roberto no me deja descansar?

No apetezco degustar la Burundanga. Aquel plato fuerte compuesto, según decían, por las vísceras de las reses, pero que todos estábamos seguros de que estaba incluido en su elaboración los cascos, los tarros y hasta el excremento. El mal olor denunciaba estos componentes. Tampoco quisiera sentir en mi paladar el sabor de la Tenca podrida, ese pescado que cuando lo ofertaban parecía un imán lleno de alfileres. No gusto tener la sensación de una lija rayando mi garganta al tomar en el desayuno el famoso cereal que solo Dios sabe de qué estaba compuesto. Sobre los caldos, mejor ni hablar porque sería ofender al agua que no mata la sed.

No puedo sacar del tintero el desfallecimiento, el dolor de las tripas cuando se me retorcían de hambre por llevar diez y nueve días en huelga sin ingerir alimento alguno.

Pero lo que sí no puedo ni creo que pueda olvidar algún día es el sufrimiento de mi madre, el de mi esposa y el de mi niñita que con apenas un añito de nacida mordió el azote de la alevosía, de la crueldad sin límites de un gobierno comunista, por el solo hecho de ser la hija de un disidente.

Ayúdame mí Dios. Ayúdame a hacer borrón y cuenta nueva y perder la memoria pasiva de hace ochenta y ocho meses atrás, para ver si así puedo vivir.

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