10 de agosto del 2018
Hace cincuenta años, la invasión soviética de Checoslovaquia mató a más de 100 personas y destrozó los intentos de ese país de reformar el régimen comunista.
En esta infografía, puedes seguir los pasos de los checos y eslovacos que tomaron emblemáticas imágenes de aquellos trascendentales días de verano.
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Checoslovaquia, república socialista desde el golpe de estado apoyado por los soviéticos y dirigido por los comunistas en 1948, había permanecido relativamente próspera, pero todavía sufría bajo la dominación soviética.
En la década de 1960, miles de checos y eslovacos fueron encarcelados o perseguidos por sus ideas políticas, e incluso llevados a juicio y ejecutados. Bajo Stalin y sus sucesores, Nikita Jruschov y Leonid Brezhnev, Checoslovaquia era una nación que vivía con miedo.
En enero de 1968, Alexander Dubcek (centro) asumió la dirección del Partido Comunista de Checoslovaquia. El sonriente eslovaco anunció planes para aliviar la censura y restringir los poderes de la odiada policía secreta. Dubcek prometió crear un "socialismo con rostro humano".
Cuando se levantó la censura, los medios de comunicación checoslovacos publicaron historias inauditas en las que alegaban corrupción, asesinatos y otras irregularidades oficiales. Con la nueva libertad de expresión, los checos y eslovacos empezaron a reclamar un cambio político fundamental.
Desde el Kremlin, Brezhnev y otros observaron con alarma cómo la Primavera de Praga empezaba a derretir el rígido aparato estatal checoslovaco. El riesgo de contagio democrático se hizo evidente cuando los estudiantes de Varsovia salieron a las calles y corearon su apoyo a Checoslovaquia.
En la mañana del 21 de agosto de 1968, alrededor de 250.000 soldados, 2.000 tanques y cientos de aviones de la Unión Soviética, Bulgaria, Hungría y Polonia entraron en Checoslovaquia. A 29 años de la pesadilla de la invasión nazi, los checos y eslovacos volvieron a despertarse con tropas extranjeras en su territorio.
En cuestión de horas, el Primer Secretario Dubcek había sido secuestrado en sus oficinas de Praga (en la foto de fondo) y trasladado a Moscú para ser interrogado.
Sorprendidos, checos y eslovacos desafiaron a los soldados invasores - muchos de los cuales estaban tan desinformados como los locales - en las calles.
Las tropas invasoras se enfrentaron a una población unida en la indignación, mientras sus amos en el Kremlin escuchaban la condena casi universal del mundo exterior.
Aunque las tropas checoslovacas permanecieron en sus bases, los residentes en algunos casos levantaron barricadas, portaban carteles en las calles o incluso atacaron a los invasores con cócteles molotov. Pero fueron superados, y la mejor esperanza de los checoslovacos parecía residir en el creciente coro de condena del mundo exterior.
La batalla callejera más famosa se libró fuera de la sede de la Radio Checoslovaca, en la capital. Quince personas murieron en el enfrentamiento mientras las multitudes trataban de impedir que las tropas tomaran el control de la emisora.
Unos 137 civiles murieron en la invasión, mientras las tropas del Pacto de Varsovia cerraban a los medios de comunicación independientes y preparaban el terreno para los esfuerzos dirigidos por los soviéticos en aras de "normalizar" la situación en Checoslovaquia.
Mientras los checoslovacos despejaban sus calles de sangre y escombros, Brezhnev declaró que la Unión Soviética estaba dispuesta a intervenir militarmente si cualquier otra nación comunista se desviaba de la línea del partido, o como un escritor describió, de la llamada Doctrina Brezhnev: "Proletarios de todo el mundo, uníos o disparo".