Operadores de redes digitales inalámbricas que supuestamente iban a beneficiarse con la entrada de SNET en los Joven Club controlados por el gobierno cubano están quejándose de la incapacidad oficial para hacer funcionar la red callejera.
Aunque el Ministerio de Comunicaciones de Cuba dice haber aprobado más de tres mil licencias individuales, en la práctica todo está peor que antes, cuando las redes eran independientes, dijeron desde la isla operadores consultados por la reportera de Radio Martí Ivette Pacheco.
Jobady, por ejemplo, cuenta haber terminado “el papeleo” de la licencia hace más de un mes en San Miguel del Padrón sin que todavía le hayan dado el servicio.
“Yo tengo que unirme a un Joven Club, y hasta que el Joven Club no le pague a ETECSA, no me pueden dar servicio a mí”, explica el operador de una red privada. También se ve obligado a gastar su dinero en la compra equipos para entregarlos al Joven Club porque, asegura, si no lo hace, no pasa nada.
“Tuve que comprar un equipo en 160 dólares para dárselo al Estado, que lo ponga y me dé salida”, argumenta. “Ya yo compré el equipo, pero no me han dado salida todavía”.
Antes, a cada persona que entraba en su red, él le cobraba dos dólares al mes para cubrir gastos de servicio y mantenimiento (“es decir, si se rompía un cable o un equipo, yo tenía que reponértelo”, manifiesta), pero ahora ese dinero va directamente a manos del intermediario impuesto por el gobierno. Es decir, al gobierno.
“Ahora cada usuario mío tiene que ir al Joven Club y pagarlo allí personalmente”, dice. “Pero si se me rompe un equipo, o se [daña porque se] cae una mata o un poste o algo, tengo que ponerlo de mi bolsillo porque el Estado no me da nada”.
Poco antes de conceder la entrevista, revela, tuvo que pagar 60 dólares por una caja de cables que le servirán para conectar en su red a seis nuevos usuarios. “Y eso salió de mi bolsillo”, añade: “los Joven Club no garantizan equipos ni servicio a sus clientes”.
Pone el ejemplo de que, en la frecuencia de 100 miniwatts asignada por el Estado (“demasiado baja”), él tiene usuarios a más de cinco kilómetros de su casa. “Entonces, cuando llega el horario pico, se conecta más gente, empiezan a jugar, a ver películas, a descargar cosas, y la conexión se va al piso completamente, porque es una conexión muy pobre”, protesta.
Otra cosa: antes las páginas de compra y venta eran muchas, cerca de una por zona, y ahora serán solo dos, informa el operador de SNET. “Centro Habana tenía la suya, San Miguel [del Padrón] tenía la suya, Diez de Octubre tenía la otra”. Con solo dos, para vender cualquier cosa obligan a cumplir el requisito de tener el documento de propiedad, indica.
“Antes se vendía más que el mismo Estado”, relata Jobady. “Pero hasta ahora los juegos y las páginas sociales, los servicios, se han mantenido”.
El tema de la privacidad no se afecta menos. Al entrar a formar parte del Joven Club, queda obligado a entregarle los datos personales de sus usuarios, que entonces se inscriben en un registro administrado por el gobierno.
“Con lujo de detalles: dirección postal, número de carné [de identidad], quién es quién y quién es cual”, dice.
Antes el “paquete” de la semana satisfacía la demanda popular, pero ahora, producido por los Joven Club, es otra cosa, declara desde el Cerro José Tomás Fernández, también entrevistado por la periodista de Radio Martí.
“Un paquete que te hacen ellos, la mayoría de política”, indica Fernández.
Y, por supuesto, están los que antes administraban una red y ahora se niegan a pedir licencia para hacer algo para lo que nadie debería tener que pedir permiso.
“Yo no he aceptado trabajar para ellos [porque sería] a su conveniencia, a su bienestar, no en el de nosotros ni en el de las personas que reciben el servicio”, le dijo a Pacheco desde el Cotorro, Leandro Pimienta.
“¿En qué salen favorecidos ustedes?”, le pregunta la periodista a Jobady. “En nada”, responde. “Prometen cosas que no pueden cumplir”.