Apenas he podido quitarme el polvo del camino, pero antes prefiero imprimir media cuartilla con la experiencia, amarga, de una visita de menos de media hora al Centro de Detención Carmichael, una cárcel a las afueras de Nassau, Bahamas, donde unos 50 cubanos han pasado varios meses. Llegaron a ese archipiélago caribeño tras abandonar Cuba por vía marítima y clandestina.
En la garita de entrada me quitaron el teléfono celular, retuvieron mi pasaporte estadounidense, y un guardia grandulón me acribilló a preguntas sobre mi presencia allí. A la hora del cacheo, me levantó en peso y suspendido en el aire por los brazos, me sacudió esperando que mi cuerpo dejara caer algún objeto extraño.
Finalmente, llegue a la cerca custodiado por un jovencito en uniforme de Rambo. Pedí por los cubanos y uno a uno, hasta llegar a siete, fueron apareciendo del otro lado de la cerca. Unos 10 pies nos separaban, la púa amenazante sobre la alambrada, da el toque de prisión del más extremo rigor y seguridad.
Todos dijeron lo mismo, palizas hasta hacer dulce, sin causa aparente, y que hablar de comida, cereal, y harina. Pero, según denuncias, los guardias venden su ración a los detenidos. Escuche de chorros de agua y aplicación de corriente, vi hematomas y magulladuras, que según las víctimas, dejaron la golpiza que propinaron los carceleros en días recientes.
El viernes, un grupo de unos 20 cubanos cumplían cuatro días sin ingerir alimentos, se habían declarado en huelga de hambre.
Conocí a Mailrelis y Diana, dos jovencitas cubanas que no pasan los 22 años, de mirada angelical, rostro de infante inocente, con los labios cosidos en señal de protesta y una venda cerca de la barbilla que dice, ‘No Cuba’, vivo mensaje de que se oponen a cualquier intento de repatriación.
La embajada cubana en Nassau sigue sin dar información a los periodistas. Hasta la puerta de la legación diplomática fui en busca de nuevas. Pero nadie abrió la puerta cubierta con un cristal ahumado. El lente del camarógrafo Enrique Kiki López captó el acto de mi visita.
La esperanza de los cubanos presos en Nassau es que la Oficina de la ONU para los Refugiados, ACNUR, les conceda la categoría de refugiados. Solo así podrían dejar la detención arbitraria, y el tormento que aseguran están viviendo en el Centro de Detención de Carmichael, Nassau.
En la garita de entrada me quitaron el teléfono celular, retuvieron mi pasaporte estadounidense, y un guardia grandulón me acribilló a preguntas sobre mi presencia allí. A la hora del cacheo, me levantó en peso y suspendido en el aire por los brazos, me sacudió esperando que mi cuerpo dejara caer algún objeto extraño.
Finalmente, llegue a la cerca custodiado por un jovencito en uniforme de Rambo. Pedí por los cubanos y uno a uno, hasta llegar a siete, fueron apareciendo del otro lado de la cerca. Unos 10 pies nos separaban, la púa amenazante sobre la alambrada, da el toque de prisión del más extremo rigor y seguridad.
Todos dijeron lo mismo, palizas hasta hacer dulce, sin causa aparente, y que hablar de comida, cereal, y harina. Pero, según denuncias, los guardias venden su ración a los detenidos. Escuche de chorros de agua y aplicación de corriente, vi hematomas y magulladuras, que según las víctimas, dejaron la golpiza que propinaron los carceleros en días recientes.
El viernes, un grupo de unos 20 cubanos cumplían cuatro días sin ingerir alimentos, se habían declarado en huelga de hambre.
Conocí a Mailrelis y Diana, dos jovencitas cubanas que no pasan los 22 años, de mirada angelical, rostro de infante inocente, con los labios cosidos en señal de protesta y una venda cerca de la barbilla que dice, ‘No Cuba’, vivo mensaje de que se oponen a cualquier intento de repatriación.
La embajada cubana en Nassau sigue sin dar información a los periodistas. Hasta la puerta de la legación diplomática fui en busca de nuevas. Pero nadie abrió la puerta cubierta con un cristal ahumado. El lente del camarógrafo Enrique Kiki López captó el acto de mi visita.
La esperanza de los cubanos presos en Nassau es que la Oficina de la ONU para los Refugiados, ACNUR, les conceda la categoría de refugiados. Solo así podrían dejar la detención arbitraria, y el tormento que aseguran están viviendo en el Centro de Detención de Carmichael, Nassau.