Alemania recordó el viernes el trigésimo aniversario de la ocupación de los archivos de la STASI, la Seguridad del Estado de la extinta República Democrática Alemana (RDA), por parte de un grupo de opositores dispuestos a evitar que los crímenes de los servicios secretos pasaran al olvido.
"El muro de Berlín ya había caído, la STASI había sido disuelta y la reunificación estaba a punto de llegar", recordó el sábado Michael Hernisch-Kirch, uno de los protagonistas de la acción, durante una visita a una exposición dedicada al aniversario.
Los gobiernos de la RDA y la RFA (República Federal de Alemania, el lado capitalista de la nación) ya habían firmado la unificación del país, y se publicó el texto completo del acuerdo.
“Lo leímos y no encontramos nada acerca de lo que iba a pasar con los expedientes de la STASI”, dijo Hernisch-Kirch.
En la RDA ya se habían celebrado las primeras elecciones libres y había un gobierno liderado por el demócrata cristiano Lothar de Maiziere. Sin embargo, ninguno de los dos gobiernos creyó que era conveniente que los ciudadanos tuvieran acceso a los expedientes de la Seguridad del Estado.
"De Maiziere decía que eso iba a generar discordia y hasta asesinatos”, recordó otro de los protagonistas de la toma, Frank Ebert. “La gente descubriría que había sido espiada y desearía venganza".
El entonces ministro de Interior de la RFA, Wolfgang Schäuble --actual presidente del Parlamento alemán--, era partidario incluso de destruir los expedientes para que el pasado no fuera un lastre en la reconstrucción del este de Alemania.
"Hoy Schäuble piensa distinto; hoy ha estado con nosotros y nos lo ha repetido”, dijo Ebert. “Fue importante que los expedientes se conservaran y que la gente pudiera verlos".
Hernisch-Kirch trató de recordar la situación que vivían en aquel momento él y sus compañeros.
"Habíamos participado en la revolución pacífica, habíamos estado presos y luego habíamos quedado libres”, dijo. “Sabíamos que nos habían espiado y que debía existir constancia de ello, y queríamos tener acceso a los documentos”.
El grupo de activistas entró al edificio sin mayores problemas; uno de ellos tenía un carné de lector de la biblioteca y les abrió el camino a los otros. Los policías no sabían muy bien qué debían hacer. "A la RDA le quedaban unas pocas semanas y no sabían qué actitud iba a ser la mejor para su futuro", sostuvo Hernisch-Kirch.
En todo caso, en su momento los activistas creían que su acción iba a durar unos minutos y que luego irían presos como en otras ocasiones. Pero esta vez fue diferente.
"Cuando esperábamos que la policía derribara la puerta de la habitación donde estábamos, oímos dos toques discretos y una voz", dijo. Era Sabine Bergmann-Pohl, la presidenta de la Volkskammer, el parlamento de la RDA, que quería hablar con ellos.
"Creímos que iba a entrar con la policía, pero cuando le abrimos la puerta entró solo con sus colaboradores”, relató el viejo activista. “Tenía cierta simpatía por nuestra causa".
La toma duró hasta el 28 de septiembre, y a partir del 12 los activistas entraron en huelga de hambre.
"Cada día ofrecíamos una conferencia de prensa, pero los medios empezaron a aburrirse”, contó el protagonista de aquellos hechos. “Entonces en una de las conferencias de prensa, Bärbel Bohley [que encabezaba la acción], anunció que entraríamos en huelga de hambre. Eso aumentó la atención mediática", dijo Hernisch-Kirch.
Delante del edificio se organizaron manifestaciones con el lema de "Los expedientes nos pertenecen".
Los activistas recibieron muestras de apoyo de diputados de todos los partidos en el este y el oeste de Alemania. Finalmente, sus demandas fueron asumidas como un anexo al Tratado de Unidad y, tras consumarse la reunificación el 3 de octubre de 1990, se creó la Oficina Federal para el Manejo de los Expedientes de la STASI.
Su primer director fue el pastor y activista Joachim Gauck, que más tarde sería presidente de Alemania.
En la STASI trabajaban oficialmente cerca de 100,000 personas, a las que se agregaban alrededor de 300,000 colaboradores no oficiales, conocidos como IM, por sus siglas en alemán, que solían ser gente cercana a los “sospechosos”.