Las fuerzas políticas que pugnan con los movimientos populistas identificados con el extremismo, tienden a subestimar a sus rivales, porque salvo excepciones, consideran que si aspiran al poder nunca serán capaces de alcanzarlo y si lo conquistan, no importa el método que usen, serán incapaces de conservarlo.
Las experiencias sobran. Un laureado profesor cubano le expresó en 1959 a uno de sus discípulos más destacados, “Pepe, no te preocupes, a Fidel lo manejamos con un dedo”, una certeza, más que una creencia, que compartió un amplio sector de la oposición al castrismo por varios años.
Pero la equivocación de muchos políticos y de un sector de la clase dirigente cubana, no sirvió de ejemplo a sus pares venezolanos que endosaron a un militar que había demostrado su desprecio por la constitución que había jurado respetar.
Los regímenes populistas podrán estar divididos hacia el interior, pero el frente que presentan a sus enemigos es monolítico. El discurso paternalista, protector y clasista siempre conquistará adeptos.
Cierto que el populismo produce una impresión de caos, desorden y falta de autoridad, pero la realidad es que tras esa apariencia amparada en un discurso justiciero que se revierte en enriquecimiento de la clase dirigente y el envilecimiento de la ciudadanía, hay un núcleo duro bien organizado e identificado con un proyecto que tiene como fin conquistar el poder y conservarlo por tiempo indefinido.
Todos los movimientos extremistas con base popular son peligrosos, pero esa condición se acentúa cuando los conduce un individuo capaz de seducir y victimizar a las masas hasta su total manipulación, como fueron los casos de Benito Mussolini, Adolfo Hitler y Fidel Castro.
Los iluminados por el extremismo no se detienen a pensar en el derecho de quienes se les oponen. No dudan. Tienen el absolutismo de los fanáticos y como tales actúan. No importa quién sea la víctima, mientras el depredador esté en su “trance” ideológico no es capaz de considerar las consecuencia de sus acciones.
Enfrentar a los extremistas demanda fuertes convicciones y valor. Los antagonistas y familiares sufrirán ataques de todo tipo. La discriminación, vejaciones, acoso y persecución, irán construyendo una ruta que puede terminar en el exilio, la cárcel y hasta la muerte.
Esta realidad conduce a muchos individuos a refugiarse en sí mismos, evitar los problemas y aceptar el corral que le asigne el amo, otros no lo harán, correrán los riesgos que sean necesarios y sufrirán las consecuencias, por eso el extremismo hay que enfrentarlo en la “suma de lo que te une a los otros y no en lo que separa”.
Para retar con ciertas posibilidades de éxito un movimiento populista es necesario hacer concesiones y echar a un lado consideraciones superfluas, si en realidad se quiere terminar con una situación que afecta los fundamentos del país.
Un ejemplo relativamente reciente de lo que se debe hacer, se aprecia en el fortalecimiento de la oposición venezolana cuando decidió integrarse en la Mesa de la Unidad Democrática, por supuesto que no es una alianza perfecta, pero hay conciencia de que la derrota del enemigo pasa por la suma de quienes se le oponen.
Cierto que no sacaron al chavismo del poder porque las dictaduras institucionales son difíciles de remover, pero la MUD ha logrado ser una alternativa que pone cada día en mayor riesgo la legitimidad y permanencia del régimen Chávez-Maduro.
Próximamente habrá elecciones en varios países del hemisferio y diferentes facciones nacionales representativas de posiciones extremistas han ensamblado candidaturas únicas para enfrentar en bloque a los candidatos demócratas, a esas coaliciones hay que agregar los recursos económicos y logísticos que les facilitan agrupaciones internacionales como el Foro de Sao Paulo.
El Foro, procura extender su influencia y fortalecer a los individuos y organizaciones que lo integran, como cuando respaldó las candidaturas de Nicolás Maduro, Venezuela, y la de Rafael Correa en Ecuador y lo está haciendo una vez más en Honduras, apoyando a Xiomara Castro, esposa del expresidente Manuel Zelaya, que antes y después de su presidencia, contó con el respaldo de los populistas y extremistas de izquierda más importantes del continente.
En las elecciones de Honduras no sólo está en juego la presidencia del país centroamericano, también se disputa la influencia de los promotores de la autocracia y del Socialismo del Siglo XXI, por lo que sería prudente para los líderes democráticos de ese país constituir un frente común que impida que la señora de
Zelaya con su Partido Liberal y Refundación Libre lleguen al poder.
Los extremistas están unidos y representados en PLR Libre, mientras los contrarios al proyecto de Zelaya, aunque son mayoría compiten independientemente, lo que en elecciones libres significa que una minoría puede ganar como ocurrió en Nicaragua.
Las experiencias sobran. Un laureado profesor cubano le expresó en 1959 a uno de sus discípulos más destacados, “Pepe, no te preocupes, a Fidel lo manejamos con un dedo”, una certeza, más que una creencia, que compartió un amplio sector de la oposición al castrismo por varios años.
Pero la equivocación de muchos políticos y de un sector de la clase dirigente cubana, no sirvió de ejemplo a sus pares venezolanos que endosaron a un militar que había demostrado su desprecio por la constitución que había jurado respetar.
Los regímenes populistas podrán estar divididos hacia el interior, pero el frente que presentan a sus enemigos es monolítico. El discurso paternalista, protector y clasista siempre conquistará adeptos.
Cierto que el populismo produce una impresión de caos, desorden y falta de autoridad, pero la realidad es que tras esa apariencia amparada en un discurso justiciero que se revierte en enriquecimiento de la clase dirigente y el envilecimiento de la ciudadanía, hay un núcleo duro bien organizado e identificado con un proyecto que tiene como fin conquistar el poder y conservarlo por tiempo indefinido.
Todos los movimientos extremistas con base popular son peligrosos, pero esa condición se acentúa cuando los conduce un individuo capaz de seducir y victimizar a las masas hasta su total manipulación, como fueron los casos de Benito Mussolini, Adolfo Hitler y Fidel Castro.
Los iluminados por el extremismo no se detienen a pensar en el derecho de quienes se les oponen. No dudan. Tienen el absolutismo de los fanáticos y como tales actúan. No importa quién sea la víctima, mientras el depredador esté en su “trance” ideológico no es capaz de considerar las consecuencia de sus acciones.
Enfrentar a los extremistas demanda fuertes convicciones y valor. Los antagonistas y familiares sufrirán ataques de todo tipo. La discriminación, vejaciones, acoso y persecución, irán construyendo una ruta que puede terminar en el exilio, la cárcel y hasta la muerte.
Esta realidad conduce a muchos individuos a refugiarse en sí mismos, evitar los problemas y aceptar el corral que le asigne el amo, otros no lo harán, correrán los riesgos que sean necesarios y sufrirán las consecuencias, por eso el extremismo hay que enfrentarlo en la “suma de lo que te une a los otros y no en lo que separa”.
Para retar con ciertas posibilidades de éxito un movimiento populista es necesario hacer concesiones y echar a un lado consideraciones superfluas, si en realidad se quiere terminar con una situación que afecta los fundamentos del país.
Un ejemplo relativamente reciente de lo que se debe hacer, se aprecia en el fortalecimiento de la oposición venezolana cuando decidió integrarse en la Mesa de la Unidad Democrática, por supuesto que no es una alianza perfecta, pero hay conciencia de que la derrota del enemigo pasa por la suma de quienes se le oponen.
Cierto que no sacaron al chavismo del poder porque las dictaduras institucionales son difíciles de remover, pero la MUD ha logrado ser una alternativa que pone cada día en mayor riesgo la legitimidad y permanencia del régimen Chávez-Maduro.
Próximamente habrá elecciones en varios países del hemisferio y diferentes facciones nacionales representativas de posiciones extremistas han ensamblado candidaturas únicas para enfrentar en bloque a los candidatos demócratas, a esas coaliciones hay que agregar los recursos económicos y logísticos que les facilitan agrupaciones internacionales como el Foro de Sao Paulo.
El Foro, procura extender su influencia y fortalecer a los individuos y organizaciones que lo integran, como cuando respaldó las candidaturas de Nicolás Maduro, Venezuela, y la de Rafael Correa en Ecuador y lo está haciendo una vez más en Honduras, apoyando a Xiomara Castro, esposa del expresidente Manuel Zelaya, que antes y después de su presidencia, contó con el respaldo de los populistas y extremistas de izquierda más importantes del continente.
En las elecciones de Honduras no sólo está en juego la presidencia del país centroamericano, también se disputa la influencia de los promotores de la autocracia y del Socialismo del Siglo XXI, por lo que sería prudente para los líderes democráticos de ese país constituir un frente común que impida que la señora de
Zelaya con su Partido Liberal y Refundación Libre lleguen al poder.
Los extremistas están unidos y representados en PLR Libre, mientras los contrarios al proyecto de Zelaya, aunque son mayoría compiten independientemente, lo que en elecciones libres significa que una minoría puede ganar como ocurrió en Nicaragua.